Reflexiones sobre la infraestructura aeronáutica de Mendoza

Reflexiones sobre la infraestructura aeronáutica de Mendoza

La próxima salida de servicio del aeropuerto internacional “El Plumerillo” ha producido en simultáneo un consenso trascendente y un debate sin antagonismos. El consenso ha girado en torno a la necesidad de mejorar nuestro principal aeropuerto que, en un contexto de globalización, resulta esencial para vincular a Mendoza con el mundo. Nadie ha discutido el mérito o la oportunidad de llevar adelante las obras de reparación de pista, calles de rodaje y plataforma, sobre cuya conveniencia hay acuerdo unánime entre todos los actores consultados.

Junto a este consenso, en las últimas semanas hemos asistido a una suerte de “puja sin contendor” en torno a cuáles deberían ser las principales alternativas a la salida de servicio de El Plumerillo, no sólo en la presente coyuntura de tres meses sino a futuro.

Los actores han sido el Cuerpo de Aviación de la Policía de Mendoza (operador de la Base Cóndor, ex Aeroparque Mendoza), el Aero Club Mendoza (administrador del aeródromo público La Puntilla), el Aero Club San Martín (explotador del aeródromo público homónimo) y la empresa Aerotec Argentina SA (en proceso de donación de su pista privada a la Municipalidad de Rivadavia para la creación conjunta de un Aeródromo Público Regional). Los cuatro protagonistas han elevado sus propuestas sin disputas, cada cual argumentando a favor de su propia opción pero sin dejar fuera de la solución al resto.

En otras palabras, hemos asistido a un debate sin antagonistas surgido de un segundo acuerdo tácito y trascendente, cual es reconocer que ninguna de las alternativas propuestas excluye a la otra y que Mendoza sólo podrá desarrollarse verdaderamente dando prioridad simultánea a todos los requerimientos. Ésa es la esencia de una planificación a corto y mediano plazo, que consiste en disparar un plan maestro que vincule a todos los beneficiarios en paralelo, asignando fondos para el mejoramiento de la infraestructura en forma progresiva pero continua. De más está decir que ésa es una deuda pendiente del sector público con la sociedad mendocina.

En efecto, desde la disolución de la Dirección Provincial de Aeronáutica en 1994, el Gobierno de Mendoza no ha realizado inversiones para el mantenimiento de la infraestructura que sostiene a nuestra aviación general.

Las consecuencias están a la vista. No sólo hemos perdido la pista de Aeroparque Mendoza, clausurada desde 1993, sino que permanece sin habilitar la pista del Aeródromo Municipal de General Alvear (de dimensiones análogas a las del Aeropuerto San Rafael); no se ha recuperado la pista clausurada de Uspallata (imprescindible para el desarrollo turístico de las villas cordilleranas) ni se ha resuelto la incomunicación aérea que viene padeciendo el Valle de Uco desde la clausura de los aeródromos de La Consulta y Tupungato.

La carencia de infraestructura aeronáutica en el interior de Mendoza produce consecuencias negativas muy concretas. Por ejemplo, la lucha antigranizo no pude contar con bases aéreas en General Alvear, el Valle Uco o la Zona Este porque no cuenta allí con pistas de aterrizaje asfaltadas y balizadas, con el perjuicio consecuente a los productores agrícolas de los departamentos afectados. El servicio de combate aéreo contra incendios no puede ser efectivamente prestado en nuestro vasto territorio pues no existen pistas cercanas a los focos ígneos desde las que se pueda operar. Un turista o un inversor interesado en el Valle de Uco simplemente buscará otra opción por la evidente falta de conectividad aérea.

Cabe preguntarse para qué serviría desarrollar los aeródromos de La Puntilla, San Martín, Rivadavia, General Alvear y Tupungato si, a partir de diciembre de 2016, el Aeropuerto Internacional Mendoza volverá a entrar en servicio, remozado. La respuesta es simple.

El Plumerillo puede ser considerado una solución a largo plazo sólo respecto de los servicios aerocomerciales de transporte aéreo regular (líneas aéreas con frecuencias y rutas definidas), pero de ninguna manera resuelve por sí mismo las demandas crecientes de interconectividad territorial de la provincia y mucho menos las demandas del resto de la aviación civil mendocina, representadas por el transporte aéreo no regular (taxi aéreo y charters), la aviación general (operadores privados y corporativos), el trabajo aéreo (lucha contra incendios, vuelos turísticos), la aviación sanitaria (evacuación aeromédica y traslado aéreo de órganos), la aviación deportiva (volovelismo, paracaidismo, acrobacia), la aviación oficial (helicópteros policiales, lucha antigranizo) y las escuelas de vuelo públicas y privadas.

Para dar una idea de lo expuesto basta indicar que, conforme a las estadísticas del organismo regulador del sistema nacional de aeropuertos, en 2015 el aeropuerto Mendoza registró 2.580 operaciones de aviación general, es decir, vuelos que nada tenían que ver con el transporte aéreo. Todos ellos podrían haber sido captados por aeródromos periféricos, de haber existido pistas asfaltadas y balizadas en San Martín, Rivadavia y La Puntilla. Por otro lado, resulta que buena parte de los 1.292.878 pasajeros que el año pasado entraron a nuestra provincia por El Plumerillo no se quedaron en la ciudad de Mendoza pues tenían por destino la Zona Este, las villas cordilleranas o el Valle de Uco.

Esta realidad ya fue advertida por la Administración Nacional de Aviación Civil, que no dudó en apoyar las cuatro iniciativas de mejora de la infraestructura aeronáutica que se vienen motorizando desde 2010, concretamente la habilitación del Aeródromo Municipal de General Alvear, la rehabilitación del Aeródromo de Uspallata, la construcción del Aeródromo del Valle de Uco en Tupungato y la conformación de un Aeródromo Público Regional en Rivadavia.

El cierre temporal de El Plumerillo coloca al Gobierno de Mendoza frente a una oportunidad histórica para hacer las cosas maravillosamente bien, con muy poca inversión, con rédito político inmediato y con respaldo de la autoridad aeronáutica. Sólo bastaría convocar a los protagonistas a una mesa redonda en la cual definir los objetivos, plazos y recursos necesarios para ejecutar un plan maestro de infraestructura aeronáutica.

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