Verano de 1974. Mi padre me enviaba al Club YPF, de la calle Huergo de Godoy Cruz, para que aprendiera a nadar junto a otros jovencitos y jovencitas de aquella época. Aunque lo sigue siendo en atención a los tiempos que corren, en aquellos años era un hermoso lugar lleno de actividades y familias. La pileta, muy concurrida; la pista de atletismo, las canchas de fútbol, tenis y de básquetbol, todas siempre con mucho movimiento. Y las reuniones sociales, especialmente los fines de semana.
Desde temprano se compartían miles de vivencias y muchas veces la ida al club en las jornadas del estío culminaban en la tarde-noche con asados en las enramadas de las instalaciones y largas reuniones entre amigos y parientes...
Mi anécdota es que a pesar de que el objetivo era aprender a nadar, no se dio del todo o en parte sí porque aprendí el elemental braceo, pero conocí a un instructor de natación, joven y apuesto, nadador impecable en estilo pecho. Me enamoré de él y fue así que se convirtió en el padre de mis dos hijas. Hoy, ya abuelos, y a los 42 años de casados, seguimos recorriendo con nuestra mente los caminos del querido club. Hago estos comentarios para promover y apoyar la defensa de estas entidades, de los distritos o las ciudades, que a veces no están en buena condición y en atención al momento difícil que está atravesando una institución señera en la provincia: el Luján Sport Club.
Nélida Gabarro
DNI 13.425.423