“Cuando un equipo gana gracias a un golazo como el que marcó Luque contra Francia, todas las explicaciones parecen estar sobrando.
Porque en esas décimas de segundo que corrieron desde que partió el disparo hasta que la pelota estalló en la red, cabe todo el fútbol. Todo lo que el juego tiene de hermoso, espectacular, vibrante, brutal y definitivo.
Pasan a segundo plano los merecimientos acumulados en el partido, se superan todos los errores cometidos y hasta se olvida la mucho que sufrimos para llegar al éxtasis de la victoria. Además, es una Copa del Mundo...
Una competencia basada en resultados positivos que permiten seguir viviendo, porque el empate o la derrota, aunque sean injustos, aunque hayamos merecido mejor suerte, nos dejan inexorablemente a un costado del camino.
Se le ganó a Francia y ese triunfo coloca a nuestro equipo en la segunda vuelta de la Copa. Y eso tiene un valor muy grande, porque no siempre un campeón del mundo se edifica sobre grandes performances, pero siempre, inevitablemente, se cimenta sobre buenos resultados.
Por eso no queremos arruinarle el festejo. Ni a usted, que gritó “Ar-gen-ti-na”, hasta quedarse ronco, ni quienes sienten que para la moral de todos es más importante ganar que jugar bien. Respetamos el festejo. Nos adherimos a él. Queremos que Argentina siga ganando 2 a 1, aunque tenga que sufrir cada resultado como lo sufrió Alemania Federal en 1974 o Inglaterra en 1966, hasta coronarse también campeón del mundo...
El difícil equilibrio
Desde que Menotti tomó a su cargo la responsabilidad de hacer felices a 25 millones de argentinos con una Selección capaz de jugar bien y ganar por gravitación de ese mejor juego, no de la casualidad, ha estado buscando ese delicado equilibrio que solo alcanzan los grandes equipos. El equilibrio defensa-ataque. El equilibrio seriedad-alegría. El equilibrio valor hombre-armonía colectiva. El equilibrio sutileza-potencia. El equilibrio técnica-temperamento.
Por momentos se acercó a ese ideal. Por momentos, se alejó. Y contra Francia, ese objetivo quedó distante. Argentina tuvo ráfagas de inspiración y de fervor, pero no tuvo línea de juego. Argentina tuvo hombres capaces de desnivelar individualmente, pero no mostró solidez de equipo...
Si lo medimos a través del fervor, de la voluntad de vencer, del grado de agresividad con que algunos de nuestros delanteros fue a buscar el triunfo, Argentina ganó bien, merecidamente. Pero si tomamos conciencia de los errores cometidos, debemos admitir que nos quedaron muchas dudas y muy pocas seguridades.
No hubo equipo
El mayor defecto que le vimos al equipo fue justamente que no fue equipo. Tomado como unidad de juego y de trabajo, el cuadro francés fue más parejo, más ordenado, más claro y hasta más consistente, aunque le haya faltado la fibra combativa y la definición que tuvo el nuestro.
No puede haber gran funcionamiento asociado si no se produce una suma de buenos y muy buenos desempeños individuales. Y eso no se dio casi nunca. Rescatamos a Passarella en el fondo, cruzando a todos y cortando balones en profundidad con intuición y capacidad atlética.
Fueron muchos, demasiados, los que no acompañaron adelante, los que no pelearon en el medio y los que no aguantaron atrás.
La imprecisión en las entregas siguió siendo grande, en proporción de siete pases equivocados sobre diez. Y las posibilidades de ganar mano a mano, muy remotas cuando no la recibían Luque o Kempes.
Lo que no podemos regalar
Ya quedó definido que el equipo argentino es uno cuando tiene la pelota y otro muy distinto cuando la pierde y es atacado. Esa clara definición nos obliga a plantear nuestro juego de una sola manera: jugando ofensivamente, con o sin la pelota. Con ella, limpiando el camino, fabricando claros y llegando con pelota asegurada.
Sin ella, apretando la salida de los defensores y volantes contrarios, sin retroceder a esperar, sin refugiarnos en el fondo, porque no podemos darnos el lujo de regalarle la manija psicológica del partido. Contra Francia, equipo que no juega mal pero que no tiene fortaleza espiritual, cometimos ese pecado. Y tanto dejamos agrandar al equipo de Michel Hidalgo que casi perdemos el partido...
La falta de luces que han mostrado Ardiles y Houseman en los dos primeros encuentros de la zona nos complicó la salida y la llegada. Los errores defensivos no fueron graves porque Francia no tiene delanteros combativos y con potencia para definir. Pero esos errores, frente otro ataque, pueden tener consecuencias serias. No se puede llegar a campeón del mundo regalando tantas ventajas. Y nosotros deseamos fervientemente que Argentina llegue a Campeón Mundial.