Realidades y objetivos de las encuesta

En los últimos años, sobre todo en época electoral, se han multiplicado las encuestas, especialmente ante la solicitud de los partidos políticos. Las mismas tienen diferentes lecturas de acuerdo con el modo de medición y, bien hechas, son una herramienta

Realidades y objetivos de las encuesta

Son las encuestas electorales un fenómeno que se ha insertado en la actividad política en los últimos años. Los partidos y los dirigentes están pendientes de ellas y se generan muchas discusiones sobre la veracidad o no de las mismas.

De un modo o de otro, los sondeos han ganado espacios entre los políticos, quienes suelen preferir una medición permanente sobre la opinión de la gente, a los efectos de modificar o de mantener su accionar.

A punto tal ha llegado el convencimiento sobre la posibilidad de que una encuesta puede llegar a modificar las decisiones del electorado, que por ley se ha prohibido la difusión de los sondeos “en boca de urna” hasta dos horas después del cierre del comicio, en razón de que aún hay gente en el interior de los colegios y pueden llegar a verse influenciados en la determinación final del sufragio.

Los profesionales que las realizan suelen utilizar distintos métodos para su confección. De allí las diferencias marcadas que suelen plantearse con los números entre unas y otras, muchas veces de acuerdo con la agrupación política que encargó la medición. Pueden plantearse distintos escenarios y hasta hechos en el ínterin que pueden llegar a modificar la posición de la gente de una semana a otra.

En el caso de aquellas encuestas que se solicitan desde un plano independiente, la medición suele reflejar con mayor objetividad la realidad. De todos modos, por tratarse de una “fotografía” del momento, todas tienen un valor relativo.

Porque en el momento de emitir el sufragio, en esas 24 horas previas al acto comicial, cuando está prohibida la actividad política, el electorado no sólo tiene en cuenta la foto, sino que pone en valor la “película” de los años de gestión o el cumplimiento de las propuestas.

De allí también que de poco sirve el manejo tendencioso de los resultados de las encuestas que suelen realizar ciertas agrupaciones políticas, en la creencia de que el electorado puede llegar a modificar su decisión o también la molestia de algunos sobre los resultados de aquellas mediciones que no los favorecen.

Actitudes que sólo pueden llegar a pensar los que consideran que el electorado resulta fácil de convencer, cuando en realidad la ciudadanía ha madurado lo suficiente,  más que los políticos, en estos 30 años de democracia.

No se trata aquí de denostar ni de minimizar el valor de las encuestas, ya que ellas suelen ser necesarias no sólo para las especulaciones electorales sino también para quien cumple la función pública o para quienes estén interesados en acceder a ella en razón de que, al mostrar esa “fotografía”, se puede saber cuáles son los problemas que aquejan a la gente, qué están haciendo bien y cuáles son las falencias para encarar una campaña que responda a las necesidades ciudadanas y hasta para establecer de qué manera la gente responde ante la oferta de determinado candidato.

A lo que nos referimos, en síntesis y en conclusión, es que las encuestas pueden reflejar tendencias, pero difícilmente las modifiquen; aspecto este último que se cumplirá si quien las encargó entiende los resultados y modifica sus actitudes. Son valiosas, son interesantes, pero de ningún modo son determinantes.

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