Un 3 de mayo como el de hoy, pero de 1993, los países miembros de la Unesco propusieron a la Asamblea General de las Naciones Unidas que proclamara esta fecha como “Día Mundial de la Libertad de Prensa”. El propósito que se estableció para instituir tal conmemoración fue el de "fomentar la libertad de prensa en el mundo al reconocer que una prensa libre, pluralista e independiente es un componente esencial de toda sociedad democrática".
Es así que en este día, año tras año, la Unesco, tomando el mandato de sus países miembros, organiza eventos para reflexionar sobre este hecho trascendente para la causa de la democracia en el mundo, que nunca deja de ser amenazada por tantos enemigos de la misma.
Para este 3 de mayo de 2018, Antonio Guterres, Secretario General de las Naciones Unidas afirma lo siguiente: “En el Día Mundial de la Libertad de Prensa de 2018, hago un llamamiento a los gobiernos para que impulsen la libertad de prensa y protejan a los periodistas. Promover una prensa libre es defender nuestro derecho a la verdad”.
Porque de eso se trata esencial mente, de defender el derecho a la verdad que hoy está amenazado no solamente por los despotismos de todo tipo que siguen abundando por el mundo sino, también, por un mal uso de las nuevas tecnologías.
El debate sobre las noticias falsas que se viralizan por las redes cada vez con más frecuencia, y la invasión a la intimidad que crece por más previsiones que se tomen, debe tener como contrapartida el resguardo y contralor de aquellos medios de comunicación y aquellas personas que, a través de una lucha inmemorial, fueron paso a paso venciendo los obstáculos que impedían al pueblo expresar su propia voz y tener la posibilidad de escuchar todas las voces. Sólo de ese modo es posible alcanzar y sostener la verdad porque sólo la libertad crea el clima para llegar a la verdad. En ese sentido, los medios tradicionales y la profesión del periodismo han aportado muchos hechos positivos, más allá de los excesos que también son inevitables cuando se apuesta por la libertad.
Las formas modernas o posmodernas de comunicación a través de las nuevas tecnologías, y su expresión en redes sociales, tienen cosas positivas y negativas, lo que siempre ocurre con todo avance de la humanidad. En un sentido son capaces de aglutinar voluntades para producir reacciones contra los poderes autoritarios tal como ocurrió con la Primavera Árabe cuando los jóvenes pudieron ponerse de acuerdo en su actitud contestataria, manejándose con celulares o por cadenas de mails. Pero en otro sentido son igualmente capaces de expandir y viralizar falsedades, infundios y difamaciones de todo tipo cubriéndose en el anonimato o en la impunidad que ofrece la falta de controles de estas herramientas, de las cuales aún no se conocen todas sus potencialidades, tanto en lo bueno como en lo malo.
Es por eso que sin rechazar los avances tecnológicos, rechazo que por otra parte no serviría de nada porque son inevitables, frente a ellos la prensa clásica es poseedora de un prestigio y una seriedad acumuladas por años en los que cumplieron el crucial papel de mediar en nombre de las voces ciudadanas frente al poder en sus más diversas manifestaciones. Eso produjo, dentro del periodismo, muchas víctimas que sufrieron innumerables vejámenes, incluso la muerte, por parte de quienes no querían se divulgara lo que no se podía sostener a la luz pública.
En síntesis, la libertad de prensa sigue siendo un bien estructuralmente constitutivo de las sociedades libres o que aspiran a la libertad y debe ser preservada en toda su entidad si queremos que la democracia no sea demolida por las acechanzas que, en modos viejos o nuevos, siempre pululan a su alrededor.
Que este 3 de mayo nos ayude a reflexionar en esta dirección.
