Cuando leí las noticias de cuatro muertes por femicidio, algo tan penoso como perverso, me quedé sin palabras. Un padre que abusa de su propia hija, un esposo que hace matar a su mujer, y otros casos igualmente horrorosos que quedan por resolver...
No ignoro que en todos los tiempos sucedieron delitos aberrantes y que la mayor parte de los mismos quedaban ocultos. Hoy, difundidos estos grandes escándalos, llevan a la sociedad a buscar la verdad y a apoyar con solidaridad las manifestaciones con el fin de acercarse y compartir el dolor de las familias, de los niños desamparados. Esas tragedias no terminan cuando se entierra a las víctimas, se graba a fuego en el destino de quienes quedan con vida.
Fue vergonzoso ver a esos vándalos, al término de la marcha, actuando como si se hubiera tratado de una manifestación de facciones políticas. Un grupo de violentos ensuciaron una manifestación de silencio, de dolor, de compañerismo en comunión. Hay que hacerles entender del modo que sea que han cometido un grave delito.
Estamos transitando el tercer milenio, hemos avanzado tanto, hemos despertado en nombre de la democracia, de los derechos humanos, y a la vez se vive en la intolerancia, en la violencia descontrolada; se puede cercenar una vida por sólo un par de zapatillas; hemos llenado las cárceles... todo esto ¿para qué sirve?
¡No hagan actos políticos en dramas como éstos, no escriban con sangre!
Busquemos el camino más conciliador, el que cada día nos acerque más a unos y a otros para poder crecer como país.
Si continúa reinando la ignorancia, la droga, la criminalidad, la democracia de nuestro país jamás dará frutos.
María Teresa Corradini
Ced. Ext. 229.891