Recordando a "el Papi” Edgardo

Edgardo Peralta fue considerado en algún momento como “el Papi” del básquetbol, deporte al que le dedicó su vida: fue jugador, entrenador y por último dirigente.

Recordando a "el Papi” Edgardo
Recordando a "el Papi” Edgardo

En su infancia Edgardo Sergio Peralta, que nació el 30 de abril de 1943 y falleció el 31 de octubre de 2009, eligió el básquetbol, actividad en la que durante su extensa y exitosa trayectoria desarrolló las tres etapas posibles que cualquier deportista desea íntimamente alcanzar: fue jugador, técnico y dirigente.

Pero también podría haber sido un excelente futbolista, porque a mediados de los ’50 integró las divisiones inferiores del club Andes Talleres y se veía que tenía condiciones para el puesto de delantero, el que había elegido. Él mismo contaba que era bastante ligerito, sabía desmarcarse, le pegaba bastante fuerte y con buena dirección a la pelota y aunque tenía edad de sexta, solía ser convocado a la quinta y cuarta división.

Sin embargo, y como también señalaba en aquellas cálidas charlas con amigos entrañables como el Gringo Bonanno y Jorge Gago, a las que nos sumábamos algunos periodistas ávidos de escucharlo, en esa misma época también participaba en los torneos de básquetbol que se organizaban en la escuela Manuel Quintana, donde cursaba la primaria y donde resultó elegido para integrar el semillero del club Mendoza de Regatas después de un exigente selectivo escolar.

Aquellos fueron los inicios de un basquetbolista que con el paso del tiempo grabó su nombre con letras de oro en el historial de ese deporte en la provincia, a la par de figuras del prestigio de Luis Felipe Armendáriz, Arturo Cacciamani, Nelson Pipío Pedemonte, Jorge Rulo Becerra (nacido en San Luis pero formado en Mendoza), Vicente Pellegrino y seguramente muchos, pero muchos más.

Campaña que lo llevó a lucir los colores del nombrado Regatas a partir de 1956 en cadetes menores y desde 1959 en primera división; los de la UNCuyo (Universitario), que hacía de local en la desaparecida cancha de Redes Argentinas hasta 1965; los de su querido Andes Talleres como titular indiscutido durante 10 temporadas, desde julio de 1966 hasta 1976, y la borravino de la Selección Mendocina en los Campeonatos Argentinos de 1962, 1965, 1966, 1967 y 1968.

Justamente “el Maestro” Luis Felipe Armendáriz recuerda a la mayoría de los compañeros de Edgardo de fines de los ’60 y principios de los ’70, cuando Andes Talleres llegó a completar 120 partidos en condición de invicto: el propio Luis, sus hermanos José y Francisco Armendáriz, Víctor González, el Gringo Zanatello, José Luis Nenna, Humberto Tito Carra, el Zurdo Fernández, Roberto Andrade, los hermanos Raúl y Roberto Brioude, Orlando Toledo, Raúl Caniche Estalles y Eduardo Tono Alvaro, entre los más nombrados, cuando Alberto Pablos, Tito Carra, Rafael Ferrer y Pedro Bátiz dirigían aquel poderoso quinteto Azulgrana. También cuenta don Luis: “Llegó muy joven y muy pronto se adaptó a nuestro juego.

Teníamos un plantel tan numeroso como calificado y desde el primer día fue uno más entre nosotros. Era muy veloz, tenía una excelente media distancia, lo que comúnmente se decía un fuera de serie, porque también era un excelente compañero. Muchas veces después de los partidos nos invitaba a comer a su casa del Primer Barrio de Empleados de Comercio, lo que le hacía muy bien al grupo”.

El técnico

En su segunda etapa, apenas dejó de jugar, apareció el entrenador, consecuencia de su pasión por el básquetbol y de su perfil estudioso, observador, crítico, deseoso de nuevos conocimientos, según cuenta Jorge Gago, que con posterioridad, en la época de dirigente, siempre estuvo a su lado y se convirtió en la persona de su máxima confianza.

Vocación que lo llevó a dirigir desde 1976 a 1993 con igual lucimiento y varios títulos a Andes Talleres, Atenas, Israelita Macabi, Rivadavia, Regatas, UNCuyo, el Seleccionado Juvenil que se adjudicó el Campeonato Latinoamericano jugado en Buenos Aires y en varias oportunidades a la Selección de Mendoza en los ’80.

