Desde que comenzó la gestión de Alberto Fernández, el Gobierno nacional se puso como objetivo la reactivación de la economía. Mirando en perspectiva, la economía argentina está estancada hace 10 años lo que indica que hay problemas estructurales que no permiten despegar mientras crece la población y con ella las demandas sociales.
El gobierno entendió que la primera medida era estimular la demanda y para ello dispuso dos bonos de $ 5.000 para los jubilados que cobran la mínima, mientras se acordó un incremento de $ 4.000 para privados, a cuenta de futuras paritarias. En sí mismas, no son medidas idóneas para garantizar una reactivación, sólo una mejora en el consumo, pero con esto no se pone en marcha el sistema productivo.
Otra alternativa era apostar a las exportaciones, pero en este caso se puso el ojo en los sectores que más divisas podían aportar, como el campo y el petróleo, que son sectores de baja utilización de recursos humanos, salvo en algunos sectores proveedores, como el caso de la metalmecánica.
Pero los resultados no han sido buenos en ninguno de los casos. En el caso del consumo minorista, no se ha visto ninguna recuperación y el sector comercial sigue en crisis, mientras que las exportaciones han mostrado una faceta particular. Hubo un abultado superávit comercial de U$S 15.900 millones, pero con magro crecimiento de las exportaciones, sólo el 5% y basado en una fuerte caída de las importaciones
Dadas las fuertes devaluaciones que sufrió la Argentina se esperaba que la reacción de las exportaciones fuera muy superior y esto indica que hay una serie de problemas de diseño que parte de concepciones erróneas.
Problemas de diseño
Argentina fue minando sus posibilidades de reactivar la economía a medida que se aumentaban impuestos, se indexaban las tarifas en dólares y se sostenía un abultado gasto público que, además, no se podía financiar. Hoy la carga tributaria es tan elevada que no basta con tener equilibrio fiscal ni con poner plata en los bolsillos a los consumidores porque se sostiene un proceso de emisión monetaria.
Pero además, por la ley de Emergencia, se aumentaron impuestos a Bienes personales, hubo modificaciones en Ganancias y se aumentaron las retenciones. En ningún momento se planteó la necesidad de bajar el gasto del Estado.
Para poder empezar un camino de crecimiento, Argentina debe iniciar un camino serio de rebaja de impuestos y de rediseño de los mismos. Hoy toda la estructura tributaria grava el valor agregado y eso se traduce en un efecto cascada que tampoco permite esperar bajas de precios.
Esta baja de impuestos debe ir acompañada por una rebaja del gasto público en Nación, provincias y municipios y, además, el compromiso de sostener superávit fiscal para con ese excedente, adquirir los dólares en el mercado para hacer frente a las deudas. Aunque Argentina renegocie sus obligaciones con acreedores privados y hasta con el FMI, hay que seguir pagando al BID y al Banco Mundial, que han otorgado importantes paquetes de préstamos.
Problemas para el comercio exterior
Una de las vías genuinas para reactivar el mercado es a través del crecimiento de las exportaciones. En principio, las condiciones estaban dadas para que tuvieran un fuerte empuje, pero no ocurrió por factores internos y externos. Si bien se había producido una fuerte devaluación, las ventas no se recuperaron rápidamente y, además, subió el valor del dólar en el mundo, por lo cual bajaron los precios medidos en dicha moneda.
Además, nuestras posibilidades de ventas son cada menos ya que Argentina está encerrada en el Mercosur y no tiene convenios de baja de aranceles con otros países, Por otra parte, el mundo produce cada vez más y hay países nuevos que compiten con los nuestros por sus estructuras impositivas internas, menos gravosas para sus productos.
Los problemas internos ya los hemos explicado. Mayores impuestos, sin reembolsos y con retenciones a las exportaciones. Sostener estos impuestos al comercio exterior cuando se quiere crecer en importaciones parece un absurdo, pero no lo es porque encaja en la lógica de seguir ajustando al sector privado y evitar cualquier ajuste del sector estatal.
Con todas estas condiciones es imposible pensar en crecer porque las políticas internas no atraen a los inversores sino que los expulsan, ya sean argentinos o extranjeros. Sin inversiones no puede haber crecimiento y mucho menos creación de empleos genuinos.
Nuestros políticos creen que la economía puede crecer con la inversión pública pero ya quedó demostrado que no es así en la gestión de Macri. El Estado invertía pero aumentaba impuestos y aumentaba gastos y no bajaba el déficit, lo que lo llevó a endeudarse pero el país no creció porque no hubo inversión privada.
No sabemos cuál es la estrategia de crecimiento a futuro que planteará el ministro Guzmán una vez que consiga refinanciar la deuda pero, si no consigue una tasa de crecimiento sostenida, no podrá pagar lo que está prometiendo y no tiene muchos caminos alternativos. El Estado creció hasta asfixiar a la actividad privada. Es hora de volver a darle oxígeno para que la economía se recupere en forma sostenida.