Considerada la capital más septentrional del mundo, sobran los motivos para ignorar los kilómetros de distancia e ir a conocerla. Sin importar sus dimensiones, Reikiavik ostenta características de una gran capital: un ambiente cosmopolita, una animada vida cultural y una amplia oferta gastronómica, son algunas de las características que comparte con otras urbes.
Aquí las islandesas se pasean con los últimos gritos de la moda como si se tratara de parisinas, haciendo caso omiso del viento, la nieve o las bajas temperaturas. Pueden degustarse manjares de lugares tan alejados como Japón o México o acudir a shows de estrellas internacionales de renombre, como si se estuviera en Londres.
Aunque también debe reconocerse que, lejos de ser un “copia y pega” de cualquier otra metrópolis, la ciudad posee un particular sello personal que se imprime en cada esquina. Coquetas casas de colores, rascacielos que se cuentan con los dedos de una mano, excelentes graffitis que denotan el humor y el arte islandés y un ritmo propio, que se aleja de los estándares de gran ciudad.
La ciudad
Una de las ventajas que posee Reikiavik son sus dimensiones. Su superficie es ideal para conocerla a pie y el ritmo tranquilo que vive la capital permite saborearla a paso lento. En el casco antiguo, la Plaza del Parlamento emerge como punto de encuentro; rodeada de bares es aquí donde los islandeses se dan cita cuando sale el sol.
Las mesas exteriores de los bares se llenan y el pasto que cubre la plaza se transforma automáticamente en el escenario de picnics y es que, en estas latitudes, los días despejados no pasan desapercibidos y son razón más que suficiente para salir a la calle y disfrutar del buen tiempo.
A pocos metros de la Plaza del Parlamento, el estanque Tjörn es otra excelente postal de la capital que muestra su cara más tranquila, fue aquí donde en el siglo IX desembarcaron los primeros vikingos liderados por Ingólfur Arnason, a quien, en nuestros días, se le rinde tributo en una estatua que lo conmemora y que, desde las alturas de un parque, mira a toda la ciudad producto de su expedición.
La calle Laugavegur, en cuyo número 32 vivió en su juventud el Nobel islandés Halldor Laxness, se presenta como una de las arterias principales y oficia de pasarela para quienes quieren ver y dejarse ver en alguno de sus bares o cafeterías.
Aquí, se intercalan tiendas de artículos de estética nórdica, elegante ropa de diseñadores locales, indumentaria de montaña, casas de segunda mano y por supuesto, negocios de souvenirs. Quienes quieran continuar con el paseo, la calle Skólvörðurstígur es otra entretenida arteria que desemboca en la Iglesia Hallgrimskirkja que, inaugurada en la década del 80’, ya es todo un icono del skyline de la capital y donde por 6 euros, se puede subir a su torre y obtener una vista panorámica de la ciudad.
Otra opción para ver Reikiavik desde las alturas es La Perla, este futurista edificio ubicado en las afueras ofrece una postal de 360° y su entrada es gratuita.
Un chapuzón
Al momento de empacar a Islandia no hay que olvidar, bajo ninguna circunstancia, el traje de baño y aunque a más de uno pueda parecerle una idea alocada, se trata de todo lo contrario. Aquí traer la bikini es tan importante como el gorro o los guantes.
Y es que la isla es famosa por sus aguas geotérmicas y Reikiavik ofrece una amplia variedad de piscinas para relajarse tras una jornada ajetreada o hacer un stop a mediodía. Si quiere sentirse como un verdadero islandés, sumérjase en estas cálidas aguas termales. Las entradas van desde 3 a 7 euros, aproximadamente.
Y aunque cuando se trata de piscinas, la oferta es amplia y todas tienen su encanto, la playa artificial, Nautholsvik, con arena traída de Marruecos es una excelente opción. Aquí puede disfrutar de las vistas de Reikiavik en su pileta a 38° o, los más valientes, pegarse un chapuzón en el mar con una temperatura aproximada de 2°. De una forma u otra, será un día que no olvidará.
En los meses de verano, esta Copacabana nórdica como la llaman los isleños, se transforma en el escenario de partidos de voleibol, castillos de arena y personas que disfrutan del sol, aún cuando las temperaturas promedio no suelen superar los 13°.
A orillas del mar
Caminar por el paseo marino es otro de los imperdibles que ofrece la ciudad y, si el tiempo acompaña, todavía más. Desde aquí se puede apreciar, no sólo el profundo azul del Atlántico Norte, sino también el imponente Monte Esja que, del otro lado y con poco menos de mil metros de altura, mira solemne a la ciudad.
