Rep dibuja nuestro vino

Acaba de ilustrar el libro “Vino. Tinto y tinta sobre blanco” y, en sintonía con el espíritu de la bebida nacional, Rep nos revela sus proyectos y nos cuenta su método para tratar de “dibujar” la realidad que nos toca.

Rep dibuja nuestro vino

Está en la localidad de Azul, en las Cervantinas que se llevan a cabo todos los noviembres. “Vengo cada año por mi ilustración sobre el Quijote, esta es una ciudad hermanada a Alcalá de Henares, donde nació Miguel de Cervantes. Hay teatro, exposición y reuniones académicas, y amigos”.

En el cuarto del hotel, pues, responde esta entrevista. “La primera que me hacen acerca de mi libro sobre el vino argentino”, aclara. “Antes de subir hacia esta escenografía clásica hotelera de la Pampa húmeda, entre camas, televisores, espejos, alfombra y ventilador de techo, hice dos actividades culturales, en una hablé y en la otra dibujé, con marcadores, vino y café”.

- ¿Cómo surgió el libro "Vino. Tinto y tinta sobre blanco"?

- El libro me lo sugirió el Fondo Vitivinícola de Mendoza, y acepté inmediatamente, con ilusión, algarabía, curiosidad y sed. Recordé la ruta del vino en Francia que llevé a cabo gracias a un bodeguero italiano, y me entregué a la peripecia cuyana. Empecé a abrir el libro lo que dura la elaboración del vino. Ahora, las botellas están listas y el lanzamiento de las cajas será el 24 de noviembre, por la Editorial Planeta.

- ¿Sobre qué conceptos o ideas trabajaste el tema del vino?

- Sobre todas las cosas, difundir e invitar al consumo del vino argentino, como se bebía en otras épocas. Mostrar todo lo luminoso de esta cultura milenaria, sensible y hedonista. Son 90 dibujos inéditos surgidos de mi acercamiento por viajes, libaciones, lecturas y preguntas. Este es un libro para siempre.

- ¿Qué representa para vos la bebida nacional?

- A mi papá, a mi abuelo sirviéndome vino con soda, a Quino, a la amistad, a las mendocinas, a la sombra de la parra, a la embriaguez sensible, la poesía, al trabajo duro para llegar a un producto lleno de belleza. A la mejor bebida alcohólica posible, y compañera en la alegría, el infortunio, la soledad y el humor.

- ¿En qué otros proyectos andás ahora?

- Me aboco a presentar el libro en Buenos Aires, el 23, y a militar su trayectoria. Ya me comprometieron de varias ferias de libros y localidades de mi país. Esto me va a tener concentrado todo lo que queda del año. Luego, terminar un gran mural en la Universidad de San Martín, un viaje a España, teatro, cine, mi programa de radio, mis dibujos diarios. Y, cuando se calme el libro del vino, la publicación de mi ilustración de “La Divina Comedia”.

- ¿Cómo dibujar la realidad en tiempos de Trump (y de los embates que nos tocan en la actualidad)?

- Mas allá del rechazo, se abre una nueva Era. La llegada de todos estos gobiernos reaccionarios por medios absolutamente legales nos lleva a repensar todo: la cuestión crítica y cómo combatir tanta fealdad con algo que se parezca a la Belleza. Tiempos excitantes, lejos de amilanarnos tenemos que activar un desperezamiento para generarar nuevos contenidos y nuevas formas. En tanto, a tomar el mejor vino posible, con humor, amor y arte.

“Usted no está frente a un libro. Usted está a punto de entrar a una bodega”, invita la contratapa. Estas páginas escucharon las voces de hombres y mujeres entre viñas y busca tener la espesura de la historia.

Fragmento del prólogo a "Vino. Tinto y tinta sobre blanco" por Miguel Rep

Cuando éramos chicos, con mi hermano subíamos al zinc de las cocinas de nuestro inquilinato para acercarnos a la formidable parra que techaba ese patio merecedor de una media sombra. Allí comíamos oscuras uvas con telas de araña interior, las chinches, pero con límites, para no alertar al dueño de la casa, quien vendimiaba llevándose racimos en tachos que pisaría en su fondo, fermentando sus propias botellas de tinto, denso, dulce, creo recordar. Papá tomaba otros vinos, de botellas de litro, pocas veces de damajuanas, y cada mediodía prologaba una pequeña siesta regándose con un vasito, para volver a salir al turno tarde de su taxi. En la noche sí, serían dos vasos, y nosotros vino con soda, nunca una gaseosa.

Cuando aparece la mujer en mi vida surgen otros vinos. Y, claro, las amistades. Aparece el vino celebratorio.

El tinto será la risa, el pensamiento desinhibido, el cariño libremente expresado. Y los viajes. Recuerdo un beaujoulais en París, garrafas en restaurantes de Italia, y las primeras excursiones en las cavas de Mendoza.

Y en Buenos Aires, el vinito con Quino. Beber con el maestro, dos musas en una sola persona, ver cómo los breves tragos de cabernet transformaban a un genio tímido en un niño liberado. Picoteos sobre un vaso nunca vacío. Y, juntos, en una típica ceremonia de humoristas, reírnos del piripipí del vino. De esa gente solemne que necesita un diccionario para leer los vinos, sommeliers autodidactas que revolean el vaso, miran a trasluz, dictaminan y hacen buches para que surjan frases como tanino maderizado, persistencia en boca, huele a pasto cortado bajo o mucha mineralidad. Y, en el tema de los vinos hipercaros, apelar a otro santo de la ironía, mirando hacia arriba y entonando la famosa cita: Sombra terrible de Brascó, voy a evocarte.

Dibujos inéditos para un libro inédito. Trazos para narrar aromas, tactos, colores, sabores y descorches. La historia, los trabajadores, todos los pasos hasta que la ansiada botella llega a nuestra mesa. Todo lo que rodea esta cultura, los artistas y los poetas que adoraron y adoran el vino en todos sus colores y varietales.

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