Por Thomas L. Friedman - Servicio de noticias The New York Times - © 2016
A lo largo de los últimos años hemos recibido el obsequio de diversas “revoluciones de Facebook”, desde la Primavera Árabe y Ocupa Wall Street hasta los zócalos de Estambul, Kiev y Hong Kong, todas alimentadas por medios sociales. Pero, una vez que el humo se despejó, la mayoría de estas revoluciones no lograron formar un solo orden político nuevo y sostenible, en parte debido a que a medida que tantas voces eran amplificadas, la formación de consensos se fue volviendo imposible.
Pregunta: ¿resulta que los medios sociales son mejores para romper cosas que para hacerlas?
El mes pasado una importante voz respondió a esta pregunta con un gran “sí”. Esa voz era la de Wael Ghonim, el empleado egipcio de Google cuya anónima página de Facebook contribuyó a lanzar la revolución de la plaza Tahrir a comienzos de 2011, que derrocó al presidente Hosni Mubarak... pero después no logró generar una verdadera alterativa democrática.
En diciembre, Ghonim, quien ya se mudó a Silicon Valley, publicó una plática TED sobre lo que salió mal. Vale la pena verla, y empieza de la siguiente manera: “Alguna vez yo dije: ‘Si quieres liberar a una sociedad, todo lo que necesitas es internet’. Yo estaba equivocado. Dije esas palabras allá por 2011, cuando una página de Facebook que creé anónimamente contribuyó a encender la revolución egipcia. La Primavera Árabe reveló el mayor potencial de los medios sociales, pero también expuso sus mayores carencias. La misma herramienta que nos unió para derrocar dictadores terminó por desgarrarnos”.
A comienzos de la década de 2000, árabes acudían en tropel a la Red, explicó Ghonim. “Sedientos de conocimiento, de oportunidades, de conectarse con el resto de la gente por todo el mundo, escaparnos de nuestras frustrantes realidades políticas y vivir una vida virtual, alternativa”.
Y después, en junio de 2010... “Internet cambió mi vida para siempre. Mientras veía Facebook, observé una foto... del cuerpo torturado y sin vida de un joven de tipo egipcio. Su nombre era Jaled Said. Jaled era un alejandrino de 29 años que fue muerto por la policía. Me vi en su fotografía. De manera anónima creé una página en Facebook y la llamé ‘Todos somos Jaled Said’. En tan solo tres días, la página tuvo más de 100.000 personas, otros egipcios que compartieron la misma inquietud”.
Al poco tiempo, Ghonim y sus amigos usaron Facebook para una colaboración abierta, y “la página se convirtió en la más seguida en el mundo árabe. Los medios sociales fueron cruciales para esta campaña. Ayudaron al surgimiento de un movimiento descentralizado. Esto hizo que la gente se diera cuenta de que no estaba sola. Además, imposibilitó que el régimen lo detuviera”.
Con el tiempo, Ghonim fue localizado en El Cairo por servicios de seguridad egipcios, fue golpeado y después mantenido incomunicado durante 11 días. Sin embargo, tres días después de haber sido liberado, los millones de manifestantes -que sus publicaciones en Facebook contribuyeron a impulsar- generaron la caída del régimen de Mubarak.
Ay, la euforia se evaporó pronto, dijo Ghonim, porque “no logramos formar consenso, y la lucha política condujo a una intensa polarización”. Los medios sociales, notó, “solo amplificaron” la polarización “al facilitar la proliferación de desinformación, rumores, cámaras de eco y discurso de odio. El ambiente era puramente tóxico. Mi mundo en línea se volvió un campo de batalla lleno de provocadores, mentiras, discurso de odio”.
Partidarios del ejército y de los islamistas usaron medios sociales para opacarse mutuamente, en tanto el centro democrático, que Ghonim y muchos otros ocuparon, fue marginado. Su revolución fue robada por la Hermandad Musulmana y, cuando falló, por el ejército, que después arrestó a muchos de los jóvenes laicos que impulsaron la revolución al principio. El ejército tiene su propia página de Facebook para defenderse.
“Fue un momento de derrota”, dijo Ghonim. “Mantuve el silencio durante más de dos años, y usé el tiempo para reflexionar sobre todo lo ocurrido”.
A continuación lo que él concluyó con respecto a los medios sociales actualmente: “En primer lugar, no sabemos cómo manejar los rumores. Los rumores que confirman los prejuicios de la gente son difundidos y creídos actualmente entre millones de personas”.
En segundo, “tendemos a solo comunicarnos con personas con las que coincidimos, y gracias a medios sociales, podemos mutar, dejar de seguir y bloquear a todos los demás. En tercero, las discusiones en línea descienden rápidamente a turbas iracundas... es como si olvidáramos que la gente detrás de pantallas son efectivamente personas reales y no solo avatares”.
“Y en cuarto lugar, se volvió realmente difícil cambiar nuestras opiniones”. Debido a la velocidad y brevedad de los medios sociales, estamos obligados a saltar a conclusiones y escribir agudas opiniones en 140 caracteres sobre complejos asuntos mundiales. Además, una vez que así lo hacemos, eso vive por siempre en internet”.
En quinto, y más crucialmente, dijo, “actualmente nuestras experiencias en medios sociales están diseñadas de manera que favorecen transmisiones sobre compromisos, comentarios sobre discusiones, someros comentarios sobre profundas conversaciones... Es como si nos hubiéramos puesto de acuerdo en que estamos aquí para hablarle a la gente en vez de para hablar con la gente”.
Ghonim no se ha rendido. Él y pocos amigos lanzaron hace poco un sitio web -Parlio.com- para albergar conversaciones civiles sobre temas polémicos y frecuentemente caldeados, con el objetivo de reducir brechas, no ampliarlas. (Yo participé en un debate en Parlio y lo hallé interesante y sustancial).
“Hace cinco años”, concluyó Ghonim, “Dije: ‘Si quieres liberar a la sociedad, todo lo que necesitas es internet’. Actualmente, creo que si queremos liberar a la sociedad, primero necesitamos liberar internet”.