Durante el año 2013 Omar Jury protagoniza una serie de exposiciones que le permiten explayar sus ideas y desarrollar un lenguaje cada vez más íntimo. "Tierra del Fuego", la muestra que actualmente está presentando en el Museo Municipal de Arte Moderno de Mendoza, es un espacio de trabajo en el que continúa ampliando el concepto de pérdida.
A través de distintas operaciones del recuerdo, y del olvido, nos habla de sus ausencias y de sus presencias; que, por tratarse de procedimientos artísticos (no sólo de obras), cada espectador puede trasladar a sus propias ausencias y presencias. La "Tierra del Fuego" de Omar Jury es un lugar que sólo existe en sus obras, con las que cada visitante hará su propio viaje.
Desde el viernes 9 de agosto al 1 de setiembre se pueden ver las muestras "Tierra del Fuego" de este autor, y "Desperté con el gol" de Gaucholadri.
Elegimos hablar con Omar y desandar, a través de sus palabras, ese territorio y esos paisajes que nos ofrece.
-Tus primeros trabajos fueron dibujos y pinturas, ¿no?
-Sí, sobre todo por la influencia de mi mamá, Sandra Alonso, que es dibujante y acuarelista. Mi primer acercamiento al arte fue a través del dibujo; pero actualmente estoy trabajando en objetos e instalaciones. Ahora en la muestra del Mmamm presento un proyecto de dibujo un poco diferente de las obras anteriores. Estoy abordando el concepto de pérdida, al traspasar mi propia imagen a otro formato. En ese traspaso siempre se van eliminando datos. Si uno repite este proceso consecutivamente, en el curso de esa acción, se pierde la imagen original; ya no se sabe dónde empieza y dónde termina.
La obra es una serie de dibujos que nacen del calco de una foto mía. A partir de ese primer retrato calcado voy redibujando nuevamente la figura, el próximo dibujo es un calco del siguiente y así sucesivamente. La serie llega hasta al número treinta y cinco, que es una abstracción de mi imagen.
-¿Es como una operación del recuerdo?
-Sí, toda la muestra parte un poco de esa reflexión. En particular de una de las obras que es una foto de la casa donde me crié en la infancia, durante algunos años, en Tierra del Fuego. Hace dos años volví a ese lugar y busqué la casa para ver cómo estaba. Al encontrarla me di cuenta de que yo la rememoraba muchísimo. Tenía una foto de esa época con mi viejo en la casa, que se perdió, y lo que recordaba era esa foto.
Pero al perderse tenía que hacer memoria de la foto, y después darme cuenta de que mi recuerdo es una fotografía. Toda esa operación está en la obra. En Tierra del Fuego tenía tres años, pero me acuerdo de todo, la vida era complicada en ese entonces, estábamos en plena crisis económica, mis viejos se tuvieron que ir hasta allí porque no conseguían trabajo en Mendoza. El lugar era muy extremo: todas casas de madera y chapa, no había urbanización, el invierno era terrible y la naturaleza era muy fuerte. Todo era tan dramático que se me grabó a fuego.
El tema es que uno nunca llega al recuerdo original. Es una construcción todo el tiempo, entre lo que te cuentan, lo que viste y no era; todo se difumina, se pierde, se filtra, algunas cosas se inventan. Esta serie se llama "Representación analógica de un recuerdo". Es como tratar de emular ese proceso de uno queriendo recuperar un dato, que por ahí lo está borrando.
Uno es un humano impreciso que cambia las cosas sin querer. Lo mismo me pasa al tratar de calcar el dibujo calcado. No soy un robot, por más esmero que yo ponga en calcar la imagen, siempre se me va un poco la mano, se agranda una fracción, se omite un dato, las líneas son más pequeñas. Es una manera de hacer abstracción, lo que importa no es el dibujo en sí mismo sino el significado del procedimiento.
-En esta muestra hablás de algo muy íntimo sin ser literal, pero colocaste en el catálogo una carta personal. ¿Cómo fue esta decisión?
-Esa carta es del año ?97. Fue una decisión muy arriesgada para mí; no tanto como artista, sino como persona. Uno tiene que tener mucho compromiso con la obra para ver hasta qué punto se exhibe en ella. Publicar algo tan íntimo como una carta, que me envía mi papá cuando él está en Tierra del Fuego, años después de la separación de mis padres.
Es muy fuerte para mí esa carta, un tesoro invaluable, algo que me ha marcado: lo que dice tiene una mística, mi relación con mi viejo en su ausencia, todo esto ha signado la mayoría de las cosas que busco en mi obra. Pero la carta no es una explicación de la muestra.
Representa muchísimo de esa idea que yo tengo de Tierra del Fuego. Al leerla reconstruí un montón de fantasías: esa tierra desolada, difícil, con mucho hielo, el sufrimiento de allá, la lejanía, la ciudad más austral del mundo. Lo de la carta es algo que me debía a mí, porque si no estaba en la muestra, yo hubiese sentido que omitir una parte.
-Es que es mostrarse a uno mismo?
-Sí, es mostrarse, y yo pienso en mostrarme de la manera más sincera posible. Aunque siempre hay una ficción, todo arte involucra una ficción. Pero dejo el espacio también para que el espectador interprete lo que quiera. Es sólo un texto en el catálogo, nunca muestro el documento-carta. Es inevitable expresar parte del mundo interno de uno, pero hay distintas formas de hacerlo, hay ciertas lejanías, incluso hay artistas que se exponen tanto que se ocultan detrás de un personaje, tampoco son eso.
-Hay artistas a los que trabajar con su vida personal les sirve de alguna manera para cerrar ciclos. ¿En tu caso, cómo es?
-Es un catalizador, pero no sé si eso funciona tanto para mí. Es como que lo tengo muy nebuloso y me gusta que sea así, tengo poco definido si me sirve realmente. No sé si sirve para resolver, o para complejizar más las cosas. A veces creo que la complico más, la enmaraño más, y eso no tiene nada de terapéutico. Pero sí es una decisión trabajar desde ese lugar, porque es un compromiso conmigo mismo, y con el que me ve también. Uno no puede hablar del otro y, cuando querés hacerlo, terminás hablando de vos mismo.