Martino llegó a Cataluña con la inequívoca obligación de ganar todo y jugando del mejor de los modos. Los números lo cuentan, tras sus primeros 21 partidos oficiales: ganó la Supercopa de España y rompió el récord del club en un inicio de temporada (suma 40 de 42 puntos posibles). Más allá del juego, lo consiguió con audacia: se animó a reemplazar a Messi, sentó en el banco ocasionalmente a Iniesta, a Alexis Sánchez, a Xavi y a Fabregas.
Tuvo otras virtudes: no dramatizó con las frecuentes lesiones, no confrontó ante las convocatorias de los seleccionados, domó las ansiedades de la prensa catalana. En la Champions, ya se clasificó a octavos sin traumas, más allá de la caída del martes ante el Ajax 2-1, que le cortó su invicto.
Y luce entre los candidatos. Igual, el Tata ofrece prudencia: "Las noticias importantes son las de mayo. La historia sólo recordará al que gane", expresó cuando los elogios lo empezaban a abrazar. Y en ese plan continúa. Alejado de la condición de superestrella, el entrenador suele ofrecer mensajes más allá del campo de juego. A lo Bielsa, pero con un lenguaje más cercano al del hincha y más parecido al de sus vecinos de Rosario.
No es una situación nueva para él. Ya había armado otros equipos exitosos antes de llegar a Barcelona. Eran otros días. Lo impulsaba el corazón más que la razón. Los números invitaban a no aceptar el desafío: la posibilidad del descenso latía en el Parque de la Independencia. Para resucitar a ese Newell’s, adoptó aquella búsqueda que conoció de cerca: la de su admirado Loco Bielsa. Se hizo cargo de un equipo en días difíciles: 18vo. en el Apertura, con un triunfo en esas 19 fechas, con un promedio preocupante.
Tras la insistencia de los hinchas, cuando decidió asumir el reto, se acordó de aquel 1990 de incertidumbre para el club, su club: Bielsa era un desconocido que sólo había dirigido en las inferiores. Se paró frente a todos y pidió lo que las circunstancias obligaban: calma, constancia y convicción. Ahora, en el gigante catalán, más allá de los nombres de elite, Martino ofreció el mismo plan. Y anda cumpliéndolo, a paso impecable.
Aquel plantel averiado se transformó, en dos años, en el mejor ciclo de la historia del club del Parque de la Independencia.
El Tata, crack de esas jornadas, entendió que un técnico estaba naciendo en él bajo la impronta de ese marcador central al que casi nadie había visto jugar. En este primer ciclo en Europa, que comenzó iluminado, procura trasladar el mismo respeto por la profesión, ese que observó y le brindó un rumbo. Martino, de algún modo o de varios, también es aquel Loco.
Empezó en el Ascenso de la Argentina y su primer gran paso lo dio en el fútbol de Paraguay, donde ganó siete títulos locales y donde construyó el mejor ciclo en la historia del seleccionado. Se ganó un nombre en el fútbol del mundo creyendo en aquella idea, en aquel método de trabajo.
Y también poniendo en la cornisa de la eliminación al seleccionado español, en el Ellis Park de Johanesburgo, en los cuartos de final del Mundial 2010. Aquel día lo empezaron a conocer varias de las figuras que hoy dirige: Puyol, Piqué, Xavi, Iniesta, Busquets, Víctor Valdes, Fabregas, Pedro Rodríguez. Aquel día comenzaron a descubrir a un entrenador capaz de resolver situaciones y cambiar escenarios desde el trabajo cotidiano. Hoy, todos ellos, lo están corroborando.
Sin apuro y sin pausa, el Tata le está brindando bastante de su impronta a este equipo que arrasa. Ahora el Barcelona luce más directo y más vertical al momento de buscar. No prescinde de la pelota, pero le agrada llegar más rápido al área. Los resultados y también los aplausos unánimes del Camp Nou lo avalan. “La gente disfruta más que lo que los medios dicen”, expresó Martino. Algunas disfonías catalanas cuentan que tiene razón.