Hay que sacarse el sombrero ante este River intenso, agresivo, dinámico, pragmático, contundente y lujoso. Un equipo que transformó un partido complicado en los papeles en un trámite de fácil resolución. Un elenco que cambió el overol por el frac. Un campeón potenciado, elevado a su máxima expresión. Si ante Central había ofrecido una exhibición de fútbol, anoche fue testigo de la mejor producción del “Millo” en lo que va del año. De principio a fin, se jugó al ritmo del campeón.
Porque el “Muñeco” le agregó dinámica, presión y voracidad ofensiva a un equipo que desgastaba a los rivales con paciencia y circulación en el juego corto, pero el actual intenta asfixiar al rival desde el vamos, no lo deja pensar y le imprime una aceleración constante. Es tan notable el trabajo que hace cuando pierde el balón (se cierra y presiona en bloque), como el que ostenta cuando tiene la pelota (se abre como un abanico que le da más de una opción de pase al conductor). Godoy Cruz, que parecía tenerlo estudiado por el discurso de Mayor en la semana previa, padeció todo ese repertorio del Millonario.
El Tomba se vio superado de principio a fin. Y si cometió horrores defensivos, en gran parte, fue porque River lo obligó a cometerlos. El primer gol fue para ponerlo en un marquito. Fueron más de diez toques que conjugaron precisión en velocidad, triangulación y un centro a la carrera, con rosca que Carlos Sánchez conectó de volea. Golazo. Y ahí nomás, pegó otro golpe al mentón. Implacable. Voraz. De arco a arco.
Pelotazo largo de Barovero, Mora peinó, Gutiérrez le comió la espalda a Aguilera, pifia de Moyano en el intento de jugar como líbero y Teo definió con el arco vacío. Pero River no se conformó. A pesar de que el Tomba había sentido el impacto y de que Barovero se había ensuciado ante un remate de Ramírez, Pisculichi asistió en el tiro libre y Mora definió como pancho por su casa. Y pudieron ser más.
Jamás en toda la noche el Tomba pudo encontrar el antídoto para frenar a River y su ritmo insostenible, con efectivas sociedades en diferentes sectores de la cancha y fue por más. Apoyado en la solvencia defensiva del campeón, este River muestra una dinámica y verticalidad europeas, tiene un enganche definido (de excelente pegada) y un inquieto Mora que abre hueco al mejor jugador del campeonato: Teófilo Gutiérrez.
Implacable, el colombiano apareció promediando el complemento para ponerle el moño a una jugada colectiva de ensueño. Los hinchas de River (decirles neutrales sería un engaño al lector) se rompieron las manos de tanto aplauso para acompañar la mejor música que tiene el fútbol, el “oooooleeeee, oooooooooleeee”. Godoy Cruz terminó impotente, rendido a los pies del campeón.