Relaciones exteriores: camino errado

A contramano. Mientras EEUU está avanzando en un entendimiento con Cuba y hasta con Venezuela, la Argentina gira hacia el Oriente.

Relaciones exteriores: camino errado

Entre los múltiples y gravísimos problemas que el kirchnerismo va a legar al próximo gobierno, cualquiera sea, se encuentra el miope y sectario manejo de las relaciones exteriores realizado en estos años, asunto del que nos hemos ocupado en varias oportunidades en esta columna, incluyendo el lamentable discurso de la Presidenta en la reciente Cumbre de la Américas, celebrada en Panamá.

Haciendo un símil con lectura de un mapa, pareciera que la Presidenta ha elegido, con plena conciencia y deliberación, el camino opuesto al que debería elegir nuestro país.

Sorprende aún más que ya en plena campaña electoral, la grave cuestión de los compromisos asumidos por el Estado Argentino, representado por la Presidenta y sus ministros, no aparezcan en la agenda de discusión. Por una buena dosis de despecho personal y empujada y alentada por la corte de aduladores a buenos sueldos, que cultivan un profundo desprecio por los EEUU, el gobierno argentino se ha convertido, junto a Venezuela, en el más crítico de aquel país y de su presidente.

Quizá el asunto no pasaría de ser similar a otros episodios de nuestra historia si no fuera porque, para hacer expresiva y clara esa posición política internacional, hemos ido a establecer acuerdos de dependencia y graves efectos futuros con las dos potencias competidoras de Occidente: Rusia y China, sin olvidar el oscuro y malhadado Pacto con Irán y sus trágicas consecuencias. Dice al respecto un analista de problemas internacionales que lo más notable de la gira a Rusia es el enorme parecido que guardan los acuerdos suscriptos allí, con los que meses atrás se firmaran con China.

“En ambos casos, se trata de contratos estratégicos de enorme importancia que, por los tiempos de maduración que requieren (centrales atómicas, plantas de enriquecimiento de uranio, represas hidroeléctricas, etc.) sólo podrán comenzar a ver la luz a partir del año próximo”. Se ha mencionado igualmente las cláusulas de confidencialidad que amparan a varios de los acuerdos firmados con ambas potencias, que no han podido conocer los legisladores ni los jueces.

En el caso de los compromisos asumidos con Rusia, incluyen los de avanzar en trabajos conjuntos en materia de defensa e intensificar la comprensión mutua y la confianza entre ambos países. Esto implica que en pocos años hemos pasado de ser aliados de la OTAN a lo contrario.

Un trabajo de Nueva Mayoría muestra la intensidad de las relaciones con ambos países con los acuerdos firmados entre 2007 y 2015, cincuenta y ocho con China y cuarenta y dos con Rusia. Curiosamente, este notable giro de la Argentina hacia Oriente ocurre en momentos en que se está produciendo un cambio profundo de las relaciones de EEUU con Cuba y aún con Venezuela. Hay distintas interpretaciones de los acuerdos con Rusia y China: algunos sostienen que son los aspectos económicos los más importantes; en el caso de Rusia, la venta de material militar; en el caso de China, asegurarse la provisión de alimentos.

Pero, en contraposición, el Financial Time sostiene que “Rusia busca aliados, no negocios, en América Latina”. Se ha puesto también especial atención que los acuerdos militares con Rusia. La base de seguimiento espacial que China construye en Neuquén, da a ambas potencias la posibilidad de asentarse en el Atlántico Sur y con vistas a la Antártida, región de la que estaban muy lejos.

En este contexto, y para entender aún mejor las consecuencias del camino equivocado, conviene prestar atención a un documento elaborado por grupo de especialistas en asuntos internacionales, cuyo título es ilustrativo: “Reflexiones sobre los desafíos externos de la Argentina: seremos afuera los que seamos adentro”.

Ahí se dice que la Argentina debe ser un activo y responsable actor global. El próximo presidente deberá tener presente “que la agenda global del siglo XXI privilegiará seis factores estratégicos: seguridad, alimentos, energía, innovación científica, recursos naturales y medio ambiente (...)

La Argentina posee condiciones objetivas para poder actuar e influir en y ante cada uno de tales factores (...) Debemos privilegiar la integración regional y generar la mayor cantidad de alianzas con países del mundo. Globalización e integración deben ser los vectores principales de una Estrategia de Inserción Global en el siglo XXI”.

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