Sorprendió a más de uno cuando decidió, a los 27 años, abandonar el profesionalismo. Sin embargo, cuenta que no se arrepiente y que hay vida después del básquetbol. Aconseja a los jóvenes que buscan una profesión dentro del deporte y siente que Mar del Plata es su lugar en el mundo. Juan Pablo Sánchez, de familia basquetbolera si las hay, nos habló de aquella decisión, del restaurante del que forma parte, de las pérdidas ocasioandas por la cuarentena, y de mucho más.
"Ya no disfrutaba lo que hacía porque venía arrastrando una seire de lesiones que no me dejaban mantener un equilibrio entre lo físico y basquetbolístico. No me costó decidirme y lo hice poniendo muchas cosas sobre la balanza", dice Juampi, quien heredó de sus hermanos su pasión por la "Naranja". Arrancó de chico, a los 5 años en YPF, luego pasó por Murialdo y Anzorena, hasta que se fue a Unión de Mar del Plata. Y según cuenta, a sus 14 años, el destino lo cruzó en un campus con Daniel Frola y se fue a Mardel, más precisamente a Unión. Eso fue el inicio de su sueño. Sus grandes condiciones para defender y su versatilidad para ser jugador de "rol" hicieron que un tal Carlos Romano, el "Negro", se fijara en él y se lo llevara a Peñarol. En el Milrayitas hizo su estreno oficial en la Liga Nacional, con 18 años, pero después de tres campañas cambió de vereda. Pasó nada menos que a Quilmes. "Muchos no entendieron, pero fue muy lindo", recuerda. Es que en el Cervecero encontró su lugar dentro de la Liga (2003), con Alejandro Pepiche como entrenador. Pero como puede pasar, tuvo altibajos en su nivel y después de cuatro campañas, se fue a Independiente de Neuquén (2007). Luego pasó por Lanús, Boca y, su última participación en el básquetbol de elite, fue Asociación Italiana de Charata de Chaco, en el TNA (ahora Liga Argentina).
A pesar de su largo recorrido en el básquet, Sánchez nunca retomó el nivel que supo mostrar en Quilmes y desgastado por las circunstancias que cuenta, anunció su retiro. En ese momento, dijo: "Hablé con mi señora, que me apoyaba en cualquier decisión, y me incliné por no seguir jugando en forma profesional. Lo voy a seguir practicando pero desde un lugar más tranquilo, sin presión y más relajado".
-¿Esas lesiones fueron el motor de esa determinación?
-Fueron parte importante, aunque hubo muchas cosas, es la gran verdad. Venía de temporadas muy irregulares y cuando llegué a Lanús apuntaba a tener "mi año", pero volví a lesionarme -rodilla-, estuve en recuperación hasta que me cortaron y luego firmé con Boca, donde terminé bastante bien la temporada. Al año siguiente quise mantenerme en Liga Nacional A, pero no surgió ninguna propuesta interesante, por lo que me fuí a Charata. Fue meses difíciles porque justo se dio el brote de Dengue, el calor era insoportable y no había tanta agua potable. Todo eso me hizo pensar sí realmente quería eso. Veía a compañeros como se perdían la crianza de sus hijos y dije 'no quiero lo mismo'. Regresé a Mar del Plata y la idea era jugar en Quilmes, pero como no se pudo, decidí dejar. Estaba quemado de la cabeza.
-¿Fue como un desgaste que acumulaste también con tantos viajes, concentraciones, etc?
-Exacto, desgaste es la palabra. Estaba muy tensionado por no tener buenas temporadas. En Buenos Aires me atendió una psicóloga que me ayudó a recapacitar muchas cosas. Está bueno que los clubes tengan su departamento con profesionales de la Psciología. Es que muchos equipos te enseñan a hacer deportes, a llegar donde vos te lo propongas, pero no te enseñan a dejar el deporte rentado. Tenés una lesión y se te queman los papeles, viene la vida real, llevar a los chicos al colegio, hacerte cargo de una casa, y si no hiciste otra cosa, no vas a poder cumplir con todo ello.
