"El hecho de que en 2013 la mayor parte de su casa se incendiara tras un desafortunado accidente, se convirtió en una de las motivaciones", explica la curadora Marcela Furlani. Habla del hogar de la artista Raquel Fluixá. Habla, también, de la "casa evocada" que ahora expone. Porque en parte de esta muestra veremos el fascinante refugio íntimo de Fluixá dentro del museo Stoppel. Literalmente, se trasladó parte del living real de la artista a la sala de exposiciones.
“Aquí estoy, con lo puesto”, sonríe Raquel. “En la muestra están mis objetos, algunos de mis muebles, mis discos, mis rescates, mi forma de vida”. Esa línea de intimidad que trabajó junto a Furlani, ahora la entusiasma por completo. Su hábitat cotidiano podrá ser “habitado” por quien visite la exposición.
“Y están mis chatarras, que son las que más amo”. Ella suele llamar ‘chatarras’ a sus instalaciones. Son obras que nacieron tras el fuego, realizadas con materiales y mundos diversos, con lo que quedó del incendio.
- ¿Eróticas?
- ¡Ojalá! Hay que terminar de una vez con la pacatería de este lugar.
En una de ellas, Raquel instala a un Ulises en motocicleta, seducido por las sirenas, llevando a Penélope de espaldas. En otra, recoge una ramita de jacarandá para completar el sexo de la figura. “Mendoza sigue tan contracturada -suspira-, todavía falta soltura. Lo veo incluso en el teatro, cuando se encara una escena fuerte. Hay que entender que el sexo es movimiento, sensaciones...”.
Una de las pérdidas que más lamenta, son los dibujos eróticos de los cuatro libros quemados que contenían, además, sus cuentos. Aunque algo de ellos alcanzó a rescatar, gracias a que los expuso (y fueron un éxito) en el museo Sívori.
- ¿Cuál es tu mayor fuente de inspiración?
- La literatura.
Sabemos que tiene su propia interpretación plástica de Oscar Wilde y, claro, de la Odisea. Pero la charla con Raquel nos lleva hacia Alejandra.
“Alcancé a conocerla. La Pizarnik solía invitar a gente a comer a su casa. Ese día, cocinaban ravioles. Como no sabíamos si estaban a punto, le sugerí pincharlos con un cuchillo. ‘Ay no, respondió, parecen pancitas de niñas’”. En esa escena resume la estética de la poeta. Fluixá eligió, para su obra, la inspiración vampírica de “La condesa sangrienta”. Se trata de un políptico, una obra en seis partes, que llamó “La Condesa Bathory”.
El refugio transparente
Esta nueva casa, reconstruida dentro de la Stoppel, “tan barroca como yo”, es eje de esta exposición que se organiza en dos capítulos: uno vinculado específicamente al hábitat y el otro dedicado al erotismo en sentido amplio. Habrá pinturas, algunos dibujos y “Chatarras assamblage”. También habrá biombos, obras apiladas, revistas... Todo lo vinculado a sus temas de interés, asuntos de enfoque histórico, problemáticas de actualidad, de la literatura y otros como la santería popular o la mitología universal. “Lejos de realizar una obra complaciente, su lenguaje siempre es impetuoso ya sea en el color o en el trazo del pincel”, observa Furlani.
La intimidad planteada, claro, abre el juego hacia su cabeza: allí donde la artista se cuestiona los desafíos de la libertad, la persistencia en la soledad y la noción de renacer, después de todos los fuegos.
Y Raquel confiesa: “El arte me ha permitido no pensar en lo perdido, mirar hacia adelante. Trabajaba 12, 15 horas diarias. Me he deshecho los pies trabajando. Todo lo tuve que hacer de nuevo”.
Ahora, este proyecto ha transformado su forma de mostrarse. “Raquel Fluixá convertida simbólicamente en el lugar que habita, dejará al costado las esferas de la comodidad que domestica el pensamiento. Atrevida y divertida a su vez, pone en tensión el borde que resuena de aquella intimidad inicial y sus prácticas artísticas habituales, los transgrede, se expone. Subvierte el sentido de los lugares, los bordes en las relaciones humanas y el individualismo y su relación con el entorno. Ahora adentro es afuera, lo total es parcial y lo privado es público”, cierra la curadora.
Tres intimidades
Un diálogo visual entre artistas de distintas generaciones. Ese interesante vínculo se plantea también en la Casa Stoppel. Pues no sólo alberga la muestra de Fluixá sino que, en sintonía con ella, convoca otras expresiones relacionadas con estos tres sustantivos complejos: intimidad, refugio, casa. Todo lo que aguanta bajo techo. Todo lo que cobija.
De modo que aquí se encuentran las obras de otras tres mujeres: Mariana Barón, Florencia Breccia y Clara Ponce.
“Estos tópicos que han sido transitados en la última década a través de múltiples abordajes, este caso fueron repensados como un nudo a desarmar, para luego hacer foco sobre algunas cuestiones relativas a la vida cotidiana”, amplía Marcela, la dama de los nexos.
Así, se abre otra exposición en paralelo dentro del complejo, vinculada al asunto del cobijo, del afuera y el adentro.
Y sí, estas tres miradas no sólo amplían el arco de las poéticas de la intimidad sino que fortalecen la posibilidad de “apropiarse” como comunidad artística de estos espacios.
La ficha
"De lo que pasa en la casa"
Muestra de Raquel Fluixá
"Conexión", de Mariana Barón, Florencia Breccia y Clara Ponce.
Lugar: Museo Carlos Alonso- Mansión Stoppel (Emilio Civit 348).