Raquel Fluixá tiene la pasión intacta. Y sus creaciones siguen reflejando el impacto juvenil de sus mejores años. Acaba de inaugurar una muestra de 13 obras en la Alianza Francesa de Mendoza que, bajo el título de “Partida y llegada”, despide a las autoridades salientes de la institución y saluda con gesto de bienvenida a Federico Montenegro, el flamante asistente de Dirección y Cultura.
Se trata de una serie de óleos de realización reciente -y algún retablo anterior- en los que esta enérgica y movediza creadora -nacida en la provincia de Buenos Aires pero que heredó de su madre mendocina el amor por las montañas y el paisaje cuyano- retoma el colorido expresionista, saturado y con el gesto sin correcciones de sus mejores obras.
Hasta sus recuerdos de infancia están plenos de colores: “mis fugas de niña en bicicleta, hacia unas lomadas próximas al pueblo que a mí me parecían altísimas, para mirar desde lo alto un paisaje de 360 grados de amarillo girasol, verde alfalfa y marrones claros del trigo circundante... Era una sensación de libertad total y felicidad plena”, rememora esta artista que se formó en la mejor época de la Academia de Bellas Artes de Mendoza, en la Escuela Prilidiano Pueyrredón de Buenos Aires y en la Escuela Superior Ernesto de la Cárcova, además de perfeccionarse en los Estados Unidos y con Guillermo Roux, uno de los maestros argentinos que más influyeron en su obra junto con
Lorenzo Domínguez, Hernán Abal y Cristina Santander. “Todos dejaron en mí las huellas de su técnica, su exaltación del color y su libertad de expresión”.
Libertad y color, dos elementos primordiales en las obras de esta gran vitalista que es Fluixá y de cuyas telas sin bocetos previos surgen personas, carruajes, animales, títeres, danzas, texturas, pesos, olores y hasta sonidos, en una actitud de impenitente y curiosa observadora.
Es que la artista reconoce que vivir y crear son una misma cosa, por eso le gusta viajar, leer, conocer gente, compenetrarse de otras culturas, ir a conciertos, ópera, teatro, ballet...
Dice amar también a los expresionistas alemanes y, como ellos, prefiere pintar al óleo. “Es el material con el que mejor me expreso, su textura aceitosa es de gran sensualidad…”, dice. Y confiesa que también tiene un gran “pecado” que se llama “chatarra”: “Trabajarla me pone feliz, es el aprovechamiento de material desechable: una lata de duraznos herrumbrada puede convertirse en un toro, una escupidera cachada puede ser parte de la armadura del Quijote. Esas obras las hago exclusivamente para mí”.
Y por si fuera poco, Raquel Fluixá también escribe cuentos. “Hace poco estuve escribiendo y acompañaba los textos con dibujos de los personajes y las situaciones. Me divertí mucho, es como hacer teatro con su guión y su escenografía...”.
-¿Cómo definiría usted su trabajo?
-No es nada fácil hablar de la propia obra, sólo puedo decir que mi única preocupación es ser fiel a mí misma, expresar lo que siento de la mejor manera.
Ficha
"Partida y llegada".
Muestra de obras de Raquel Fluixá.
En: Alianza Francesa de Mendoza (Chile 1754, tel.: 423-4614).
Horario de visita: lunes a viernes de 9 a 12.30 y de 17 a 21.
Entrada: gratuita.
Habilitada: hasta el 2 de octubre.