-Eso suena a modo de consejo para los jóvenes.
-Puede ser. Si le tuviera que transmitir vivencias a los chicos, les diría que además de practicar un deporte, también estudien. Es fundamental ser alguien en la vida para después poder defenderte cuando te toque dejar la disciplina deportiva que elegiste.
-Como dejaste tan joven, ¿necesitaste ayuda piscológica para darle forma a esa decisión?
-Estaba en Boca y fui con la hermana de Juan Manuel Locatelli (también ex basquetbolista). Estaba muy mal. Necesitaba ponerme bien para bsucar una chance más en la Liga Nacional. Siempre es necesario tener un especialista que te ayude. Cuando estás en tu espléndor o cuando arrancás. Después del básquetbol logré muchísimas cosas. Hace diez años que dejé, tengo mi casa, familia, manejo un restaurante. Sumé mucha experiencia y manejo gente en un negocio. Esa ayuda de la psicóloga me sirvió de mucho.
-¿Sentís que te quedó alguna cuenta pendiente?
-En la vida cotidiana sí, creo que no me esforcé al máximo. Después me di cuenta que laburando mucho podés llevar una familia adelante. Pero en ese momento, entrenaba solamente tres horas por día, tenía mucho tiempo para perfeccionarme, y no lo hice. Entré en la borajine del profesionalmismo y me quedé solamente con lo básico, por así decirlo, con el entrenamiento de tres horas y nada más. Volvía a casa y no seguía ligado al básquetbol. Por ahí pude haber estudiado técnica, movimientos, perfeccionar mi físico y lanzamientos, pero no lo hice y siento que perdí tiempo para ser un mejor jugador y no por ahí no uno más del montón.
-¿Qué recuerdos tenés de la Selección?
-Maravillososo. A los 15 años salimos campeones del Sudamericano de Cadetes (Ancud -Chile-), donde en lo personal también me fue muy bien. Para cualquier persona vestir la camiseta de tu país es lo más lindo. Por eso digo, que si me hubiese esforzado más, quizás me mantenía más tiempo en un seleccionado, aunque en ese momento no había la cantidad de competencias que tenemos hoy en día.
-¿Por qué elegiste Mar del Plata y no Mendoza?
-La primera vez que viene a Mar del Plata (14 años) dije 'de acá no me voy más'. Me gustó la ciudad, la tranquilidad, hice lo que me gustaba. Estuve en Unión, pasé a Peñarol y luego a Quilmes, digamos que a casi toda mi carrera la hice acá. Después conocí a mi mujer, formé una familia, tengo trabajo. Entonces no daba para movilizar a mi gente, por eso me radiqué en Mar del Plata. Después jugué en Sporting el provincial y perdimos el ascenso al Torneo Federal, y también volví a Unión, pase por el IEF, en la liga marplatense. Pero los problemas de lesiones no me dejan en paz (problema crónico de fascitis plantar) y cuando quiero volver, todo eso no me deja. Siento que puedo seguir jugando unos años más a nivel Mar del Plata, pero si estoy bien.
-¿Creés que explotaste al máximo tus condiciones?
-No, pero no me arrepiento de la decisión que tomé en su momento. Como te decía antes, quizás que si le metía más horas de trabajo a mi carrera basquetbolística, llegaba mucho más arriba.
-¿Fue díficil pasar de Peñarol a Peñarol?
-Desde lo profesional, no, en cuanto a amistades sí. Era chico y en el pasarte de vereda se te vienen muchos 'qué van a decir'. De grande quizás lo tomás de otra forma. Era un desafío personal. Gracias a Dios, me fue muy bien. La rivalidad que existe entre esos dos clubes es tremenda, casi única te diría en el país. En la semana se vive un folckore especial que por ahí es más del fútbol que del básquetbol. Igual agradezco haber podido jugar en esas dos instituciones, porque soy uno de los que más clásico tiene en Mar del Plata.
