El mensaje anónimo empezó a aparecer en celulares panameños a los pocos días de que se divulgara la noticia de que se habían filtrado 11,5 millones de documentos, llamados los Papeles de Panamá, de un estudio de abogados que maneja sigilosas empresas fantasma. El mensaje fue un llamado a las armas para defender el honor de la nación.
“¡De acuerdo, gente! La única forma de combatir a quienes están opacando el nombre de nuestro país es crear contenido positivo, informado y educado”, decía el mensaje, que circuló rápida y ampliamente. “¡Nosotros sólo queremos limpiar el nombre de Panamá! Queremos atacar como en artes marciales, usando la fuerza de nuestro oponente. ¡Todo al mismo tiempo!”
Al poco tiempo, medios sociales estaban decorados con hashtags multilingües a favor de Panamá, a menudo acompañados de fotos de playas, atardeceres, montañas y gente feliz y despreocupada: #PanamaParadise, #ILovePanama, #WeArePanama, #WeAreNotPapers y #PanamaIsMoreThanPapers.
Si bien las filtraciones del estudio Mossack-Fonseca, pudieran haber dejado a Panamá pareciendo un manantial de paraísos fiscales y un amigo incondicional de los ricos y corruptos, han desatado también una erupción de fervor patriótico en este pequeño país centroamericano.
Desde las empobrecidas tierras rurales en la lejanía y hasta los salones del palacio presidencial, los panameños están devolviendo el empujón de la atención negativa que ha caído sobre ellos.
Algunos panameños han visto la filtración y la resultante cobertura de noticias internacionales como un ataque a la soberanía panameña, o incluso como una estratagema de un competidor extranjero por arrebatar negocios a Panamá.
Muchos han reaccionado ante el llamativo mote para el escándalo -Papeles de Panamá- diciendo que avergonzaba injustamente a toda una nación. Sopesaron alternativas, como la nada atractiva “Papeles Mossack Fonseca”.
La reacción ha sido generalizada, extendiéndose a través de todas las líneas socioeconómicas. “La mayoría de la gente que ha estado involucrada en estos documentos son extranjeros, no panameños, así que Panamá realmente es la víctima de esto”, dijo Fernando Aramburú Porras, consultor de administración y ex ministro de Economía y Finanzas de Panamá. El humor nacional “está un poco golpeado”, dijo.
Con una economía estable y de crecimiento acelerado que depende de un sector servicios bien desarrollado, el país se ha convertido en un eje de comercio regional y un popular lugar para la inversión extranjera en bienes raíces. Sin embargo, padece también de una de los peores disparidades de ingresos en América Latina, con altos índices de pobreza entre sus casi 4 millones de habitantes, particularmente en áreas rurales.
Con base en un sondeo nacional levantado por la firma panameña de investigación Dichter & Neira, 91% de los encuestados creía que el tema de los Papeles de Panamá había afectado “enormemente” la imagen del país, al tiempo que 81% creía que eso afectaría a la economía. Sin embargo, algunos panameños consideran que la filtración y las consecuencias resultantes son un potencial punto de inflexión para el país, una prueba de su constitución emocional y su deseo de ganarse el respeto del mundo.
“Lo que necesitamos en este momento no es un patriotismo loco”, dijo Bernal, quien suele ponerse un prendedor de la bandera panameña en la solapa de su saco. “Necesitamos ver la crisis como una oportunidad para ser mejores: para curar lo que sea necesario en Panamá primeramente, y después ser respetados por todo el mundo”. Equiparó la crisis de los Papeles de Panamá con una ola: “Necesitamos surfear a la cima de la ola para recuperar el país”, dijo. “Es un buen momento para pensar, reflexionar y actuar”.