Edgardo Bella Luna (40) empezó a estudiar Ingeniería Electromecánica en 1994, pero en 1995 cambiaron el plan de estudios y pudo retomar al año siguiente. Cuando terminó de cursar, rindió mal una materia que era considerada el “cuello de botella” de la carrera y abandonó. Si bien se dedicó a otras cosas, y en el camino se casó y tuvo dos hijos (hoy de 6 y 4 años), nunca se resignó a abandonar definitivamente el estudio. El año pasado se recibió y es uno de los que recibirá 25 mil pesos por haber obtenido su título de ingeniero.
El Proyecto Delta G es una beca estímulo para estudiantes avanzados de Ingeniería que ofreció la Secretaría de Políticas Universitarias del Ministerio de Educación de la Nación, en el marco del Plan Estratégico de Formación de Ingenieros (2012-2016). La convocatoria fue enviada a principios de 2014 a universidades públicas y privadas para que seleccionaran alumnos que hubieran discontinuado o abandonado la carrera, se encontraran insertos laboralmente y adeudaran cuatro o menos materias.
Los estudiantes que cumplieran con los requisitos tenían un año para graduarse -el plazo se cumple este 15 de marzo- y de esa manera hacerse acreedores de la beca estímulo de 25 mil pesos. Los primeros en recibir este monto en la provincia fueron 7 flamantes ingenieros de la UNCuyo, días antes de que terminara 2014. La semana pasada fueron premiados otros 18 de la UTN y 7 más de la Universidad de Mendoza. En todos los casos corresponden a una primera cohorte, que debía recibirse hasta julio, pero varios han terminado sus estudios desde entonces.
Uno de ellos es Edgardo Bella Luna, quien es oriundo de Tunuyán y en cierto momento decidió dejar Ingeniería, volver a su departamento y dedicarse al negocio familiar, una óptica, para lo que estudió y se especializó en Contactología. Con el tiempo aprobó algunas materias más de su primera carrera, de la UTN, aunque se le complicaba completar la pasantía por los horarios de trabajo, ya que además da clases en una escuela técnica. Finalmente logró que su trabajo docente y un proyecto de campo que desarrolla los fines de semana le contaran como experiencia profesional y el proyecto final.
En ese proceso de aprobar las dos últimas materias lo encontró la convocatoria para el Delta G. El ahora ingeniero explica que el incentivo fue algo extra, pero que necesitaba el título universitario para obtener la titularidad en la escuela y para poder abocarse al trabajo de campo que viene realizando con sistemas de riego, una alternativa muy útil en el Valle de Uco. “Fue como pagar la última cuota de una deuda muy larga”, planteó sobre la sensación de haber terminado esa etapa.
Adrián Sierra, secretario de Asuntos Estudiantiles de la UTN, detalló que encontraron 350 estudiantes de las cinco ingenierías -Electrónica, Electromecánica, Química, Sistemas e Informática, y Civil- que estaban en condiciones de ingresar al programa. De ellos, se inscribieron 130 y 119 resultaron seleccionados. Si bien 18 ya recibieron el monto estímulo de 25 mil pesos, a partir de este proyecto nacional completaron sus estudios más de 40. En particular, comentó que los conmovió un estudiante que había ingresado en 1995 y sólo le quedaba el proyecto final. Estaba muy emocionado cuando lo convocaron y logró terminar la carrera.
La encargada de coordinar el programa en la Universidad de Mendoza, Graciela Sevilla, señaló que hubo alumnos que respondieron a la convocatoria pero no consiguieron ser incluidos en el programa (de 62 postulantes, sólo 24 cumplieron con los requisitos). Pero de todos modos sirvió para que algunos que habían abandonado se acercaran nuevamente a la facultad. De hecho, contó que uno de ellos les dijo que se había resignado a ya no recibirse, pero retomó el estudio.
Si bien Sevilla comentó que los ingenieros son de los profesionales más requeridos en el país, también son pocos los jóvenes que optan por estas carreras. Además, el ciclo básico tiene materias que presentan dificultades para los que recién salen de la secundaria. Cuando son alumnos avanzados -o realizan su práctica profesional- suelen encontrar un trabajo y los horarios laborales atentan contra la posibilidad de terminar los estudios.
Pero la experiencia de María Laura Romero (27) fue diferente. Ella estudió Ingeniería en Informática en la subsede de la Universidad de Mendoza en San Rafael y empezó a trabajar en Edemsa. Cuando completó la práctica profesional le ofrecieron un empleo fijo en Mendoza. Si bien sostiene que la apoyaron con sus estudios en la empresa, también comenta que a la mudanza se le sumó que empezó a convivir, por lo que enfrentó muchos cambios en su vida. La beca Delta G fue un incentivo importante que la ayudó a concentrarse y recibirse.
Para Gabriel Houri (35), tener su título de bioingeniero significó un logro personal y también económico, ya que le pagarán un extra como profesional. Él cursó Ingeniería en Electrónica en la Universidad de Mendoza hasta tercer año y se cambió a Bioingeniería. Como comenzó a trabajar en el Cricyt (hoy CCT), se fue dilatando su carrera y sólo le restaba terminar de escribir la tesis. Pero tomó la decisión de saldar ese pendiente, se inscribió en Delta G y recibió los 25 mil pesos, que destinará a un auto para que su esposa pueda andar con su hija de un año.
En la Facultad de Ingeniería de la UNCuyo los 7 egresados de la primera cohorte -el programa nacional fijó cuatro fechas para completar los estudios- fueron premiados el 29 de diciembre. Roque D’Ambrosio, secretario académico, indicó que se inscribieron 23 alumnos, que al 30 de setiembre se graduaron otros 6 y al 30 de noviembre 4 más. Ahora restan los que egresen hasta el 15 de marzo.