Reconciliación religiosa y condena a la corrupción

El Papa Francisco acaba de realizar otra gira histórica por la envergadura de asuntos que abordó en México. Los días en ese país permitieron al Pontífice, fiel a su estilo frontal aunque siempre paternal, comprobar las necesidades y la marginalidad que de

Reconciliación religiosa y condena a la corrupción

La corrupción y el narcotráfico enquistados en México son causantes indudables de la situación de pobreza que soporta ese país, a lo que se suma el problema de la migración y las injusticias derivadas de la crónica discriminación étnica. Es real la decepción que sufrieron aquellos que no pudieron tener una audiencia con el Papa para abordar otro drama, el de las víctimas de los abusos de curas pederastas en aquel país, pero es un grave problema que el Vaticano viene abordando sistemáticamente y no hay que descartar que se produzcan avances en la investigación y sanción de esas atrocidades.

Sí queda la trascendencia de los discursos de Francisco ante autoridades civiles y eclesiásticas dando su opinión sobre los males de un país que debería brillar en el mundo de no tener el flagelo de la corrupción como mal casi crónico. Justicia real y coraje profético son frases que sintetizan la visión de Francisco sobre la situación de un país que no puede perder más tiempo en manos del mal.

En la antesala de su estadía en México, Francisco participó del histórico encuentro con el Patriarca ortodoxo ruso, Kirill, de paso en el aeropuerto de La Habana, Cuba. Se trató de una reunión valiosísima en la historia del cristianismo, porque marcó el final de un desencuentro de casi mil años. El Gran Cisma de Oriente y Occidente, de 1054, marcó una de las divisiones más duras para los cristianos a lo largo del tiempo.

Los expertos señalan que nunca existieron grandes diferencias teológicas entre católicos y ortodoxos y que aquella división fue una clara consecuencia de la competencia por el manejo de la cristiandad bajo influencias políticas propias de aquellos años entre Roma y Constantinopla. Sí hubo, en cambio, fuertes enfrentamientos entre partes durante siglos que marcaron momentos clave de la historia de la humanidad.

A partir de 1965, con la apertura del Concilio Vaticano II al ecumenismo, el intento de acercamiento de Roma a las demás iglesias cristianas se fue gestando y así fue como en aquellos años el Papa Paulo VI y el Patriarca Atenágoras I, levantaron las ex comuniones mutuas. El saludo entre el actual líder católico y su par ortodoxo ruso se produce, paradójicamente, en un fugaz acto en un país con un régimen comunista y ateo que persiguió a los cristianos durante décadas y que ahora se aferra a Roma en su búsqueda de una retirada del poder reconciliado con el mundo. No es menor que el patriarca Kirill represente a una Iglesia que también fue sometida durante largos y sangrientos años por el régimen soviético comunista.

El coraje de Francisco y la tolerancia del Patriarca ortodoxo ruso permiten alentar un futuro de unidad del cristianismo, importante en un mundo necesitado de preceptos rectores inspirados en el bien, que contrasten con la miseria y la corrupción que días después el propio Papa ejemplificó en la realidad mexicana.

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