Este será el año más difícil de los últimos 100 años”. En marzo de 2009, al inaugurar la sesiones en el Congreso de la Nación, la presidenta Cristina Kirchner lanzó esta frase para dimensionar el impacto de la desaceleración económica, producto de que “el mundo se nos vino encima”, como le gusta repetir a la mandataria desde entonces. Hasta ahora, la Presidenta no se pronunció sobre los datos que corroboran que el país se encamina hacia una nueva recesión.
En el juego de las similitudes y las diferencias entre una recesión y otra, la principal divergencia está en las causas que generaron el parate. Hace cinco años, la economía local sentía de lleno las consecuencias del efecto mariposa que se abrió en el Primer Mundo tras la caída de Lehman Brothers, en setiembre de 2008. En 2009, la actividad se redujo 2,5% según los registros privados, aunque el Indec marcó un parco 0,1%. Las exportaciones de aquel año se derrumbaron 20,5% y las importaciones bajaron 32%. Aun así, se mantenían enteros los dos pilares del primer modelo económico kirchnerista: había U$S 16.866 millones de superávit comercial y el superávit fiscal era de 1,5% del PBI.
La recesión de aquel entonces sirvió para aminorar la inflación real, que había llegado al 22% en 2008. Un año más tarde se desaceleró al 15%. Con el dólar por debajo de los $ 4, sobraban divisas en el Banco Central, que acumulaba casi U$S 48.000 millones de reservas.
Hoy el superávit fiscal pasó a déficit, las reservas están estancadas en torno a los U$S 28.000 millones, y el saldo comercial obtenido en el cuatrimestre es de apenas U$S 1.047 millones.
“La recesión de 2009 fue preponderantemente causada por factores exógenos, aunque aumentada con algunos errores internos”, señala Marcelo Capello, de la Fundación Mediterránea. “Actualmente, el freno en la actividad económica encuentra su explicación más que nada en las políticas internas, en la acumulación de distorsiones y en la aplicación de medidas correctivas parciales, que primero llevaron a la economía a un fuerte freno, y luego, a una caída. Se trata de una situación mucho más compleja que la de 2009”.
Para Guido Sandleris, director del Centro de Investigación en Finanzas de la universidad Di Tella, “esta es una crisis autoinflingida. No hay factores externos que hayan desencadenado la recesión actual, son puramente errores de política económica. Los precios de los commodities siguen estando altos y las tasas internacionales siguen bajas”.
Según Daniel Artana, economista jefe de FIEL, “la recesión de 2009 fue mucho más profunda que la actual. Hubo un primer semestre muy malo, con caída de la producción en torno a 5 ó 6%, y a partir de ahí la economía salió bastante rápido”.
"Lo que está pasando se explica exclusivamente por temas domésticos", dice Luciano Cohan, de Elipsys. "En 2009 pesó muy fuerte la sequía, que fue una de las peores en mucho tiempo. Y este año pasa lo contrario. Tenemos contracción de la actividad aun cuando la producción del agro sube y los precios internacionales están en valores muy altos". Para Artana, este es uno de los motivos por los que la recuperación será más lenta esta vez. "Hoy tenemos precios de la soja cercanos al récord. Pero son los problemas domésticos los que frenan la recuperación".
Los analistas consultados coinciden en que hay menos margen de maniobra que el que había en 2009. “El Gobierno se ha quedado sin instrumentos”, apunta Artana. En el segundo semestre “la economía no va a andar bien. Hoy el Gobierno ya no tiene poder de fuego, porque en estos años usó todo el superávit genuino que había y como ese equilibrio nunca se repuso, hoy tenemos déficit”
Elipsys pronostica que la caída de este año será de entre 1 y 1,5%. “Posiblemente el último trimestre estemos creciendo de vuelta. Esta será una recesión corta, pero intensa. En 2015 podríamos volver a crecer pero no a tasas chinas, es muy poco probable que tengamos una salida tan fuerte como la que tuvimos en 2010”. Según el Indec, la suba del PBI fue de 9,1% en 2010. “Tendremos tasas de crecimiento muy moderadas por los próximos 4 años”, señala Cohan
“La recesión de 2014 se presenta como más atenuada que la de 2009, pero muy probablemente se mostrará más persistente, con una salida más lenta”, sostiene Capello. Sandleris dice que “si el Gobierno no se equivoca, la recesión no llegará a transformarse en crisis”.
¿Qué sería equivocarse?
“Bajar la tasas de interés de golpe y subir el gasto público. Eso podría generar una corrida contra el dólar que empuje a una devaluación importante”.
Respecto del impacto que la recesión tendrá sobre la inflación, Artana dice que “los precios se aceleraron en parte producto de la devaluación. De acá para adelante se supone que van a ceder un poco”.
“Esta vez llevamos muchos años de inflación, con lo cual la inercia es mayor y será más difícil que haya una baja importante”, apunta Cohan. Y agrega que, por esta razón, “hoy la intensidad del ajuste en el mercado laboral se siente más fuerte. Los salarios reales están cayendo con una fuerza que en 2009 no se vio”.
Para los argentinos, casi todos somos clase media
El humor social va ligado al consumo. Sintéticamente, esta es la hipótesis que baraja Guillermo Oliveto, consultor especializado en consumo, en Argenchip, un libro de su autoría de reciente aparición, cuyo objetivo es demostrar la enorme influencia que tiene, en la sociedad y la política, que la gente tenga plata para gastar.
