"En algún momento empezaremos la entrevista", le insistí a Renée Zellweger. "No, no", respondió ella.
Era mediados de agosto. Yo había ido al Beverly Wilshire Hotel para hacerle unas preguntas a Zellweger sobre "Judy", el drama que protagoniza interpretando a Judy Garland en el último año de su vida, cuando la cantante y actriz estaba en las últimas.
Se trata de un papel transformador, interpretado con tanta gracia que Zellweger, de 50 años, será difícil de vencer en los Oscar.
Pero nos llevó un buen rato entrar en tema. Primero estaba el problema de convencer a Zellweger de tener la entrevista: un agente de prensa me mandaba un mail tras otro para avisarme que llegaba más y más tarde.
Durante casi dos horas en el lobby del hotel, salió del ascensor, chiquita y poco llamativa en ropa deportiva, con el pelo rubio recogido con una gorra de beisbol de los Texas Longhorns. "Gracias por quedarte esperando", dijo con timidez.
Zellweger me dijo que se estaba acostumbrando de nuevo al trajín del estrellato. Creo que fue por eso que se demoró más tiempo en una charla: mi novio se había mudado aquella mañana y nos estábamos embarcando en una relación a larga distancia. Y era ella la que me estaba interrogando a mí: ¿A qué se dedicaba él? ¿Hace cuánto estábamos juntos? ¿No era Rilke el que decía que el amor es ser el guardián de la soledad del otro? "Va a salir todo bien, ¡lo sé!", me dijo, con un fuerte acento tejano.
Olvidate de todos los miedos que puedas tener, me dijo: "La gente es cínica y dice que este tipo de cosas no funciona y yo estoy en desacuerdo. Mira a Kyra Sedgwick y a Kevin Bacon". Fue todo tan convincente que después de 20 minutos de consejos, tuve que recordarle a Zellweger que ella era la que debía responder a las preguntas.
Su cara se transformó un poco. Una vez que Zellweger se resignó a ser entrevistada empezó a disfrutarlo. Con "Judy" pasó algo parecido: el director Rupert Goold la persuadió con mucho cuidado para que aceptara el proyecto, sabiendo que una oferta brusca no sería buena idea. "Alguien me preguntaba en qué momento me di cuenta de que estaba adentro", me dijo Zellweger. "¡Creo que todavía no me di cuenta!".
Le mandaron el guión en el 2017. "Al principio no entendía por qué habían pensado en mí para el papel", dijo Zellweger. La película requería cantar en vivo, porque muestra a una Garland con un contrato de cinco semanas para cantar en un local nocturno en Londres, y aunque fue nominada al Oscar por el musical "Chicago", Zellweger no se considera una vocalista. Pero Goold sentía que la vulnerabilidad que Zellweger muestra en "Jerry Maguire" y la desfachatez "Regreso a Cold Mountain" la convertían en la indicada para el papel.
Goold me dijo por teléfono que la experiencia de Zellweger en Hollywood, que ha llamado la atención por sus amoríos y provocado la especulación amarillistas por sus cirugías plásticas, podría ayudarla a darle forma a la protagonista. Entonces Zellweger empezó a explorar. Como Goold insistió en que no habría sincronización de labios, alquiló un estudio y contrató a un coach para ver si el estilo distintivo de Garland estaba a su alcance. Trabajó con un coreógrafo y vestuarista para imitar la postura levemente encorvada de Garland. Y se metió a leer biografías, viendo viejos clips, y entró a todos los foros sobre Garland para pescar cualquier detalle..
"¿Cómo es posible que esto sea un trabajo? ¡Es tan divertido!", me decía Zellweger, una y otra vez.
Las secuencias más dramáticas de "Judy" aparecen cuando Garland es forzada a cantar, a pesar de su voz, arrasada por el tiempo y las adicciones. Goold se inclinó por ese suspenso: "Le dije a Renée, 'voy a estructurar el guión para que no se trate sólo de llegar al momento de '¿Puede Judy Garland dar lo que tiene que dar en este momento?', sino al de '¿Puede Renée Zellweger?'". Hizo esas performances en vivo frente a una audiencia, y Zellweger recuerda ahora las escenas con el entusiasmo de alguien que se ha tirado en paracaídas y sobrevivió para contarlo. "Estaba exultante. No me permitía pensar mucho sobre el tema, estaba en el fondo de mi mente, como algo aterrador, y lo empujaba hacia atrás. Por suerte, fue tan vertiginoso que no tuve tiempo para frenar y pensar 'mejor no hago esto mañana'".
De todas maneras, Zellweger ya está un poco cansada de los proyectos que le demandan tanto sin darle el tiempo necesario para digerir todo lo que pasa. Garland fue explotada por la máquina de Hollywood, que rara vez le daba tiempo para descansar, y Zellweger dijo que entendía lo que significa llegar "a cierto punto en el que uno ya no sabe si tiene la piel lo suficientemente curtida, y de todos modos tiene que hacer las cosas".
No se arrepiente de haber realizado muchos proyectos por año, pero la pausa que se ha tomado la ayudó a comprender sus prioridades.
Liberada de ese deber, empezó terapia, viajó, tomó clases en la Universidad de California e incluso llegó a escribir un piloto para Lifetime (el canal no lo aprobó): "Me tomé tiempo para mí, no estaba rumiando las mismas experiencias emocionales de siempre para contar historia. Viví algunas nuevas, y todo es informativo". Y sin esa perspectiva no podía interpretar a Garland. "Me hizo apreciar mi experiencia de tener que lidiar con ser una persona pública, algo que puede ser muy pesado en la vida", dijo.
Unas semanas después, fue a una fiesta tras la première de "Judy" en el Festival de Toronto. Hubo tuits de arrobamiento y una aclamación de pie, y cuando Zellweger subió al escenario no pudo contener las lágrimas. Todos en la fiesta querían felicitarla, pero una hora más tarde, la poblada soirée todavía no contaba con su estrella. "¿Dónde está Renée?", le oí decir a un agente de prensa. "¿Alguien la vio?". Renée estaba por entrar al edificio. La encontré subiendo las escaleras con mucha deliberación, con un vestido celeste perlado y altísimos tacos blancos. Flanqueada por dos representantes, estaba fuera de foco, como si quisiera entrar a la primera de muchas fiestas esta temporada en la que será el centro de atención.
Luego levantó la mirada y pegó un grito. "¡Qué alegría verte de nuevo!", dijo, y me llenó de preguntas. ¿Iba a ver a mi novio pronto? ¿La otra semana? ¡Qué maravilla! "Es un momento muy especial para él", le dijo a un agente de prensa, mientras yo le preguntaba por los aplausos. "Me dijeron que la première fue increíble", le dije. "¡No tan increíble como vos encontrándote con tu novio la semana que viene!", respondió, hundiéndome un dedo en el pecho.
Después de todo el trabajo que había hecho para este papel, había recibido un aplauso de pie de tres minutos. ¿Cómo se sintió? “No sé cómo tomarlo”, dijo por fin. ¿Cómo tomar qué? ¿Ese tipo de adoración? “Sí”, dijo, arrugando un poco la cara. “¿Qué se dice? ¿Gracias por tener suerte?”.