"Lo peor es no poder competir. Da igual que sea por la espalda, el apéndice o lo que sea. Lo peor es no poder salir a la cancha para enfrentarte a un rival", dice Rafael Nadal al sitio oficial del ATP argentino que comenzará a jugarse la semana próxima, describiendo aquello por lo que más sufrió durante la temporada pasada.
En esta declaración, Nadal deja en claro que tiene una adicción. Algo por lo que sufre en caso de no poder realizarlo. También, algo por lo que lucha cada vez que no puede hacerlo. Su necesidad por competir es aquello que realmente motiva al actual número tres del mundo.
Luego de un 2014 plagado de lesiones, el español está de vuelta y el Argentina Open, torneo que se disputa desde el 21 de febrero al 1° de marzo en las canchas del Buenos Aires Lawn Tennis Club, es una de sus paradas. Uno de los lugares donde hará lo que más le gusta, tener la posibilidad de luchar dentro de una cancha de tenis.
El calvario de las lesiones comenzó en la final del Abierto de Australia 2014, donde terminaría cayendo frente al suizo Stan Wawrinka, luego de sufrir un "bloqueo" en la zona lumbar durante la definición.
Más tarde sería el turno de la muñeca derecha que le imposibilitaría participar de los dos Masters 1.000 del verano norteamericano (Toronto y Cincinnati) y el US Open, donde defendía el título. Pero eso no sería todo, una dolencia en el apéndice lo obligó a operarse y a desistir de la Copa de Maestros. Las lesiones, un karma en la exitosa carrera de Nadal.
Sin embargo, pareciera que los dolores le dieran hambre. El sufrimiento podría ser considerado un alimento para el 14 veces campeón de Grand Slam.
En 2013, luego de estar ausente en el circuito durante más de siete meses (por una rotura parcial del tendón rotuliano y una hoffitis en la rodilla izquierda) volvió y ganó 10 títulos, incluyendo Roland Garros y el Abierto de los Estados Unidos. En la motivación radica su adicción. Una dependencia por estar y disfrutar dentro de un court.
"Alimento es un plato de pasta, una ensalada y sobre todo un buen pescado. El dolor es algo con lo que casi todos los jugadores jugamos. La motivación es la competición en sí misma; el intentar ganar, el saborear ese momento de la victoria y si es en la final aún más. Creo que mientras sepa que puedo ganar, que estoy en condiciones de hacerlo, seguiré teniendo esa motivación”, comenta el manacorí de 28 años que encuentra sus estímulos en la búsqueda del triunfo.
“A veces da la sensación que no fuese consciente de todo el historial que tiene a sus espaldas", comentaba David Vega, un joven tenista español con quien Rafa entrenó hace unos meses. La incredulidad del chico europeo radicaba en la humildad y sencillez con la cual hacía las cosas su ídolo, Nadal. El balear tiene claro sus logros, pero sus inquietudes pasan por mejorar los factores que lo puedan ayudar a prolongar sus éxitos.
"Yo soy consciente de lo que he ganado porque nunca me hubiera podido imaginar o ni siquiera soñar que ganaría tantos títulos, pero es verdad que no me fijo en ello y que el recuento de lo que hice o haré lo dejo para cuando acabe mi carrera. Ahora, mi única preocupación es prepararme como siempre he hecho para estar en las mejores condiciones posibles para competir”, explica el nueve veces campeón de Roland Garros.
En esta incansable búsqueda, muchas veces la fortuna se presenta en el camino. Para Nadal, el azar es algo que existe pero que, como no puede ser de otra forma en su vida, hay que luchar para que aparezca. “La suerte influye sin lugar a dudas pero hay que estar ahí para tenerla, hay que buscarla”.
En cada una de las respuestas que Nadal brinda, la voluntad por competir emerge. Según el diario español As, el mallorquín, durante esta temporada, deberá recorrer 115.000 kilómetros en lo que respecta a participaciones en los torneos que tiene estipulados en su cargado calendario. La adrenalina y la excitación que le provee la competición es más grande que cualquier vuelo a algún alejado certamen.
Ese entusiasmo con el que vive Nadal es su mejor medicina. “El viajar es parte de nuestro trabajo, de lo que hacemos, de la competición. Es así desde hace muchos años.
Eso es quizá lo que pesa, el haberlo hecho y seguir haciéndolo durante tantos años. Por ahora lo llevo bien, sobre todo teniendo en cuenta que el año pasado no pude hacer todos esos kilómetros que me hubiera gustado realizar porque estuve lesionado al final de la temporada”.
Su última y única participación el ATP de Buenos Aires ocurrió en 2005. Nadal era bien distinto. Tenía 18 años, usaba pescadores, musculosa y lucía una gran masa muscular. Tampoco tenía ninguno de sus nueve títulos de Roland Garros ni los 14 Grand Slam con los que cuenta en su vitrina.
Diez años después las cosas cambiaron. Una década transcurrió de aquel extraño partido de cuartos de final frente a Gastón Gaudio -por aquel entonces 8° del ranking- donde el Gato se impuso por 0-6/6-0/6-1. Nadal se ve en perspectiva y rememora aquel match. “Hace ya mucho de aquello y recuerdo perfectamente el partido contra Gaudio.
Fue de esos resultados extraños y al final me ganó. Claro que he cambiado mucho porque es ley de vida, uno crece, se hace mayor, madura, cambia físicamente y mentalmente…”, dice Rafa que en breve volverá a deslizarse sobre el polvo de ladrillo porteño.
Todavía vive con sus padres
A los 28 años y con una cuenta bancaria que le permitiría comprarse una casa donde quisiera, Rafael Nadal decide seguir viviendo en casa de sus padres.
En Manacor, el español disfruta junto a su familia de los breves descansos que le da el demoledor circuito ATP. "Es una realidad que me da tranquilidad. Tampoco estoy demasiado en casa a causa de mis viajes, así que no se puede ver de la misma manera que en alguien que pasa todo su tiempo ahí. Estoy bien por el momento".