Telmo Ramón "Cacho" Cabral es nieto de Gregorio y Damasia, dueños de una casa de lujo construida en la década del 30. Marcado por la infancia y la juventud que vivió bajo ese techo, decidió abocarse a la difícil empresa de rescatar un patrimonio histórico de los alvearenses y un espacio ligado a sus mejores recuerdos familiares.
Corría 1934 cuando el constructor Pedro Peiro culminaba la edificación de una casa con diez divisiones (sótano, aljibe, habitaciones, sala de estar y baños). La novedad arquitectónica estaba edificada en el distrito de Alvear Oeste, perteneciente al departamento sureño de General Alvear.
La casa fue construida a pedido de Don Gregorio Ramón Cabral, hombre de campo que llegó a la zona de Santa Isabel luego de una pelea familiar en Córdoba. Fue alambrador, esquilador y pocero. “Era un tipo inteligente porque lo que fue ganando lo guardó para invertir en animales y luego en la compra de tierras”, cuenta Telmo o “Cacho”, como es conocido.
Otra de las protagonistas de la historia es Damasia Pérez, abuela de “Cacho”, a quien él recuerda como su segunda madre. La familia fue conformada por nueve hijos. “Las fiestas y los cumpleaños eran hermosísimos. Se usaba la galería grande llena de mesas y comida; acudía la gente del barrio también a celebrar. El viejo traía un avestruz o carneaba un burro y hacían un costillar. Obvio que con bastante vino” rememora.
Las imágenes y los recuerdos se agolpan en las palabras de Cacho que parece estar mirando de corrido todo lo sucedido en el pasado. “Yo me crié en esa casa. He hecho miles de picardías. He pasado buenos y malos momentos”.
Con la muerte de don Gregorio llegaría el turno a Oscar Cabral, padre de Cacho, de hacerse cargo del manejo ganadero. Cacho también incursionó en las labores camperas aunque sin demasiado entusiasmo. Fue entonces cuando decidió aprender el oficio de peluquero gracias a uno de sus tíos que lo animó a emprender ese camino que recorrería toda su vida y por el cual es muy popular en el departamento del sur.
“Un día pasé por la casa de mis abuelos y me encontré con que la puerta estaba abierta. Me paré, golpeé y salió una señora. Entonces le pregunté qué hacían ahí. Me presenté como el nieto del dueño. Ellos me dijeron que la habían ocupado porque no había nadie y no tenían dónde vivir”. De ese modo cuenta Cacho un momento clave en el trabajo de la recuperación y reparación de la casa.
“Les dije que fueran a hablar con el intendente para que les solucionara el problema porque ahí no podían seguir viviendo. Esa casa estaba abandonada desde 1970. En el transcurso de los años se robaron casi todo lo que había de valor. Se estaba destruyendo y se iba a caer. Me daba mucha pena porque esa casa es muy importante para mí” narra con pesar Cacho Cabral.
Fue también en ese momento en que Cacho comenzó a pergeñar cómo podía mantener ésa, la casa de sus sueños. Recurrió a todos los asesoramientos y llegó a un acuerdo con la comuna para que se hiciera cargo y la usara para beneficio de la comunidad.
Al poco tiempo la Municipalidad de General Alvear tomó cartas en el asunto y comenzó la reparación de este patrimonio histórico para los alvearenses, bajo la supervisión del Museo “Salvador Calafat” y el asesoramiento de Cacho.
Después de algunas mejoras el espacio quedó abierto a la comunidad dictándose varios de los talleres municipales y convirtiéndose en la sede de la Delegación del distrito de Alvear Oeste. Ya en el último semestre se inauguró el Centro de Emisión de Licencias de Conducir.
Tanto Cacho Cabral como los demás descendientes de Don Gregorio y Doña Damasia decidieron realizar la donación completa de la histórica vivienda ubicada en una de las tierras madres del departamento de General Alvear.
Ahora Cacho siente que su tarea está cumplida.