Quiere ir a la escuela, pero por su enfermedad ninguna lo acepta

Samuel tiene 11 años y debe usar pañales en forma permanente por una insuficiencia renal. Por esta razón, nunca consiguió banco y ha llegado hasta cuarto grado estudiando en su casa. En la DGE dicen que debería estar cursando normalmente.

Quiere ir a la escuela, pero por su enfermedad ninguna lo acepta
Quiere ir a la escuela, pero por su enfermedad ninguna lo acepta

Samuel (11) y su familia tienen un anhelo: que el chico pueda ir a la escuela. Lo que para la mayoría de los niños es parte de su cotidianidad, para ellos ha sido una verdadera batalla personal. Es que debido a la insuficiencia renal crónica que tiene no han logrado que las instituciones públicas y privadas donde han solicitado un banco se lo dieran, por lo cual nunca ha ido al colegio y se ha limitado a clases domiciliarias.

Esto no sólo le ha impedido tener una socialización normal para cualquier niño sino que, además, no ha tenido acceso a la misma calidad educativa debido a la reducida cantidad de horas de enseñanza que recibe. Pese a esto,Samuel ha podido llegar a cuarto grado.

"Con tan pocas clases estoy orgullosa de lo que ha logrado", señala su mamá, Claudia Celedón. "Tiene un solo amigo porque en el barrio son todos adultos. Es una persona a la que le han negado la integración", destaca. Justamente por esta situación ahora está recibiendo tratamiento psicológico "por su dificultad para integrarse, no por otra patología".

Viven en Luzuriaga, Maipú, y desde que el chico llegó a la edad escolar sus padres han intentado por todos los medios que las escuelas de la zona recibieran a su hijo. Sin embargo, una y otra vez las respuestas fueron negativas o dilatorias, con argumentos como que debido a que debe usar pañales el resto de los niños se burlarían de él, que sería complicado atenderlo o que requeriría una maestra de apoyo y algunas escuelas no están en condiciones de tenerla. La mamá, en todo momento, ha asegurado no tener problemas para quedarse en la puerta de la escuela para atender las necesidades que tenga su hijo. Sin embargo no ha tenido éxito.

Así, una maestra de educación especial acude a su domicilio dos veces por semana para una clase de una hora 40 minutos, con lo cual suman 3 horas 20 minutos semanales, muy lejos de las 22 horas que recibe el resto de los chicos. Esto sin contar que cada tanto hay feriados o la maestra no puede ir porque tuvo algún inconveniente. De todas maneras, Claudia destaca la labor de la docente, que pidió cambiar los días para que no le tocaran los feriados y hasta lo invitó a jurar la bandera a la escuela el miércoles.

"Estaba muy feliz de poder ir. Fue al curso con los otros chicos donde le explicaron lo que tenía que hacer, desfiló y pasó orgulloso a recibir el diploma", cuenta su mamá y recuerda que Samuel le dijo que cuando se cantó el Himno Nacional "un nene me decía que cantara pero yo no lo sabía".

"Se trata de un derecho"

La subsecretaria de Educación de la provincia, Mónica Soto, consultada por el tema aseguró que "este chico debería estar integrado en la educación común. Se trata de un derecho". Explicó que la educación hospitalaria domiciliaria está pensada para realizarse de manera transitoria en caso de alguna enfermedad, con evaluaciones cada tres meses, con la intención de que el alumno se reincorpore al colegio de origen cuando se dé el alta médica. Remarcó que Samuel no sólo está perdiendo socialización sino también nivel académico.

Si con esta metodología lograra terminar séptimo grado, "aunque legalmente pueda acceder al nivel secundario, estaría en inferioridad de condiciones", aseguró Soto. Aclaró que la educación domiciliaria es diferente de la educación especial.

Por otra parte, señaló que salvo en el caso de escuelas privadas que no reciben ningún tipo de aporte del Estado, el resto de las instituciones no pueden tomar la decisión de rechazarlo por sí mismas, sino que deben seguir ciertos mecanismos en oficinas de la Dirección General de Escuelas (DGE).

"Yo necesito que él estudie. No tengo una empresa para dejarle. Por más que le den una pensión, ¿qué va a hacer con eso? Quiero que sepa desenvolverse y que tenga un futuro", señala con lógica su mamá.

Peregrinaje por la DGE

Para llegar hasta acá, Claudia no sólo ha visitado varias escuelas sino que también ha ido a la DGE para pedir la inserción de su hijo. Allí ha hablado con varias personas pero "cada vez que vas hay alguien diferente. Explicás lo mismo cien veces". Si bien en algún momento se creó un expediente con el caso, después le dijeron que ya no estaba porque no se archivan.

En una oportunidad, desde el organismo escolar le hicieron un abordaje multidisciplinario que concluyó que es necesaria la escolarización del niño y recomendó facilitar la socialización, destacando que el pequeño no tiene problemas motrices que lo obstaculicen. Esta constancia tampoco fue aceptada en los colegios a los que acudió Claudia con su hijo. Asimismo, recientemente ha intentado conseguir un turno para que la atiendan en la Doaite (Dirección de Orientación y Apoyo Interdisciplinario a las Trayectorias Escolares), pero cuando ha llamado no ha encontrado a la persona que debe dárselo.

Soto reconoció que muchas veces la gente no sabe dónde acudir y que no está aceitado correctamente el mecanismo para que los padres accedan. Por eso, recomendó ir en primera instancia a la Doaite y en segunda a las direcciones correspondientes para cada nivel.

La funcionaria, además, se comprometió a atender este caso personalmente, abriendo la posibilidad de que Samuel pueda comenzar -finalmente- el colegio luego de las vacaciones de invierno.

Tenemos algo para ofrecerte

Con tu suscripción navegás sin límites, accedés a contenidos exclusivos y mucho más. ¡También podés sumar Los Andes Pass para ahorrar en cientos de comercios!

VER PROMOS DE SUSCRIPCIÓN

COMPARTIR NOTA