Lo sucedido en el Clásico Vendimia de turf no puede volver a repetirse. No se puede aceptar la violencia, provenga de donde proviniere, porque los argentinos debemos dejar de lado la prepotencia para priorizar el diálogo en la búsqueda de soluciones. Lo grave del caso es que ese hecho, sumado a la inaceptable actitud de una dirigente sindical insultando a funcionarios nacionales y provinciales, ganaron las portadas de los diarios locales y nacionales y empañaron, una vez más, la fiesta máxima del trabajo de los mendocinos.
No quedan dudas de que las grietas provocadas durante la anterior gestión gubernamental continúan abiertas y resultará difícil superarlas a corto plazo porque existe una crisis de dirigentes que no saben o no quieren modificar actitudes y priorizan el enfrentamiento por sobre el diálogo. Cabría preguntar, en ese esquema, a la sindicalista de ATE, Raquel Blas, qué significa “ganar la calle”. Si por “ganar la calle” entiende cortar el tránsito en las principales arterias céntricas y molestar hasta el hartazgo a cientos de miles de mendocinos que no ven respetados sus derechos a transitar libremente por el país, está muy equivocada. También cabe preguntarle si concurrir a espectáculos masivos y, con violencia verbal, hacer conocer sus planteos, sirve al gremio que representa o a la población en general.
Los hechos que se suceden durante el Carrusel han cansado a los mendocinos. Comenzaron con las protestas de los productores, como sucedió durante el gobierno de Carlos Menem, pero después se sucedieron durante las distintas celebraciones de la Fiesta de la Vendimia, llegando a situaciones incomprensibles, como lo ocurrido cuando un grupo de manifestantes defensores del medio ambiente insultaron al gobernador de San Juan por su apoyo a la minería, sin tener en cuenta que pocos meses antes el mandatario había resultado reelecto por un grupo más que mayoritario de ciudadanos sanjuaninos.
En el caso de los gremios, pareciera ser que, ante la imposibilidad de que las medidas de fuerza que adoptan tomen trascendencia pública por el escaso poder de adhesión que alcanzan, los sindicalistas, apoyados por agrupaciones políticas de izquierda, aprovechan la Fiesta de la Vendimia para intentar sacar algún rédito, sin tener en cuenta que lo que logran es el rechazo absoluto de la ciudadanía.
Una simple encuesta permitiría establecer que el insulto y la agresión hacia las autoridades o la demora provocada en la marcha del Carrusel generan el repudio de la gran mayoría de los mendocinos. Así quedó demostrado también con el escaso apoyo que recibió de parte de la ciudadanía la ex titular del gremio de ATE en su incursión en la política a través de un partido de izquierda, donde se verificó con absoluta claridad que los apoyos populares que recibió quien dice representar al pueblo son casi nulos en relación con los que ella critica por ser antipopulares pero que, sin embargo, son infinitamente más votados que dicha sindicalista a pesar de los carteles que arroje y los insultos que emita hacia los representantes de la mayoría.
Lo sucedido en el Hipódromo por parte de apostadores y amantes del turf tampoco es admisible. Por más que se hayan sentido agredidos no se puede hacer justicia por mano propia. Para ello estaban las autoridades policiales a las cuales debió recurrirse, aunque ello no significa que los sindicalistas puedan avanzar sobre el derecho de los demás.
A las autoridades también les cabe su parte de responsabilidad; deben actuar en el plano de la prevención y no esperar a hacerlo ante los hechos consumados.
