Considero a la Universidad estatal, como lo es la UNCuyo, como pública y laica. Este juicio lo afinco como tal, ya que su estatuto lo establece claramente en su art. 1°, parágrafo II° al decir: “Es una Universidad Nacional que ejerce su autonomía y autarquía con responsabilidad social, comprometida con la educación como bien público, gratuito y laico, como derecho humano y como obligación del Estado...”. Asimismo el artículo 2° del mismo cuerpo normativo también en su II párrafo dice: “Asume la educación como bien público, gratuito y laico, como derecho humano...”.
Ahora entiendo como laico la definición de dicho vocablo determinado por la real academia española que dicta lo siguiente: “Laico, ca: Del lat.; propiamente “del pueblo”. 2. adj. Independiente de cualquier organización o confesión religiosa”.
Lo expuesto sirve de base a los fines de sostener mi posición de que los símbolos religiosos y partidarios, que representan el sentir o las convicciones de una parte de la comunidad no pueden estar presentes en los ámbitos públicos (espacios verdes, salones, pasillos, despachos de funcionarios y cursos, en razón de que los mismos justamente contienen a la totalidad de los miembros sin que ningún sector en particular se deba apropiar de ellos.
Esto no impide por ende que los miembros de las distintas partes (religiones, partidos políticos y agrupaciones) no puedan hacer ostentación de dichos símbolos en forma particular, los religiosos, y en la propalación de sus ideologías los referidos a partidos políticos o agrupaciones estudiantiles. Dicha actividad, convencido estoy, se trata, en nuestra democracia, de un derecho humano inalienable.
Se alega desde los sectores católicos que la presencia de símbolos religiosos obedece a “costumbres” o “cultura” que encuentra su origen en el caso de la Universidad desde la creación de la misma en el Medioevo, motivo por el cual es propio de la misma, es coetáneo a su creación.
En al ámbito universitario argentino fue determinante el proceso que se inició en Córdoba en 1918, en la Universidad Nacional con asiento en la capital de dicha provincia, al plantear los estudiantes y parte del profesorado el “despegarse” de la enseñanza escolástica vinculada a los dogmas eclesiásticos provenientes de verdades reveladas, totalmente contrarias al método científico. De esa manera se separó la religión de la enseñanza pública para la posteridad rompiendo con una “costumbre” o “cultura” que se llevaba hasta ese entonces.
Como corolario de lo desarrollado considero, que el presente debate debe transcurrir dentro de los carriles de la institucionalidad, con la participación de toda la comunidad, en este caso universitaria de la UNCuyo, en el marco de lo que prescribe la norma, todo dentro de la ley, nada fuera de ella.
Veo con mucho agrado la convocatoria a una comisión especial realizada por el rector de la UNCuyo, con el objeto de recibir las distintas propuestas, tanto de los claustros, como de entidades intermedias, como colectivos comprometidos con la problemática, a los fines de lograr una interpretación desfanatizada de la norma, respetando el ejercicio de las libertades individuales.