El Ramblón: antiguo paraje de troperos y carreros

El poblado, de unos 2.000 habitantes, se encuentra al límite con el departamento de Santa Rosa. Casas de adobe y largas alamedas.

El Ramblón: antiguo paraje de troperos y carreros

Dicen que fue el primer paraje habitado y que los troperos, carreros y puesteros del noreste de Mendoza, lo utilizaban como escala antes de llegar a la ciudad de San Martín.

El Ramblón es  un rectángulo de 70 km2 ubicado al noreste de San Martín,  que lo hace limitar al sur con Alto Verde, al Norte con Montecaseros, al Oeste con El Espino y al Este con La Colonia, de El Marcado, ya en el departamento de Santa Rosa.

Los habitantes del distrito, algo menos de 2 mil, viven mayoritariamente de las tareas agrícolas, y son personas ya grandes que tienen un entrañable cariño, un inocultable sentido de pertenencia con ese lugar en el que -ellos dicen- "nacimos, crecimos y moriremos".
 
Las largas alamedas que bordean el canal junto al carril Norte, son un remanso en estos días tórridos, y las numerosas casas de adobe que aún se observan, emergen desafiantes en tiempo y espacio, sobrevivientes a los chubascos de la naturaleza.

Los moradores presentan los rasgos curtidos de las personas que están expuestas a convivir a diario con la rigurosidad del clima mendocino. Sus manos son callosas, descuidadas, pero cuando saludan al visitante manifiestan su franqueza.
 
Conviven en un entorno de viñedos y frutales, y una media docena de bodegas. Es común que se despierten con el canto del gallo en la mañana y observen la puesta del sol sobre las alamedas, y en las noches, se observa un  cielo que reluce bajo las estrellas.

Pablo Allende va a cumplir 87 años. Llegó hace 30 al lugar y ya no se quiso ir más. Su casa se encuentra en un callejón frente a la calle Míguez de ese distrito: "Siempre fui trabajador al día, y aunque soy nacido en Divisadero, hoy siento que este es mi lugar".

Pablo no sabe leer ni escribir, y con frecuencia enciende un cigarrillo. Su vida ha transcurrido entre el trabajo rural, algún viaje a San Martín, y muchas sonrisas en torno al juego de la taba o truco, en las juntadas por las noches con los amigos.

Y en esas juntadas, el sitio de concentración obligada era la casa de los Vega Cuello, ubicada en el carril Norte. Allí funcionó hasta hace poco un negocio y los domingos se organizaban  carreras de caballos, a la que concurría gente de  otros departamentos.
 
Marco Antonio Vega (74), cuenta que "yo soy feliz acá, en este pedazo de tierra que trabajo todos los días y en la que vivieron mis padres y mis hermanos. Nunca me iré de Ramblón", confiesa y no oculta su orgullo por "haber nacido acá, en esta casa".

Olga Villarruel (66), junto a su marido Alejandrino Pérez (69) vive en la Finca Los Olmos, propiedad de Antonio Lombardo. Tuvieron 3 hijos y en los últimos años sufrieron en varias ocasiones el embate de los amigos de lo ajeno.

Pero eso no hace mella en su espíritu ramblonino, y por eso se entusiasman con que "se instale un destacamento por acá, ya que nos hace mucha falta. Caso contrario, los policías tienen que venir desde Giagnoni o Alto Verde, y eso está bastante lejos".

En la actualidad, ellos extraen de algún pozo de riego, o de alguna pileta. Dicen que la unión vecinal de la zona "hizo algunas conexiones, pero por acá, de la calle Guajardo hacia el Este, nunca llegaron".

Teléfora González, Lucía Villarroel, Jorge Herrera, Pablo Pantone, Luis Farinelli, Germán Tello, Adolfo y Liguorio Guajardo, Quintino Ochoa, Alejandro y Mayorino Palazzo, Elías Chelar,    Simón Vega y Elena González  son algunos de los vecinos más longevos y que el tiempo se los fue llevando.  Descansan en el cementerio de El Ramblón, uno de los más antiguos, ya que data de 1880.

 Antonio Vega comenta  orgulloso que en Ramblón nació un gobernador: "En la actual finca de Ohm, entre calle Guajardo y Míguez, a pocos metros del carril Norte nació (en 1916) Santiago Felipe Llaver.
 
El era hijo de José Llaver y de Emilia Thomé, quienes tenían un almacén de ramos generales, pero también vendían mucha ropa y género". Y amplía: "Llaver era amigo de mi papá, y nunca dejó de venir a Ramblón, a juntarse con sus vecinos. Y él decía siempre "yo nací por acá".

Sin progresos e inseguridad

Todos estos vecinos coinciden en que El Ramblón no ha tenido progresos en los últimos años. Y enumeran sus deseos de "que nos tengan en cuenta". Y enumeran sus carencias: servicio de agua potable ("es lo más esencial"), recolección de residuos, alumbrado público y que "nos rieguen el carril Norte".

Otro de los reclamos es la inseguridad que también afecta a este sitio. La tranquilidad distrital cambió abruptamente cuando hace unos años se instaló  en la zona un grupo delictivo conocido como "la banda de los rambloninos". Ellos conocen bien el lugar, se desplazan por los callejones y caminos internos del distrito. Andan a pie o en vehículos. 

Son pocos, por no decir ninguno, los vecinos que se salvaron de su voracidad: les han robado caballos, elementos de trabajo, cables eléctricos, transformadores y tableros de los pozos de riego. Ni que hablar de los animales de corral.

Además, durante la ausencia de alguna familia, por cualquier circunstancia, han ingresado a la casa y han actuado a su antojo. Hasta el día de hoy, "la "banda de los rambloninos" goza de buena salud", cuentan los vecinos a Los Andes.

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