Represas: un buen recurso ambiental, pero...

Los embalses, contrariamente a la opinión de algunos científicos, contribuyen al calentamiento global al generar metano por pudrición de vegetación dentro de sus reservorios.

Represas: un buen recurso ambiental, pero...

Muchos gobiernos piensan que las grandes represas controlan las inundaciones, proveen agua a las poblaciones concentradas y producen energía limpia, entre otros beneficios, y consecuentemente se embarcan sin más análisis en proyectos de construcción, en la creencia absoluta de que traen prosperidad, e independientemente de cualquier recomendación medioambiental válida.

Durante todo el siglo XX hemos visto una corrida mundial de construcción de estas grandes obras de ingeniería en línea con la argumentación explicada. Algunas organizaciones, como “International Rivers”, consideran que se ha represado 50% de los ríos del mundo con aproximadamente 50.000 instalaciones de gran envergadura, de las cuales dos tercios están en Asia (Maude Barlow, Agua Futuro Azul, M. Books, BR2015).

La Fundación Mundial de Vida Silvestre afirma que esas grandes construcciones están matando los ecosistemas, porque acabaron con miles de especies dejando otras tantas en peligro de extinción, inundaron enormes áreas de tierras húmedas, florestas y sembrados y desplazaron a millares de personas. El más reciente y puro ejemplo de esto es la represa de las Tres Gargantas, en China, sobre el río Yangtzé, con un reservorio equivalente a la superficie de Inglaterra.

Desde el punto de vista de la sustentabilidad, una de las críticas más importantes es que las inmensas superficies de tierras inundadas por los reservorios dejan de producir alimentos para un mundo en constante crecimiento.

Las represas, contrariamente a la opinión de algunos científicos, contribuyen al calentamiento global al generar metano por pudrición de vegetación dentro de sus reservorios. La mayor generación de este gas proviene de construcciones en la India, según informe del Instituto Nacional Brasileño de Investigaciones Espaciales.

A pesar de lo dicho, la construcción de represas continúa y China sigue siendo el principal constructor y financiador de grandes proyectos, ya no sólo en su territorio sino también en otros países, especialmente en el mundo en desarrollo, donde todavía se considera a estas obras como íconos del crecimiento económico, programa que nos toca de cerca por el doble proyecto que se está comenzando en nuestra Patagonia y también sobre el río Magdalena, en Colombia.

En la cuenca hídrica del Río de la Plata, que es la segunda en importancia en Suramérica después del Amazonas, viven 1.000 especies animales en una extensión que es una de las mayores del mundo en tierras húmedas y humedales de agua dulce. Pero, allí está también la represa y usina hidroeléctrica de Itaipú, enorme construcción realizada sobre el río Paraná y capaz de producir tanta energía como 10 usinas nucleares, generando una inundación de 100.000 hectáreas.

También en Brasil se construye la usina de Belo Monte sobre el río Xingú, en el Estado de Pará, al norte del país. Está previsto que esta represa sea la tercera del mundo en tamaño y cubrirá un territorio de 500 km2 de selva tropical inundando pueblos indígenas y afectando a 50.000 personas.

Algunos países principalmente en África están arrendando o vendiendo tierras a inversores extranjeros, generalmente gobiernos de países ricos, básicamente vecinos, destinadas a producción de alimentos, para lo cual se necesita agua. El colmo de este “negocio” es que, para aumentar el atractivo, algunos de esos países mandan a construir represas con el objeto de proveer de agua a esos inversores. Tal es el caso de Gibe III, en Etiopía, que ocupará 150.000 hectáreas afectando el nivel de agua río abajo del lago Turkana, en Kenia, con el riesgo adicional de generar un conflicto binacional.

La situación no está mejor en países ricos como Estados Unidos, donde una inmensa cantidad de ríos son represados, y no sólo para producir energía. El gran ejemplo de ello es el río Colorado, que ya no llega a desembocar al mar de Cortés. A esta situación se la ha llamado de ríos muertos o en terapia intensiva (Robert Glennon, Unquenchable, Island Press 2009 Washington, USA). De hecho, en ese país existen hoy más de 75.000 grandes instalaciones de este tipo.

Sin embargo, las represas hidroeléctricas tienen efectos económicos y ambientales positivos muy importantes, y no por el solo hecho de conservar el agua y no dejar que ella vaya a los mares. La posibilidad de generar electricidad a partir de la fuerza del agua, su provisión a ciudades cercanas, el riego en épocas de sequía, el control de los caudales hídricos que, en determinadas épocas del año, suelen crear complicaciones regionales con inundaciones o facilitar el transporte fluvial especialmente en lugares escarpados donde la construcción de caminos es muy cara o peligrosa para el transporte carretero.

Es claro que a pesar de todos los efectos negativos descriptos, las represas ofrecen muchas ventajas como también se ha explicado; de hecho, son una de las fuentes de generación de energía más limpias que se conocen, junto con las turbinas de viento. Esto no quiere decir que no produzcan daños a los ecosistemas. Por eso, los países que las construyen deben analizar profundamente cada proyecto con el fin de ayudar a crear riqueza, pero también proteger el medio ambiente para asegurar la sustentabilidad y evitar conflictos con terceras partes que pudieran ser afectadas por las alteraciones mencionadas, ya sea económicas o ambientales que producen y, además, porque ya el mundo tiene demasiadas dificultades para arrogarse el derecho de crear nuevas.

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