Recuerdos de un médico del Perrupato

Recuerdos de un médico del Perrupato
Recuerdos de un médico del Perrupato

A comienzos de 1950, recién recibido de médico cirujano en la ciudad de Rosario (entonces Universidad Nacional del Litoral), mi familia visitó Mendoza, donde vivían unos parientes políticos. Yo pensaba instalarme cerca de mi pueblo, en provincia de Buenos Aires, pero estos parientes de Mendoza hicieron contactos para que me instalara en suelo cuyano y aquí estoy.

Comencé a trabajar en el Hospital Regional San Martín como médico de guardia, me hice cargo de la Sala de Clínica Médica de Hombres que estaba a cargo del doctor Alfredo I. Perrupato pero que no la atendía, a raíz de que era diputado nacional.

Además fui el único ayudante de cirugía del doctor Ricardo Manzino durante muchos años. Un profesional que hizo mucho en San Martín; vivía frente al hospital y se lo consultaba a la hora que fuese, y nunca tuvo un gesto de fastidio.

Desempeñé todos los grados de la carrera médica, por concurso, que culminó como jefe del Servicio de Clínica Médica. Fui elegido por los médicos de la provincia para integrar el Consejo Deontológico Médico, tarea que dura tres años pero que se prolongó durante 15 años.

En esos años fundamos el Círculo Médico del Este. Fui el primer presidente y la sede del Círculo Médico del Este estaba en mi casa particular. Se adquirió el camping del que todos gozamos y posteriormente, en administración de otros colegas, se construyó el magnífico edificio de calle Avellaneda.

Cuando comienza el Proceso militar, se señala mi nombre para ocupar la dirección del Hospital San Martín (hoy Perrupato), cargo que desempeñé durante meses. Se carecía de todo, hasta de lo más elemental.

Un buen día citan, ya avanzada la noche, a una reunión en el Ministerio de Salud Pública, para disponer la cesantía de varios empleados del hospital. Algo increíble.
Yo debía señalar al personal que sería dado de baja en dos meses. Luego de pensarlo contesté que desconocía al personal, hecho que no era del todo cierto, y que el nosocomio se iba a resentir con esa medida, por lo que sugería que esa disposición se tomase, de ser imprescindible, desde el Ministerio, prescindiendo de la dirección del hospital.

Fue la cáscara de banana. Desde entonces todo siguió mal. Faltaban muchas cosas, hasta lo más elemental y seguía mi habitual postergamiento.

Culmina esta situación con mi cesantía, de todas las actividades hospitalarias y sin explicación ninguna en 1976, mediante un decreto que expresa: "Dése de baja por razones de servicio, sin derecho a indemnización, de conformidad a lo establecido en los art. 1º y 6º, inciso 6 del decreto 177/76, prorrogado por Ley 4.234… ".

Los médicos vinculados al hospital publican entonces en diario Los Andes una adhesión a mi persona, soslayando el real motivo de mi separación. Fueron 67 firmas.
Pasados estos tristes episodios y finalizado el Proceso militar, fui invitado a concurrir al hospital para colaborar en distintas actividades, lo que hice con agrado.

Se me encargó, con otro profesional, mostrar a las autoridades provinciales las nuevas instalaciones del hospital Alfredo I. Perrupato.

Las autoridades democráticas declararon "que la baja del doctor Oscar A. Martínez que fuera dispuesta, careció de fundamentos éticos y jurídicos ya que fue arbitraria, por lo que se aclara que esa medida no afectaba la personalidad y dotes del citado profesional, que expresamente se reconocen en este acto, como reparación moral". (Dr. Felipe Llaver, gobernador de Mendoza).

Los excepcionales recuerdos de aquella época nefasta los tengo guardados en archivos, como cuando me robaron un enfermo de la sala para matarlo en Canota.
 
Dr. Oscar A. Martínez
DNI 3.686.891

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