Anunciar, a poco más de un año y medio de dejar la gestión y después de más de 10 años en el poder, que se creará el Instituto Argentino del Transporte, con el fin de generar “un plan estratégico para el sector a 50 años vista” es, cuanto menos, poco serio. Porque si bien es cierto que a la Argentina le hace falta un plan para lograr la recuperación del transporte público, no es menos real que en la actualidad, al menos por lo que se observa en el interior del país, no se hace nada para mejorar un sistema que ha colapsado y que está afectando seriamente las economías regionales.
El autor del anuncio, el ministro del Interior y Transporte de la Nación, Florencio Randazzo, no es un improvisado en el tema. Sabe de las necesidades y de las urgencias pero mira hacia otro lado cuando tiene que adoptar decisiones. Sólo a modo de ejemplo podríamos mencionar que, mientras participa de decenas de “inauguraciones” de trenes de última generación en la Capital Federal y el conurbano bonaerense -que son los lugares donde están los votos-, también asiste a la partida de un “tren del vino” en Mendoza, que constó de sólo dos vagones, porque por el estado de las vías férreas muy pocos lo van a utilizar, ya que el convoy sólo puede avanzar a menos de 30 kilómetros por hora y demorará por lo menos 3 días para llegar al puerto.
Lo grave del caso es que, en un acto con bombos y platillos, dijo que era un aporte del Gobierno para mejorar la competitividad del vino mendocino pero de mejorar las vías, de restablecer el sistema ferroviario hacia el interior, nada de nada a sabiendas de que, por el valor de los combustibles, el transporte de las mercaderías es uno de los costos más importantes en la cadena de valor de los productos.
De todos modos, no sólo los mendocinos deberíamos estar molestos, porque otro tanto sucede con el resto de las provincias que han sido abandonadas en lo que a vías férreas se refiere. Mucho más los cordobeses y rosarinos, que se entusiasmaron con el anuncio formulado por el ex presidente Néstor Kirchner, en abril de 2006, que contemplaba el funcionamiento de un tren de alta velocidad, entre Córdoba y la Capital Federal, pasando por Rosario, y que permitiría a los cordobeses llegar en menos de tres horas a Buenos Aires. En el anuncio se indicó que en cuatro años la obra estaría terminada y hasta se realizaron llamados a licitación, hasta que finalmente el proyecto quedó en el olvido.
Durante el anuncio, Randazzo puntualizó que la intención es “generar un nuevo paradigma que apunta a integrar definitivamente a la Argentina con el ferrocarril, saliendo de la coyuntura del trabajo diario y planificando su llegada a todo el país” asegurando que, de esa manera, se garantizará que “la cuestión del transporte y la política ferroviaria en particular, vuelvan a ser una política de Estado duradera en el tiempo”. Es factible que, en su afán por mirar a largo plazo -nada menos que 50 años- el ministro haya “olvidado” referirse a las necesidades urgentes que la Argentina tiene en materia de transporte y que necesitan de inversiones inmediatas y no de meros anuncios.
Florencio Randazzo ha afirmado también su intención de ser candidato a la Presidencia de la Nación en las próximas elecciones. Tiene todo el derecho de hacerlo y es muy factible que no le falten condiciones para serlo pero debería intentar trabajar sobre realidades y no sobre quimeras, como pareciera estar haciendo, al menos desde la óptica del interior del país.
