El 30 de octubre de 1983 fue un día clave en la historia del país: la salida de una trágica dictadura militar mediante comicios libres y sin proscripciones, donde competían el radicalismo y el peronismo de igual a igual, con resultado incierto.
Alfonsín no planteó una campaña simple. Inició la misma en julio del 82 en un acto en la porteña Federación de Box, desafiando el estado de sitio vigente. Recorrió el país, pueblo por pueblo comunicando siempre el mismo discurso que sus seguidores sabían casi de memoria. En él establecía denominadores comunes a toda la sociedad basados en la democracia como forma de gobierno, el rechazo a la violencia como forma de ejercer el poder o hacer política, el castigo a quienes habían violado derechos humanos en nombre del Estado o del terrorismo y un Estado presente que corrigiera desigualdades.
Alfonsín siempre exhortó la inclusión de todos, a ir cada uno con sus banderas y sus próceres; culminaba sus discursos con el Preámbulo de la Constitución Nacional, estableciéndolo casi como un programa de gobierno. Logró con su prédica convencer a la sociedad de la importancia de la democracia y provocó el descarte del golpismo militar y de las organizaciones armadas que habían ensangrentado el país.
El fin del miedo, la búsqueda de libertades desconocidas para la mayoría, el llamado constante a la participación, el regreso a la paz social, fueron los motivadores que Alfonsín logró despertar en la sociedad y que lo llevaron a él a la Presidencia y a la Argentina a una democracia moderna y continua, inédita en el país, y lo hizo incluso mediante sacrificios personales y políticos de su sector, logrando también el contagio en otros países latinoamericanos.
Hoy, a 35 años de esas elecciones, valoremos nuestra sociedad plural, solidaria y democrática donde los violentos y los golpes de Estado son parte de una pesadilla del pasado. Aún nos resta lograr una sociedad con mayor tolerancia y respeto en las diversidades, sin grietas, velando por la igualdad y la justicia de todos. Sigamos teniendo a mano ese rezo laico que predicó Alfonsín como "padre de nuestra democracia", el Preámbulo de la Constitución, faro guía de nuestras acciones políticas.