Aquí se encuentra, además, la escultura más famosa de la isla: Viajero del Sol. Realizada por el escultor islandés, Jón Gunnar Árnason, este barco de guerra vikingo realizado en metal, rinde homenaje a los primeros pobladores y recuerda la estrecha relación de los isleños con el mar.
En uno de los extremos del paseo se ubica el moderno Harpa, el centro de conciertos y conferencias que, desde hace pocos años, ostenta la ciudad y si bien, la crisis económica que azotó al país en 2008 puso en jaque su construcción, finalmente -en 2011- se inauguró el edificio que es la sede de la Opera y la Orquesta Sinfónica de Islandia.
Por las noches, el entramado hexagonal de cristal de su fachada se ilumina de diferentes colores, imitando las famosas auroras boreales que ostenta el país. Ya sea para ver un concierto, visitar alguna de sus muestras o disfrutar de esta pieza de arquitectura única, el Harpa es una visita que merece la pena.
Comer y beber
En la actualidad, Reikiavik posee una amplia oferta gastronómica que no se circunscribe únicamente a la cocina local. Aunque, para quienes estén interesados en probar lo propio de estas tierras, el pescado, como en toda isla, tiene gran protagonismo dentro de la mesa islandesa.
En este sentido, el salmón es la estrella de los diferentes platos donde se luce, tanto marinado como ahumado, por mencionar algunas opciones. La oferta continúa con bacalao, langosta o trucha como otras propuestas a degustar.
El Sægreifinn (Geirsgata 8), en el puerto de la ciudad, es uno de los recomendados para saborear la comida de mar y su sopa de langosta, un paso obligado (aproximadamente 13 euros).
Cuando se trata de carnes rojas, imposible es pasar por alto el célebre cordero islandés. Una vez más al comensal se le presentarán las más variadas formas de preparación: al horno, ahumado, asado, en paté y la lista continúa.
El país también ofrece la posibilidad de experimentar otras carnes más exóticas como las de caballo y reno poniendo a prueba los paladares más tradicionales. Ubicado a pocos metros de la iglesia Hallgrimskirkja, Café Loki (Lokastigur 28) es otro recomendado para degustar platos locales (con precios que rondan los 15 euros).
Y si hablamos de sabores autóctonos, no se puede pasar por alto el hverabraud, un pan que se hornea bajo la tierra aprovechando la energía geotérmica del lugar y que se acompaña con mantequilla, ni tampoco el skyr, un queso a base de leche descremada que se asemeja al yogur aunque su preparación es diferente, puede comprarse en el supermercado y es perfecto para el desayuno, si bien los islandeses también lo utilizan en la preparación de platos salados.
Prohibida durante más de 75 años, la fabricación e ingesta de la cerveza, ya no supone una actividad ilegal y los islandeses disfrutan de este brebaje asiduamente; tanto que han inventado un guante para poder llevar sus manos calientes y su cerveza fría. Así es que -cuando llega la noche- lo que es sólo un decir, por que en estas latitudes dura muchos meses y otros muy poco, los bares se llenan rápidamente.
Las happy hours van desde las 16 a las 19 ó 20 horas y Bar Ananas (Klapparstígur 38) o Kaldi (Laugavegur 20) son animadas opciones para probar cerveza local en un ambiente distendido. Mientras que Kaffibarinn, cuyo célebre dueño es Damon Albarn -frontman de los grupos británicos Blur y Gorillaz- es el plan por antonomasia de los fines de semana ¿La ecuación? excelente música, buenos tragos y gente…mucha gente.
Reikiavik cultural
Para una población que ronda los 200 mil habitantes, Reikiavik tiene una oferta de museos considerable y amplia. Landnámssýningin traslada al visitante al periodo vikingo y se adentra en la forma de vida de estos primeros pobladores, mientras que el Museo Nacional conserva reliquias del pasado como restos arqueológicos, objetos religiosos, artesanías y mobiliario de antaño.
El Museo Marítimo, por su parte, desarrolla la historia de Islandia y su relación con el mar y la Casa de la Cultura, que conserva, entre otras piezas, el Edda Menor de Snorri Sturluson, un manual de poética islandés repleto de la mitología de este pueblo.
Venga a conocer esta tierra de vapores, de nieves eternas, de pobladores gentiles y sobre todo de los más variados contrastes, no se arrepentirá.
REIKIAVIK
Superficie: 274,5 km2
Fundación: año 870
País: Islandia