El gobierno italiano más nacionalista, populista y disfuncional en décadas colapsó este martes después de que el primer ministro anunció su renuncia de cara a una ofensiva por parte de su propio ministro del Interior, el ultraderechista y cada vez más popular Matteo Salvini.
“El ministro del Interior se movió según sus intereses personales y partidistas” al pedir que hubiera un voto de confianza y después retirar su respaldo a la coalición gobernante, dijo Giuseppe Conte, el primer ministro, en una sesión extraordinaria del parlamento que interrumpió las vacaciones legislativas de verano, usualmente sagradas.
Salvini estaba sentado al lado, con la mirada hacia el frente, cuando Conte le lanzó golpe tras golpe. Acusó al ministro de “oportunismo político” y dijo que la conducta de Salvini mostraba un menosprecio hacia las instituciones italianas y su constitución; lo acusó de lanzar a Italia hacia un “vórtice de incertidumbre política e inestabilidad financiera”.
En vez de someterse al voto de confianza convocado por Salvini, quien se quedó en su puesto del gobierno a pesar de haber pedido ese voto, Conte dijo que acudirá a la residencia oficial en monte Quirinal para presentarle su renuncia al presidente Sergio Mattarella.
"Querido Matteo, al impulsar esta crisis has asumido una gran responsabilidad", le dijo Conte a Salvini. Este respondió que no le teme al juicio de los italianos, como otros parlamentarios que, señaló, solo tienen miedo de perder sus puestos si la gente vota.
Mattarrella ahora deberá empezar procesos de consulta con líderes de los distintos partidos para ver si es posible formar una mayoría para un gobierno más de tantos en la posguerra. De otro modo, Mattarella probablemente convocará elecciones anticipadas para tan pronto como octubre.
El fin de la coalición entre la Liga, el partido antiinmigrante y de derecha extrema liderado por Salvini, y el Movimiento Cinco Estrellas, antisistema, llevó a Italia a este nuevo periodo de crisis y caos político tan solo 445 días después de que la inesperada alianza política asumió el poder.
Durante ese periodo, la coalición de nacionalistas con populistas adoptó una postura de fuerte antagonismo hacia la Unión Europea con la contravención de las leyes presupuestarias del bloque, nuevas medidas que demonizan a los migrantes, su acogida de políticos como Vladimir Putin, el presidente ruso, y las políticas de corte caudillista.
Salvini y Luigi di Maio, el líder de Cinco Estrellas, hicieron del país casi un programa de telerrealidad con discursos y peleas por medio de Facebook Live y de Twitter sobre sus posturas encontradas para proyectos de infraestructura, impuestos, la autonomía regional y hasta las vacaciones en la playa.
Mientras, el país quedó aislado en Europa con una situación financiera sombría. El crecimiento fue de cero por ciento y el gobierno no logró atender problemas prometidos como el enorme desempleo juvenil y una deuda pública de más de 2 billones de euros, más del 130 por ciento del PIB italiano.
Sin embargo, los críticos del gobierno actual no necesariamente estarán celebrando la salida de Conte.
Si Salvini logra que se realicen las elecciones que anhela, en las que los sondeos indican le iría muy bien con un índice de popularidad del 40 por ciento, podría consolidarse en el poder y hacer crecer su reputación como uno de los líderes nacionalistas más influyentes —y destructivos, según sus críticos— en toda Europa.
Aunque tampoco es seguro que haya elecciones. El Movimiento Cinco Estrellas, enfadado por cómo Salvini puso fin a su coalición, se dijo abierto a negociar con el Partido Demócrata, de centroizquierda y al que pertenece el ex primer ministro Matteo Renzi.
Además, la crisis ha vigorizado de nuevo a Forza Italia, del otro ex primer ministro, Silvio Berlusconi. Dado que ir a elecciones contra Salvini podría dejar a ese partido sin representación parlamentaria, hay reportes de que Forza Italia también respaldaría un gobierno de Cinco Estrellas con el Partido Demócrata.
Y Mattarella, el jefe de Estado que tiene el poder para dar su visto bueno a que gobierne una coalición, tiene sus propias razones para evitar elecciones anticipadas pues la Constitución de Italia establece que deben ser un último recurso.
Si no se establece una mayoría que pueda gobernar, Mattarella todavía puede pedirles a los poderes institucionales del parlamento, que incluyen a los presidentes de ámbas cámaras, que intenten formar una coalición que pueda sobrevivir tan solo un voto de confianza interno.
Ese posible gobierno tendría poderes como el de aprobar un presupuesto antes del 31 de diciembre, cuando de otro modo aumentaría el IVA en todo el país, un fuerte golpe para los italianos.
Otra opción es que Mattarella le dé su visto bueno a un gobierno técnico de expertos apartidistas que, si sobrevive un voto de confianza, también podría aprobar un presupuesto y gobernar. O el presidente también podría establecer un gobierno interino, con tiempos fijos, que guíe a Italia en lo que se dan las elecciones.
Sin importar cuáles sean las opciones, Italia estará en aprietos financieros y en un desastre autoinfligido.
Perfil
Jason Horowitz es el jefe del buró de The New York Times en Roma, desde donde cubre temas de Italia, el Vaticano, Grecia y otras partes del sur de Europa. Antes fue reportero especializado en perfiles y temas especiales para las campañas presidenciales estadounidenses de 2016, el gobierno de Barack Obama y el Congreso de Estados Unidos. @jasondhorowitz