En esta columna editorial nos hemos ocupado de mostrar los estragos que produjo la política kirchnerista que, bajo el demagógico lema de “defender la mesa de los argentinos”, prohibió en el año 2006 la exportación de carne vacuna. El desaliento de los productores llevó a que el rodeo se redujera en 10 millones de cabezas y los consumidores terminaran pagando precios de la carne similares a los más caros del mundo. Es interesante señalar que, en un claro caso de lo que la sociología denomina “las consecuencias no deseadas de la política económica”, el alto precio de la carne vacuna estimuló el consumo de la carne de pollo y cerdo.
Hemos mostrado cómo tanto por razones de precios como por modificación de las preferencias de los consumidores ha cambiado la composición de la dieta cárnica de la población. La buena noticia es, por un lado, la recuperación de parte de rodeo perdido; la otra es haber alcanzado el récord de consumo de carnes con 118,4 kilogramos habitante/año. Se trata de uno de los consumos más altos del mundo. Un exhaustivo informe publicado en la sección Economía del diario La Nación aporta información muy interesante al respecto.
Un dato llamativo es que este récord de consumo de proteína animal se ha logrado con una modificación importante en la composición del mix de las tres carnes principales, vacuna, pollo, cerdo y en mucha menor medida, cordero. Los números son elocuentes; hoy el consumo se compone de 58 kilos de carne vacuna, 44,9 de pollo, 13,7 de carne porcina fresca y 1,8 de cordero. Esto implica una dieta cárnica más equilibrada y rica que la tradicional. Se podría alegar, con razón, que se trata de un promedio y como tal no implica que “toda” la población acceda en la misma medida a este patrón de consumo. Pero también es fácil advertir que difícilmente haya muchas personas que dupliquen ese promedio para sostener que en la otra punta haya mucha gente con cero consumo.
En el caso de la evolución del consumo de carne vacuna los datos muestran con claridad el cambio de patrones de consumo de la población. En 1990 el consumo era 78 kilos por habitante y el consumo total de carnes de 89 kg., la vacuna era casi el 90% del total, en tanto que hoy es poco menos del 50%. Dijimos que los cambios obedecen a cómo han ido variando los precios relativos entre las distintas carnes, a importantes cambios en la oferta de pollo y cerdo, a cambios en los hábitos de vida y consumo. Es notable la mejora que han realizado los productores y los comercios en la calidad y diversidad de presentación de los productos al público consumidor.
Algunas conclusiones importantes surgen tanto desde la perspectiva de los productores como de los consumidores. En el caso de la carne vacuna, en la medida que se recupera la producción habrá más exportaciones, en un mercado internacional donde la demanda crece, sobre todo en los cortes de mayores precios. Un dato ilustrativo: en el 2006 cuando se prohibieron las exportaciones estas alcanzaban los 700 millones dólares, este año en recuperación rondará los 270 millones. En el sector hay amplias coincidencias en aumentar el peso de faena, más kilos de carne con la misma cantidad de ganado y cambiar los sistemas de comercialización, separando los cortes de mayor consumo interno de los destinados a la exportación.
En la producción de carne aviar la producción abastece el mercado interno, se importa una fracción muy pequeña, pero el sector exporta mucho más.
En carne porcina la inversión y crecimiento han sido muy significativos. En síntesis, en materia de carnes las noticias son buenas, tanto para productores como para consumidores.