-¿El básquet te dejó muchos amigos?
-Por supuesto. Imaginate que también por el básquetbol se generó mucho clientela para el restaurante. Uno ganó como persona y desde lo profesional, en su ámbito laboral.
-¿Cuál fue el entrenador que más te marcó en tu carrera?
-Siempre estaré agradecido por el Negro Romano, por ser el primero que me dio la posibilidad de hacerme debutar en la Liga Nacional (Peñarol) a los 18 años y jugué muchísimo. Otro es el Huevo (Oscar Sánchez), alguien muy importante en mi vida. Tiene una capacidad para leer a los rivales que no la tienen muchos. Si no hacías algo, el tipo te sentaba y no entrabas más. Es un enfermo del báquetbol.
"Cocinero se aprende intentando"
"Es una frase que ví en una página y la verdad que es así. Nadie nace sabiendo todo en la vida. Si no probás, no te vas a dar cuenta si podés o no. En un principio quizás lo hacés para sentirte bien y después lo tomás más del lado profesional". Esa leyenda tiene Juampi en su cocina de Santa Rita, el negocio familiar ubicado en el peurto marplatense y que tiene, entre tantos, dos platos especiales.
-¿Qué te hizo dedicarte a la gastronomía?
-Trabajo un negocio de mi familia política, que tiene más de 40 años, dedicándose a los mariscos y pescados. Mi viejo fue un fanático de la cocina, al igual que mi vieja y mis abuelas. A los 14 años mi papá me enseñó a hacer asados y después, con el tiempo, empecé a probar recetas. A mi señora Agustina, que es cheff, le sacaba los recetarios y probaba algunas cosas. Cuando tomé la decisión de dejar el básquetbol, le pregunté a ella ¿qué hago?. Hablamos con su tía que en ese momento estaba a cargo del restaunrante y como hacía falta un ayudante de cocina, me metí de una. Fue prueba y error. Nunca había hecho nada con pescados. Tuve mucha voluntad para querer aprender. Ahora soy el cocinero principal y el encargado del negocio. Una responsabilidad muy grande. Encontré algo que no sabía que tenía y lo disfruto mucho.
-Empezaste de muy abajo en el negocio
-Sí (se ríe). Mirá que como era de la familia, podría haberme sentado en la caja y solamente cobrar. Pero hice el camino desde abajo, como me enseñaron en mi casa. Me metí a transpirar en la cocina y me demsotré que podía sobrevivir haciendo lo que hago.
-¿Cuál es la especialidad de la casa?
-Las rabas son lo más típico, pero tenemos muchos platos importantes, varios de esos que fueron inventados por mí. Pero hay dos que resaltan del resto. Mejillones Renata y langostinos Olivia, que son los nombres de mis hijas. A esas especialidades les agregué cosas propias, otras de recetas de mi seños, y fui mechando todo para sacar algo fuera de lo común.
Una casa en la que se respira basquetbol
Carolina Sánchez es considerada la jugadora más importante de la historia del básquetbol femenino en nuestro país. Fue capitana más de una década de la Selección nacional y actualmente juega en Italia, mientras que Diego Sánchez, vive en nuestra provincia, juega en los mayores de 45 y es entrenador. "Vengo de una familia basquetbolera a muerte. La vida no podía ponerme en otro deporte. Caro es una profesional con mayúsculas, mientras que mi hermano, fue uno de mis ídolos desde chico, un jugador magnífico, de lo mejor que vi, aunque tampoco quiso llegar más arriba. Estoy orgulloso de lo que aprendí con ellos, porque no solamente me tuvieron paciencia, sino que además, supieron guiarme muchas veces en mi carrera", cerró Juan Pablo Sánchez.