Si usted es como la mayoría de la gente, se habrá preguntado qué le está haciendo Internet a su capacidad de concentración. Usted deja lo que esté haciendo para echarle un vistazo a su teléfono durante la pausa más breve que tenga en la vida real. Siente esas vibraciones fantasmas de su aparato aunque nadie le haya enviado un mensaje de texto. Le cuesta trabajo concentrarse por períodos largos.
En los últimos años, los investigadores han trabajado mucho en la capacidad de concentración y en la forma en que el cerebro está siendo reconstruido por todas esas horas que pasamos en línea al día. Una de las conclusiones a las que han llegado algunos investigadores es que la vida en línea nutre la inteligencia fluida y la vida fuera de línea es mejor para alimentar la inteligencia cristalizada.
Estar en línea es como asistir a la más grande reunión que se haya organizado y está sucediendo todo el tiempo. Si usted manda un mensaje de correo electrónico o de texto, publica algo en Twitter, Facebook o Instagram, o simplemente abre un vínculo de Internet, tendrá acceso a un universo cambiante de puntillismo social. Es como si estuviéramos circulando con una multitud infinita, con acceso instantáneo a personas que prácticamente nunca conoceríamos en la vida real.
La vida en línea es deliciosa pues es una forma de socializar que no implica fricciones. Se pueden compartir frases de cortesía, fotografías, videos o momentos aleatorios de perspectivas, aliento, solidaridad o buena voluntad. Se vive en un estado de expectativa continua pues el próximo encuentro social está a solo un segundo de nosotros. Podemos controlar nuestras chanzas y hacer clic para alejarnos cuando el aburrimiento asome la nariz. Esta forma de circulación social elimina la presión. Yo conozco a algunas personas que son relajadas y están en su mejor momento solo cuando están en línea. Ya que sienten que tienen más control sobre la comunicación, son más comunicativas, vulnerables y despreocupadas.
Esta modalidad de interacción nutre la agilidad mental. La facilidad de movimiento en la web fomenta que ojeemos por encima y captemos la sustancia. Nos sentimos bien en los medios sociales y en los juegos interactivos cuando podemos participar y después retirarnos con elegancia. Este mundo rápido y sin fricciones recompensa la percepción rápida, la evaluación instantánea y el desempeño astuto. Como señala la neuróloga Susan Greenfield en su libro “Mind change”, los jugadores en línea expertos tienen gran capacidad de memoria de corto plazo, para procesar simultáneamente múltiples objetos, para cambiar de manera flexible de una tarea a otra y para procesar rápidamente la información que se les presenta al instante.
La inteligencia fluida es una serie de talentos que existen en el momento. Es la capacidad de percibir situaciones y orientarse para llegar a soluciones en situaciones nuevas, independientemente de una dilatada experiencia.
El aprendizaje fuera de línea, en el mejor de los casos, es más como pertenecer a un club de lectura que como asistir a una reunión. Cuando estamos fuera de línea no estamos en contacto constante con el universo. Hay períodos de lectura y de reflexión a solas y después reuniones intencionales para hablar y comparar.
Las investigaciones en la Universidad de Oslo y en otras partes apuntan a que la gente lee una página impresa de manera diferente a como lee en la pantalla. Se lee de manera más lineal, más intencional, con menos probabilidades de multitarea o de buscar palabras clave.
La lentitud de la lectura o la reflexión en solitario significa que no estamos interesados con cada dato individual, sino en la forma en que los datos se ajustan unos con otros. ¿Cómo se relaciona esto con aquello? Estamos interesados en la estructura narrativa, en la teoría de síntesis o en el contexto general. Tenemos tiempo de ver cómo una cosa se acomoda encima de otra, produciendo emociones mezcladas, ironías y paradojas. Tenemos tiempo de perdernos en el complejo ambiente de otra persona.
Greenfield lo explica de esta manera: “Al observar lo que sucede, al seguir la trayectoria lineal de una historia, podemos convertir información en conocimiento de una manera que resulta imposible cuando se hace énfasis en la respuesta rápida y la estimulación continua. Como veo yo las cosas, la cuestión clave es la narrativa”.
En este mundo más lento, cuando se reúnen para tratar de entender las conexiones y el contexto, las personas gravitan hacia una serie diferente de preguntas. Y estas preguntas no se refieren tanto a las sensaciones sino al significado. Discuten cómo se desarrollan los eventos y cómo influye el contexto en el comportamiento. Es más probable que hagan evaluaciones morales. Quieren saber a dónde se dirige todo eso y cuál sería el fin último.
La inteligencia cristalizada es la capacidad de usar la experiencia, los conocimientos y los productos de una educación de toda la vida y que se encuentran guardados en la memoria de largo plazo. Es la capacidad de hacer analogías y comparaciones entre cosas que se han estudiado anteriormente. La inteligencia cristalizada se acumula con los años y, a fin de cuentas, desemboca en la comprensión y la sabiduría.
El mundo en línea es nuevo pero se siente más divertido, más natural y que requiere menos esfuerzo que el mundo fuera de línea de la lectura en papel y las discusiones en persona. Nutre la agilidad pero ahora existen evidencias claras de que fomenta un ritmo mental rápido que socava la capacidad de explorar la narrativa y de poner a la gente, las ideas y los eventos en un contexto más amplio.
El dramaturgo Richard Foreman habló de gente con una personalidad estilo catedral: de densidad interna compleja, gente de personalidad característica y capaz de fuertes apegos permanentes. Estos días requieren un acto de rebelión, entre amigos que se asignen unos a otros tiempos de lectura y definan horarios para explorar la narrativa y cultivar la inteligencia cristalizada.