Recuperar el liderazgo vitivinícola

Mendoza, que demostró claramente que el gran cambio que produjo la vitivinicultura estuvo centrado en la calidad, debe recuperar el liderazgo en la industria y señalar el camino para modificar estructuralmente la difícil situación por la que atraviesa el

Recuperar el liderazgo vitivinícola

Conocido el primer pronóstico de cosecha, que indica que la próxima vendimia será similar a la de 2015, se viene ahora la eterna discusión entre Mendoza y San Juan, para establecer cuánto vino debería elaborarse, estableciendo como criterio la cantidad de uva que debería derivarse a mosto o a otros usos, como están pidiendo algunas entidades. Y hasta ingresa en la discusión si el acuerdo interprovincial debería mantenerse o no y las posiciones son tan disímiles que resultaría imposible alcanzar unanimidad en las decisiones. El convenio, implementado durante la gestión de Rodolfo Gabrielli cumplió una etapa muy importante durante varios años porque sirvió no sólo para regular el stock de vinos, sino también para posicionar a la Argentina en el mercado mundial de mosto, alcanzando en su momento el primer lugar en el mundo en exportaciones de ese conmoditie. Sin embargo, el ingreso de jugos de peras y de manzanas de China influyeron en el mercado de los jugos para edulcorar, lo que actuó en detrimento del precio del mosto y por lo tanto el jugo de uva dejó de ser competitivo.

Más allá de lo que suceda este año, en que resultará difícil realizar modificaciones porque ya estamos sobre la cosecha, con miras a futuro el acuerdo debería ser revisado. La propia historia lo demuestra si partimos de la base de la calidad de los vinos. Sólo cabría recordar que en la década de 1960-1970 el consumo anual de vino per cápita en la Argentina alcanzaba los 90 litros, pero el ingreso masivo de bebidas sustitutas, como la cerveza, las gaseosas, los jugos, los amargos o el agua saborizada afectaron seriamente al mercado de vinos. A lo que habría que agregarle que hubo cambios de hábitos en la población -que dejó de almorzar en su casa- y hasta hay quienes consideran que otro de los motivos que influyeron sobre la caída del consumo fue la ley de envasamiento en origen. Sea cual fuere el motivo, lo cierto y concreto es que la presencia del vino en el mercado de bebidas fue decayendo, hasta que en la década de 1990 los propios industriales llegaron a la conclusión que debía dejarse de lado la cantidad de vino elaborado y priorizar la calidad de los productos.

Mendoza fue pionera en el gran cambio que vivió la vitivinicultura nacional. Porque comenzó con una importante reconversión de viñedos, erradicando uvas de menor calidad enológica e implantando varietales de alta calidad, a lo que sumó la incorporación de tecnología de punta en las bodegas y la especialización de los enólogos. Para llegar al mundo, los empresarios comenzaron a participar en las ferias internacionales y en base a la calidad del vino emblemático, el malbec, ganó espacios en las góndolas de los principales mercados. Las exportaciones crecieron de manera exponencial, a razón de dos dígitos anuales y de los pocos miles de dólares que se exportaban a principios de la década de los 90, se llegó a los más de mil millones (mosto incluido) en 2010, año en que comenzó una meseta por de la caída de la competitividad como consecuencia de una inflación interna importante y un dólar desfasado. Debe consignarse también que no sólo ganó en ese lapso el mercado de exportaciones, sino que el consumidor argentino también se vio beneficiado por vino de mejor calidad y accesibles en el precio.

Pero no todos resultaron beneficiados con ese cambio profundo que se produjo en la actividad. Hay zonas, especialmente en San Juan y parte de nuestra provincia que no alcanzaron a reconvertir, mientras también existen bodegas que, por carecer de la tecnología suficiente, producen vino de menor calidad que no tienen mercado, ni externo ni interno, que están influyendo sobre la masa general de los caldos y generan excedentes. No se los puede culpar de la situación, porque seguramente carecen de espalda financiera, pero sí se los puede ayudar, a través posiblemente de créditos blandos, a que se sumen a  la vitivinicultura de calidad. Ese debe ser el gran debate que se viene y Mendoza, que conoce muy bien lo que sucede porque fue pionera en el cambio, debe recuperar el liderazgo para señalar el camino que necesita el sector para modificar estructuralmente la difícil situación por la que atraviesa la industria.

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