Reservas naturales: no bajar los brazos

De las áreas naturales protegidas de Mendoza, Ñacuñán y los Bosques Telteca son lugares maravillosos que exigen redoblar esfuerzos de protección. Que camadas de jóvenes los visiten y conozcan favorecerá la toma de conciencia destinada a su cuidado.

Reservas naturales: no bajar los brazos

Cuando a nivel internacional se habla de que el mundo está entrando en default ambiental -la demanda anual de la humanidad sobre la naturaleza excede lo que la Tierra es capaz de renovar en un año- resulta interesante meditar sobre nuestra red de áreas naturales protegidas. Entre muchas, nos ocuparemos de dos maravillosos espacios: Ñacuñán (Santa Rosa) y los Bosques Telteca (Lavalle).

La primera, de 14.000 hectáreas, es un área representativa de la ecorregión del monte, donde se lleva a cabo un programa de recuperación del estrato arbóreo (algarrobo y chañar), talado indiscriminadamente entre 1907 y 1937. El sector fue incorporado en 1986 a la Red Mundial de Reservas de la Biosfera (Unesco). Hoy está cogestionada por la Secretaría de Ambiente y el Instituto Argentino de Investigaciones de Zonas Áridas (Iadiza), contando con estación biológica y meteorológica.

La segunda, en la denominada Travesía de Guanacache, no muy lejos de San Juan, fue puesta bajo amparo en 1985. Comprende 20.400 hectáreas de bosques nativos. Desde el punto de vista biológico, la reserva está situada dentro de la provincia fitogeográfica del monte con influencia de especies chaqueñas. Aquí, entre otras metas, el motivo fundamental de la creación de la reserva fue la conservación del bosque de algarrobo dulce (prosopis flexuosa).

Como hemos planteado, son ambientes privilegiados. No podemos sostener que están descuidados totalmente, hay leyes que los protegen, y en el caso del sitio de Santa Rosa se cuenta con una intervención, al menos teórica, de un organismo internacional, la Unesco.

Pero, son lugares por los cuales se podría hacer mucho más debido a su rango y jerarquía en la naturaleza, y porque siempre su equilibrio tiene una cuota de riesgo.

El biólogo mendocino e investigador emérito del Conicet Virgilio Roig, quien estudió los dos sitios por décadas, sostiene que es necesario darles mayor capacidad de acción a investigadores y protectores, y decididamente se pronuncia por aumentar el personal a cargo de las dos reservas.

Son escasos los móviles que se disponen, y como mínimo se necesitarían dos vehículos más con tracción 4x4 para recorrer y vigilar las extensiones, siempre propicias al robo de leña y la caza furtiva; y también bajo riesgo de incendios. Un punto a favor: los pobladores del entorno saben vivir en armonía con el medio y se han convertido en vigías.

Mientras, hay que cruzar los dedos para que los fondos derivados de la ley de Bosques Nativos se mantengan y no disminuyan ya que son los que permiten la compra de combustible, equipos, mantenimiento del material rodante, entre otros rubros.

Roig afirma que es necesario que los investigadores vuelvan a hacer inventarios de la flora y fauna de cada una de las reservas, con más énfasis sobre la de Ñacuñán; no es ingenuo y sabe que una tarea de ese porte exige la disponibilidad de recursos financieros, pero que por el fin propuesto, cualquier esfuerzo por conseguirlos es justificable.

Gestores ambientales, por su parte, propugnan que no hay una eficaz conservación de la naturaleza si no se conocen los ámbitos a cuidar, y por eso recomiendan la difusión de los mismos y las visitas guiadas en las zonas, especialmente de niños y jóvenes, quienes en futuro mediato tendrán poder de decisión.

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