El análisis está centrado, básicamente, en la evolución de la economía en la última década. De allí surgen datos tan ilustrativos que muestran la expansión de la economía en la última década. En el período que va de 2002 a 2011 crecieron casi todas las variables de ingresos, producción y consumo. Por ejemplo, PBI (85%), PBI per cápita en dólares (240%), construcción (209%), industria (101%), electrodomésticos (740%), ventas de autos 0 km (787%), inmuebles (61%) y artículos de consumo masivo (65%)
El período político actual, escribe el autor, esto es de 2003 a 2013, es el segundo mayor ciclo de crecimiento continuo de la historia, con una expansión del PBI acumulado a lo largo de 11 años del 95%. Para encontrar algo parecido hay que remontarse a inicios del siglo XX. En el transcurso de los 11 años que van desde 1903 a 1913, el PBI de la Argentina creció un 110%, con una economía basada en la producción agropecuaria.
En el primer caso, sin embargo, el consumo interno fue el principal motor del crecimiento, y una herramienta que este gobierno en particular supo utilizar con astucia. “Con recetas completamente distintas -comenta Oliveto-, tanto Carlos Menem como Néstor y Cristina Kirchner interpretaron que había que hacer crecer el mercado interno y devolverle a la sociedad la posibilidad de consumir”. Como contrapartida, “los saqueos a supermercados producidos en 1989 y diciembre de 2001 expresaron justamente el no consumo”, agrega
Por eso, Oliveto propone la importancia de entender “por qué para los argentinos es tan importante el consumo”. Y se responde: “Porque se trata de un rasgo esencial de su identidad: la condición de reconocerse y autodefinirse como una sociedad de clase media”
Pavada de definición, sobre todo si se tiene en cuenta que "la clase media en la Argentina es, antes que nada, un lugar de pertenencia". Resulta una curiosidad, en ese sentido, evaluar los diferentes estratos sociales, jerarquizados por los ingresos familiares.
Un año de retroceso para algunos sectores industriales
La desaceleración económica se viene sintiendo con fuerza desde hace tiempo en la industria. Para el Indec, el sector fabril mostró un retroceso interanual de 3,5% en el primer trimestre. El año pasado había tenido una contracción de 0,2%. En la medición alternativa que realiza FIEL, en el primer cuatrimestre de 2014, la merma interanual fue de 3,4%.
El primer trimestre de 2009, con la recesión de por medio, la industria había caído 2,3%.
FIEL detalla que sólo cuatro sectores mostraron crecimiento en lo que va del año: siderurgia (8,6%), producción de cigarrillos (3,4%), insumos textiles (11,8%) y alimentos y bebidas (0,3%). Entre los que cayeron menos que lo que bajó el índice general están la producción de minerales no metálicos -que se redujo un 0,9%-, la de papel y celulosa (-1,4%), procesamiento de petróleo (-2,6%) y la producción de insumos químicos y plásticos -que retrocedió 1,4%.
"Los datos de abril muestran que la recesión de la industria se extiende por onceavo mes consecutivo", apunta FIEL. "Hacia el segundo semestre del año no se vislumbran cambios que puedan torcer el rumbo de la actividad", señala Mariano Lamothe, de abeceb.com.
La situación más crítica es la del complejo automotor.
En el primer cuatrimestre, la producción de autos retrocedió 16,2% a nivel interanual. La mala racha se extiende hacia los sectores asociados. Para abeceb, “el caso de las autopartistas es crítico, ya que 55% de sus ventas están representadas por las terminales y un 15% por las exportaciones a Brasil, en donde las automotrices también están realizando suspensiones ante la falta de reacción del mercado”.
Lamothe apunta que, en el caso de los sectores con una mayor dependencia del mercado interno, como textiles, calzado o electrodomésticos, “la situación también se presenta compleja por la erosión del poder adquisitivo frente a la inflación”. La influencia negativa se sentirá sobre la industria de metales básicos, que verá reducido el nivel de demanda de aquellos bloques que tradicionalmente la traccionan (automotriz, electrodomésticos y construcción).
La retracción fabril ya tiene su correlato en el mercado laboral. “Lo que al comienzo del año era un estancamiento del empleo, a medida que avanzan los meses se está convirtiendo en pérdida de puestos de trabajo. Si bien esta situación aún no se ha generalizado, hay dos claros ejemplos de sectores de peso en donde se han reducido empleos: automotriz y construcción”, señala abeceb.
“Los problemas de competitividad vienen ralentizando a la industria desde hace varios trimestres y los eventos de 2014 han pronunciado sus efectos negativos sobre el sector, que caería entre 4 y 5%”, indica Marcelo Capello, del Ieral. Además de la desaceleración del mercado interno, otro factor que influye sobre la producción es la situación en Brasil, que golpea a las manufacturas locales.
Uno de los pocos sectores que traccionará a la industria a lo largo del año será el de alimentos y bebidas, apuntalado principalmente por los bloques de lácteos y molienda. Un mayor nivel de producción de trigo y una cosecha de soja que podría igualar (e incluso superar) el récord de 55 millones de toneladas de 2010 impulsarán a la industria agropecuaria. Abeceb pronostica que esto significará un incremento del 18% en la molienda.
También cerrarían el año en alza sustancias y productos químicos y refinación de petróleo. “En el primer caso, el buen desempeño estaría dado por una mayor cosecha de granos que impulsará el uso de agroquímicos y por el bloque de laboratorios cuyas ventas, si bien lo harán a un menor ritmo, continuarán siendo dinámicas”, apunta Lamothe.
La refinación estará impulsada por la normalización de la producción en Ensenada (luego del incendio que afectó a la refinería en 2013), pero acotada por la coyuntura económica. De todos modos, “la buena performance de estos sectores no podrá contrarrestar la caída del grueso de la industria. Será difícil en un marco en el que se profundizan los problemas para la actividad productiva”, indican. CC