La vida en el planeta Tierra tiene riesgos y no nos referimos a la ley de la selva en la que los animales más grandes se comen a los más chicos o los riesgos antrópicos sociales en los que los humanos se buscan causas para agredirse.
Los riesgos ambientales están relacionados en forma directa a la localización física que ocupamos en el planeta. ¿Qué queremos decir con esto? Que si estamos viviendo en zonas bajas estaremos bajo el riesgo de inundaciones o sequías; si estamos en zonas montañosas estaremos amenazados por movimientos telúricos, sequedad o deslaves. En sabanas, por lluvias violentas, incendios de pastizales, o tornados. En zonas costeras, por invasión de los mares. En zonas tropicales, por calores intensos y huracanes; en desiertos, por la falta de agua, entre muchos más.
Treinta regiones en el mundo tienen déficit de agua y 1.000 millones de personas sufren el estrés hídrico. El agua hace a la vida, o sea a la agricultura, la industria, la energía, la salud pública, la lucha contra la pobreza. Participa de todas las actividades de la vida. El riesgo es: la escasez en los lugares donde es necesaria; la contaminación; la merma en las redes de distribución; el consumo discrecional, que ha aumentado 6,7 veces en los últimos 100 años. El agua no tiene sustitutos y que nadie sufra la escasez es tal vez el mayor desafío de la humanidad.
En todos los casos que hemos citado, el agua es protagonista debido a que es parte de la vida de todos los seres de la tierra. Es un recurso difícil debido a que no siempre está donde a nosotros nos gustaría que esté, sin mencionar siquiera el estado en que está, que, en la mayoría de los casos, no es apta para el uso o consumo sin un tratamiento previo de purificación y distribución por las redes que forman parte de todas las ciudades del mundo.
La falta o insuficiencia actual de agua en algunas ciudades o regiones puede no sorprendernos. Hace 100 años o más, cuando fueron creadas la mayoría de las ciudades que conocemos, nadie hablaba del cambio climático producido por el calentamiento global y no era imaginable el formidable aumento de la población mundial del siglo XX. De allí, los problemas actuales en la infraestructura hídrica.
Muchos países tienen este problema y vamos viendo cómo cada uno va solucionándolo con acuerdos de vecindad o con obras de ingeniería para transportes líquidos por tuberías del mismo modo que se hace con otros fluidos como combustibles fósiles crudos y refinados. Sin ir lejos, nuestro país cuenta con 2.990 km de oleoductos que van desde las zonas de producción hasta las 11 refinerías o destilerías principales ubicadas mayormente en zonas de consumo, además de 8 poliductos con una longitud de 3.500 km donde una de las conexiones es Luján de Cuyo, Villa Mercedes (SL) y Buenos Aires.
En muchos casos, el mismo sistema de transporte es adoptado por empresas frutícolas para llevar sus productos a las zonas de consumo. Así vemos el frutiducto de jugos cítricos que va desde São Paulo hasta el puerto de Santos en Brasil cruzando selva y desniveles por más de 100 km para que su contenido a granel pueda ser descargado directamente en los navíos bodega, para exportación.
En cuanto a la situación hídrica, un territorio parecido a nuestra región Cuyo es México, con una población de alrededor de 20 millones de personas sólo en su capital (Ciudad de México), o sea algo muy difícil de solucionar ya que no tienen agua en su territorio. Sin embargo, ante la necesidad, ellos han logrado transferir el recurso a la región de consumo merced a un gran trabajo de ingeniería hidráulica que significó llevar el agua desde el río Cutzamala, embalsado en 7 represas y 9 estaciones de bombeo, hasta la Ciudad de México por ductos de más de 320 km de longitud y bombeándolo hasta la altura de 2.700 msnm (Conagua-04) a razón de 16 a 19 m3/s saliendo del Estado de origen, Michoacán, y pasando por Edomex y su destino a la CDMF.
Esta obra se implementó en tres tramos durante diecisiete años y actualmente abastece, como dijimos, a 20 millones de personas, algo que no podía hacerse con los acueductos aéreos que existían desde tiempos coloniales.
En los últimos años la población no ha crecido en los niveles de fin de siglo XX, por eso la estrategia de los ingenieros hidráulicos mexicanos no es construir nuevos ductos sino mantener 100% operativos los existentes para que no haya merma o pérdidas por cualquier causa que puedan generar eventos de crisis importantes.
Sobre lo expuesto es bueno que reflexionemos sobre nuestro presente y futuro en la zona de Cuyo y particularmente en Mendoza, donde las autoridades responsables de la gestión del agua nos piden permanentemente moderación en el consumo de agua. También se reclama evitar la contaminación explicando exhaustivamente que estamos soportando muchos años de bajas nevadas lo cual ha producido una notable retracción en los reservorios como consecuencia de la disminución del volumen glaciario que seguramente tiene relación con el calentamiento global. Esto puede significar, en función de los desacuerdos mundiales presentes sobre las acciones a seguir, que la tendencia será la misma o peor para los años venideros, situación que afectará aún más nuestro abastecimiento hídrico.
Conocido es en nuestro país la variedad de climas y de suelos. Nos preguntamos si no será el momento de comenzar a hablar de algún proyecto de ingeniería ambiental similar a los dados como ejemplo, que pueda proveernos del vital recurso del agua a través de su transporte hasta nuestra región desde lugares donde el mismo es abundante, teniendo en cuenta que no debería ser de regiones que disponen de la misma fuente glaciaria sino de otro origen a los efectos de tener asegurada la provisión en caso de que nuestra madre naturaleza no quiera darnos más o retacearnos la bendición blanca.
Oportunidades hay muchas: el acuífero Guaraní, la cuenca del Río de la Plata, y los abundantes humedales de la llanura pampeana como por ejemplo la laguna La Picasa, una inmensa superficie lacustre de 300 km2 encuadrada en una cuenca endorreica de 5.500 km2 y de muy bajo potencial de escurrimiento que comprende tres provincias agrícolo-ganaderas que son el núcleo cerealero del país, cortada al medio por la RN7 que une Buenos Aires con Mendoza. La misma que en 2017 generó inundaciones por lluvias cortando todo el transporte por períodos largos e inundando campos productivos y produciendo inmensos gastos de drenaje y obras hidráulicas que no dieron una solución definitiva ante fenómenos similares. Finalmente, el agua es el recurso de la vida y todos tenemos derecho a ella.