Lo que Edgardo siempre destacó con agradecidas palabras a quien fue su mentor en esa difícil función: “Le debo mucho a Pedro Bátiz, mi amigo y mi maestro, que me inició como entrenador. Trabajé y aprendí mucho a su lado; me formó como técnico”.

Luis Armendáriz recuerda además que Peralta volvió a sorprenderlo como orientador táctico, al igual que antes como jugador: “Cuando asumió se encontró con la responsabilidad de que tenía que dirigir a varios de los que habíamos sido sus compañeros. Lo hizo de la mejor manera, con esa personalidad ganadora que sabía transmitir y su alma de líder”.

También Aníbal Mario Cerioni, el hombre que durante tantos años honró la mística del club Atenas desde su función de presidente, lo recordó con encendida admiración: “Representó la generación dorada de nuestro básquetbol y bajo su conducción Atenas vivió los mejores momentos de su historia.

Fue en la década del ’80 cuando dejó su huella imborrable en nuestro club”. Se recuerda, por ejemplo, aquel título de 1984, luego de tres vibrantes partidos definitorios frente a Andes Talleres, cuando Ricardo Masuelli, Miguel Diblasi, Francisco Paco Alemany, el Lechuga Juan José Belda, Alberto Rodríguez, Miguel Furque y Alejandro March eran los principales referentes de aquel poderoso equipo Rojo y Negro del Pozo Apache.

También fue el DT campeón de la Selección Femenina que se consagró en San Juan en 1982, en el que, entre otras, formaban Mercedes Gómez, Rosa Maradona, Dora Beatríz Carrique y Laura Cócola, de apenas 15 años. Dijo la eterna Carrique en una reciente nota de Los Andes: “Fue el máximo entrenador de mi carrera”

El dirigente

El tercer ciclo lo encontró primero desde 1996 como secretario de la Federación Mendocina de Básquetbol y luego en la función de presidente, cargo que asumió el 19 de mayo de 2004 hasta el momento de su dolorosa desaparición, el 31 de octubre de 2009. Jorge Gago evoca que cuando en 2002 inició la campaña de su candidatura acuñó una frase que fue todo un desafío personal, un mensaje esperanzador y un serio compromiso de trabajo: “Mendoza merece otro básquet”.

Ganó las elecciones 21 a 14 y en el preciso instante en que asumió dejó otra sentencia propia de la palabra que había empeñado, de su ética y conducta deportiva: “Desde hoy tengo una sola camiseta, la de la Federación, que es la que representa a todos los clubes de Mendoza”.

Durante su gestión alcanzó otras metas que demostraron su empuje y el de su equipo de trabajo, que en distintos puestos claves integraban José Morcos -quien lo reemplazó en la presidencia a su muerte-, Jorge Gago -que hasta hace muy poco también ocupó esa función-, el Tono Alvaro, Carlos Olguín y Pepe Llamas.

Entre esos logros, que se alcanzaron por la excelente relación que forjó con la Confederación Argentina de Básquetbol, en la que integró el Consejo Directivo, se destacan la concentración en Mendoza de la Selección Sub-21, la disputa en 2005 del Campeonato Argentino de Infantiles, el Campus 2007 con 127 jugadores inscriptos, las visitas como conferencistas de Orlando Ferrato y Rubén Magnano, la exitosa organización en 2008 del Campeonato Argentino de Mayores, cuando se hizo realidad su mensaje previo de que Mendoza debía estar entre los cuatro primeros, y la disputa en 2009 del Campeonato Panamericano Sub-16.

La muerte lo sorprendió cuando seguramente tenía mucho más para darle al deporte que tanto amaba y que desde niño llevó en la sangre. En la postrer despedida, los periodistas deportivos especializados en básquetbol de Los Andes, Aldo Gatica y Gustavo Pucho Villarroel, escribieron en nuestro diario: “Su voz grave ya no volverá a escucharse en la sede de la Federación Mendocina de Básquetbol. Tampoco en su hogar, en las reuniones del Consejo Ejecutivo, ni en ninguna de las canchas mendocinas. Pero siempre permanecerá en la memoria de todos los que lo conocieron en menor o mayor medida”.

Así se lo recordará siempre, como una persona de bien, un excelente padre de familia y un deportista íntegro.

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