No quedan dudas de que en los primeros días de su gestión, el presidente de la Nación, Mauricio Macri, decidió, a través de gestos, modificar una situación que se había profundizado durante los últimos años y que fue una característica del kirchnerismo: la falta de diálogo entre los sectores. Macri convocó a la oposición a través de los ex candidatos presidenciales y abrió las puertas a la totalidad de los gobernadores, obteniendo una respuesta masiva, inclusive por parte de la mandataria de Santa Cruz, Alicia Kirchner.
Según señalaron los asistentes, hubo un diálogo cordial y existieron coincidencias respecto de algunas medidas económicas destinadas a modificar las crisis por las que atraviesan las economías regionales.
Al término de la reunión, y durante la conferencia de prensa, el gobernador mendocino, Alfredo Cornejo, tuvo un tratamiento especial. Se ubicó al lado del Presidente, al mismo nivel que la mandataria bonaerense, María Eugenia Vidal, y un escalón más arriba que el mandatario salteño, Juan Manuel Urtubey, quien terminó siendo el vocero de los mandatarios de extracción peronista. No quedan dudas de que Macri considera especialmente a Cornejo.
No sólo porque el triunfo en Mendoza tuvo un peso importante, sino porque demostró en todo momento que el radicalismo estaba firmemente consustanciado con el planteo establecido con el Pro y, en orden al presente, porque el gobernador mendocino reiteró su alineamiento con la política nacional, calificando a la reunión como “un gesto simbólico más que significativo”, anticipando además el apoyo a las medidas económicas que instrumenta el nuevo gobierno “para ordenar la economía”.
Ese primer paso demostró, al menos en un principio, que fue importante: Cornejo podrá contar con la caja suficiente para hacer frente al pago del sueldo de diciembre y el aguinaldo a los empleados del Estado, un aspecto que afectó en los últimos meses a la gestión de Francisco Pérez. Pero la pregunta es si esa buena relación se mantendrá en el tiempo y resultará beneficiosa para Mendoza.
Sucede que en los últimos años la experiencia demostró que Mendoza fue relegada en el ámbito nacional y los dineros, manejados discrecionalmente por la ex presidenta, llegaron con cuentagotas a la Provincia. Por lo que una cosa es la buena relación y otra cosa los logros concretos.
Esto último Cornejo lo sabe muy bien. Fue uno de los impulsores en la provincia de la intención del ex presidente Néstor Kirchner de sumar a su entorno a gobernadores de extracción radical. Los resultados, políticamente, fueron excelentes para ellos, ya que el entonces mandatario provincial, Julio Cobos, terminó integrando la fórmula a presidencial.
Pero ello no estuvo aparejado con gestos o apoyo a la gestión local y Mendoza siguió siendo relegada. Sólo pudo firmar un acuerdo para que la deuda que la Nación tenía con la Provincia fuera saldada con la construcción de una obra como Portezuelo del Viento, que todavía estamos esperando. Lo sucedido por las dos gestiones provinciales posteriores es casi patético.
Tanto Celso Jaque como Francisco Pérez estuvieron alineados a ultranza con el gobierno nacional y la Provincia tampoco fue tenida en cuenta en las decisiones ni recibió el apoyo que necesitaba. Un aspecto que debimos sufrir socialmente los mendocinos y políticamente el justicialismo.
Es de esperar que los antecedentes y la experiencia vivida por el propio gobernador permitan establecer una política de buena relación con las autoridades nacionales, pero que esa situación se vuelque en hechos concretos a favor de la Provincia.