Con respecto a la búsqueda del TC-48 de la Fuerza Aérea Argentina, perdido en Costa Rica en 1965 con 68 personas a bordo, quiero comentar en primer lugar que mi interés en el tema surgió cuando en 1966, siendo yo un joven de 19 años, se presentó en mi domicilio de Luján un hermano del cadete Juan Domingo Alguacil, de Mendoza. Alguien le había explicado que yo era radioaficionado y era su interés saber si podía ayudarle a escuchar las noticias que desde Costa Rica enviaban los familiares de los cadetes que buscaban el avión. Me contó la historia de lo sucedido, despertándome un profundo interés que aún me dura. Conocer a Cecilia Viberti y su obra me llevo a colaborar activamente con ella.
El paso del tiempo que media entre la desaparición del avión y la actualidad no ha hecho olvidar la necesidad de encontrarlo ni podrá hacerlo. El peso del esfuerzo por hallarlo ha sido soportado fundamentalmente por particulares, inicialmente familiares de las víctimas, toda vez que el Estado, quien naturalmente debió hacerlo, ha hecho poco y nada para ello. Debemos a Cecilia Viberti, hija de uno de los pilotos del TC-48 mucho de ese esfuerzo, por lo que podemos asegurar que el tema está aún vigente.
En los últimos tiempos asistimos a un renovado interés por descubrir donde se halla la aeronave siniestrada. Existen al menos cinco grupos de voluntarios empeñados en ello. Wilfredo Rojas, un geólogo costarricense, es uno de los buscadores más activos desde hace años. Hace unas semanas ha efectuado una nueva incursión en la fila Matama permaneciendo en la selva montañosa por seis días.
Otro de los grupos, al que yo coordino, ha efectuado una nueva penetración a otro sector de la misma fila, integrando un equipo formado por Álvaro Camacho, piloto tico que reconoce haber visualizado desde el aire y reconocido al avión. Esta búsqueda que duró varios días, será ampliada próximamente. Meritoria tarea es la que realiza Aníbal Jaimes con su grupo Missing aero, integrado por estudiantes universitarios y profesionales desde Suiza donde reside Aníbal. Busca mediante métodos científicos obtener información que permitan el hallazgo brindando valiosa información para los grupos comprometidos.
Otro contingente que permanentemente se halla comprometido con la tarea de localizar el avión está integrado por José Campos Matamoros, de reconocida fama como rescatista de la Cruz Roja y de la Dirección de Aviación Civil de Costa Rica. Ha participado en diversas expediciones en el objetivo de culminar con esta dilatada historia. Hay un contingente de personas que colaboran y han colaborado activamente en esta tarea, entre los que sobresale don Germán Loaysa, un baqueano profundo conocedor de la selva y montañas ticas. Largo sería detallar nombres de todos los que lo hacen pero son numerosos.
Los señalados son los más conocidos entre los que buscan en el territorio de Costa Rica. El hecho que casi todos rastreemos en la misma zona en puntos no distantes entre sí, responde a estudios e informaciones coincidentes, lo que nos da gran esperanza. En el mar Caribe también lo busca Manuel Torres García, un argentino que reside en EEUU. Rastrea las aguas costeras mediante moderna tecnología. Recientemente obtuvo valiosa información de estudios realizados acerca del movimiento y velocidad de las corrientes que permiten establecer el punto donde se habría precipitado la nave, tomando como referencia los despojos encontrados en diversos puntos de las aguas. Todo este esfuerzo alienta nuestras esperanzas y a Dios rogamos por encontrarlo.
Habríamos querido que el Estado argentino, como lo hizo con el submarino ARA San Juan, hubiera apoyado con los recursos que tienen y no tenemos, pero al momento tal esperanza en un vano deseo.
Mientras tanto lo seguiremos buscando.
Doctor Roberto J. Gorostegui
Radiofiacionado de Luján, provincia de Buenos Aires