De la Quinta a Senegal, la aventura de un nómade

Hace dos años armó las valijas con su novia y partió al continente africano. Su vida en un país tan diferente.

De la Quinta a Senegal, la aventura de un nómade
De la Quinta a Senegal, la aventura de un nómade

La vida como una aventura. En 2010, Gastón Tarquini (38) y Carolina Vacas (34) emprendieron un viaje laboral hacia el continente africano y hoy son los únicos mendocinos que viven en Senegal junto a otros 13 argentinos.

Aunque hoy es gerente general en una empresa norteamericana de control de migraciones en aeropuertos, en sus comienzos se dedicó a la informática. "Cuando me llegó la oferta para viajar, yo ya estaba viviendo como expatriado en Chile. Era para ir a Costa de Marfil. Nos pareció excelente la aventura y nos fuimos", cuenta Gastón, quien vivió en la Quinta Sección.

La llegada no fue fácil. En ese país había una fuerte crisis política con toques de queda, cierres de frontera y militares armados con AK 48 en todas las esquinas. Esto hizo que tuvieran que contratar a un guardaespaldas con arma de balas de goma. De todas formas, Gastón reconoce que fue una experiencia intensa y entretenida.

"El contexto era complicado. Tenía el bolso listo todo el tiempo con pasaporte en mano y cinco mil dólares preparados para irnos cuando fuera necesario", explica e indica que 15 días después de que partieron de Costa de Marfil hacia Senegal se inició una guerra civil que dejó un saldo de tres mil muertos. "Mis empleados me contaban que se escondían hasta debajo de la cama", agrega.

Un país occidental

Según Gastón, Senegal es uno de los países con rasgos más occidentales de África. De hecho Dakar, su capital, fue el epicentro de las colonias francesas en el continente negro y hoy tiene una democracia madura ya que no ha tenido golpes de estado desde su independencia en 1960.

En este país 50% de su población está desocupada y hay grandes niveles de pobreza. Sin embargo, tal como aclara el mendocino, en la ciudad no hay inseguridad. Es que por motivos religiosos -95% de las personas son musulmanes- hay una fuerte condena social para quien comete un robo. "No conozco a nadie que haya sido robado. Puede haber raterío, pero aunque sea el barrio más pobre o muy tarde en la noche, es poco probable que te roben", indica este ex alumno de la escuela Vergara y del Universitario Central.

Como ha dicho, la religión tiene una fuerte influencia en las actividades cotidianas de los senegaleses. Así lo explicó Gastón: "Ser musulmán implica que deben rezar 5 veces por día. El primer rezo es a la madrugada y el último a la puesta del sol. Rezan en unas alfombritas, en donde los pilla la hora. Así que no es raro entrar a un edificio y encontrarte con gente tirada en el suelo rezando, o en las veredas".

El viernes al mediodía es el Gran Rezo. Ese día los muecines -sacerdotes- empiezan a llamar para la oración desde todos los minaretes de las mezquitas y "todo el mundo empieza a salir de las casas con sus alfombritas, y una hora y media más tarde se para la ciudad durante el rezo, que no dura más de 20 minutos", detalla Gastón.

Pero las alfombritas o esterillas que usan para rezar también son utilizadas para la comida que generalmente consumen sentados alrededor de una palangana y con las manos. El plato más común consiste en arroz con pescado. Una vez que el almuerzo termina, quitan la palangana y allí duermen: "Podés ir por la calle y verlos dormir profundamente", apunta.

Ser blanco

Ser de tez blanca en Senegal, o en otros lugares de África, implica ser visto como una fuente de dinero. Gastón informa que el acoso por su color de piel es impactante: "Pueden caminar al lado tuyo 600 metros sin dejarte, queriéndote vender cualquier cosa. La energía que tienen para vender es insólita, aunque yo me pregunto si alguna vez logran venderle algo a alguien".

El costo de vida, en términos occidentales, es caro. El alquiler de un departamento de 80 m2 con agua y electricidad es de 1.800 dólares, cuando el sueldo promedio de un senegalés es de 100 dólares.

Otra cosa que llama la atención, contra los estereotipos que la TV genera, es que hay mucha limpieza. "En otras capitales caminás en medio de un basural, pero Dakar no es zona endémica de ninguna enfermedad. Hacia el sur, la zona más tropical, la malaria se vuelve endémica", cuenta Gastón. Si se contrae una enfermedad grave la única solución es viajar a Europa, ya que la infraestructura médica es limitada.

Pese a las diferencias culturales, sociales, religiosas y hasta alimentarias, Gastón y su novia están lejos de volver. "Argentina no me tienta mucho. Nosotros somos nómades y nuestra vida se mide por dos valijas de 23 kilos y el equipaje para la cabina. Aunque trato de ir dos veces al año, todavía creo que no voy a regresar" (definitivamente), dice.

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