Parece ser más que claro que transitamos una era donde todo apunta hacia el individualismo, a la autosuficiencia y la satisfacción de metas y objetivos en solitario, sin que necesariamente esto tenga una connotación negativa.
Al menos esto puede desprenderse de las nuevas corrientes que rinden un culto al ser individual y que tiene su correlato con la realidad: desde la década del ‘80 -según datos de los censos nacionales- creció 8% el número de hogares unipersonales en Argentina, al tiempo que disminuyeron aquellos de familias extendidas (las compuestas por una pareja y sus hijos).
Sin embargo, y de acuerdo al informe “Los argentinos y la familia”, desarrollado por el Observatorio de la Deuda Social Argentina (ODSA) de la Universidad Católica, en aquellos hogares en los que viven familias extendidas las percepciones sobre asuntos afectivos, personales y motivacionales son más alentadoras que en los unipersonales.
Según este estudio -que se hizo en base a percepciones de los entrevistados-, en lo que se refiere a la sensación de felicidad la respuesta difirió entre las obtenidas en hogares de familias extendidas y los unipersonales.
Las opciones de respuestas fueron “Muy feliz”, “Feliz” y “Nada o poco feliz” y en los hogares familiares de parejas con hijos, 68% manifestó sentirse muy feliz, mientras que 22% sostuvo que eran felices y apenas 10% resaltó ser nada o poco felices.
En los hogares unipersonales, en tanto, la opción nada o poco feliz ascendió a 18% y la feliz a 31%, al tiempo que los muy felices bajaron a casi la mitad de los consultados (51%).
En cuanto al “malestar psicológico” (midió el déficit de las capacidades emocionales a través de sintomatología ansiosa y depresiva de las personas, aunque sin recabar en un cuadro clínico), la tendencia fue similar.
En hogares unipersonales, 25% manifestó atravesar un déficit, mientras que 75% respondió que no. Si bien son valores alentadores -teniendo en cuenta que apenas un cuarto de quienes respondieron manifestaron estar mal emocionalmente-, los resultados en los hogares familiares fueron un poco más positivos: 79% destacó no atravesar “déficit psicológico”.
“Es una constante que se da en todos los aspectos que se midieron. En los hogares con parejas e hijos hay mayor porcentaje de respuestas positivas. Salvo algunas excepciones, hay un orden decreciente sistemático (en cuanto al optimismo de las respuestas).
Las percepciones más positivas suelen estar en los hogares compuestos por parejas con hijos, seguidos por aquellos de parejas sin hijos. Luego vienen los hogares monoparentales (uno de los dos padres que vive con sus hijos) y, por último, los hogares unipersonales”, resaltó Beatriz Balian, vicerrectora de investigación de la UCA y una de las autoras del informe.
“El resultado sorprende, más si tenemos en cuenta que mucha de la literatura teórica actual pone énfasis en el individualismo y sus beneficios, perdiendo el esquema familiar. Pero la confianza, el vínculo y la responsabilidad siempre están presentes en las personas”, resaltó Balian.
Especialistas mendocinos consultados también coincidieron en que los resultados del informe y de las encuestas son “lógicos”, y resaltaron que este bienestar que evidencian quienes viven en hogares extendidos responde a la característica de gregarismo del ser humano. Es decir, a la tendencia a vincularse en grupos sociales y a precisar de estos para poder sentirse bien.
Juntos a la par
Durante las últimas décadas se ha evidenciado una tendencia a irse a vivir solo. Ya sea en jóvenes que deciden emigrar cada vez más temprano de sus hogares familiares o en otras circunstancias (divorcios, viudez), lo cierto es que la realidad también constata esa evidencia.
“Desde 1980 a la fecha, los unipersonales son el tipo de hogares que más ha crecido, llegando a 8%. Los hogares extendidos, en tanto, han ido bajando”, ejemplificó Balian.
Más allá de esta tendencia, en casi la totalidad de los parámetros medidos se vislumbra una percepción y expectativa más optimista en los hogares donde viven parejas (ya sean casadas o unidas de hecho) con hijos.
Según el informe, al momento de recabar sobre el “déficit de proyectos personales según tipo de hogar”, 88% de los consultados en hogares extendidos manifestaron no encontrar ninguna adversidad al momento de cumplir sus metas o de revisar las ya cumplidas. En tanto, en los hogares unipersonales el porcentaje baja a 77%.
“Pensando al hombre como animal gregario, son coherentes los resultados. El vernos rodeados de nuestras familias realiza justamente ese sentimiento y satisface la necesidad.
Tener un grupo de pertenencia, que es la célula familiar en este caso, permite intercambios emocionales con el entorno y la familia se transforma en un mediador de vínculos”, resaltó el psicólogo Walter Motilla.
Para este especialista, la felicidad es un constructo teórico -que se nutre de factores sociales, culturales, etarios, entre otros- y un concepto ambiguo, que evidentemente varía de persona a persona. Por esta razón, destacó que es fundamental que se hable de “sensación de felicidad”.
“La felicidad equilibra el ecualizador emocional y es una variable que cada uno construye como cree, según sus realizaciones y necesidades espirituales”, destacó a Los Andes Motilla.
Para el psicólogo, las percepciones del informe “Los argentinos y la familia” y la sensación de que quienes viven rodeados de otras personas son más optimistas, están estrechamente vinculados con el cumplimiento de necesidades.
"Se satisface la necesidad de trascendencia, que tiene su base y mayor sostén en el acto de dejar una huella, una continuidad. Culturalmente y por supervivencia, los seres humanos estamos superados y realizados cuando podemos proyectarnos, y ahí es donde intervienen la familia y nuestros hijos. No es lo mismo pensarse en individuo que hacerlo en grupo.
En este último caso, la percepción de mayor perpetuidad y concreción de logros son fundamentales. Esto se da porque te sabés en grupo y te reconocés como sostén en ese grupo”, sentenció Motilla.
La psicóloga y magister en psicología social Nancy Caballero también se refirió a las conclusiones como “bastante lógicas”. “En los decodificadores de enfermedades psiquiátricas a nivel mundial, en los casos de depresión o suicidios uno de los factores de riesgo preponderante es la ausencia de familia o de una pareja.
Y si bien hay toda una corriente que hoy nos está diciendo que es mejor vivir solos o no tener hijos, sin embargo suele ser un factor de riesgo”, indicó la especialista.
Consultada sobre las razones por las que un ser humano se siente más realizado y esperanzado al tener una familia, Caballero lo vinculó a la posibilidad de proyectarse. “Cuando vos tenés familia, tenés una proyección desde un lugar más esperanzador.
En esa descendencia está la esperanza, porque lo que ya anduvimos está lejos, pero lo que viene está más próximo. El entusiasmo está justamente en ese ‘pasar la posta’, porque la mirada está puesta en el que continúa y en el que va a tener la oportunidad”, agregó.
A modo de conclusión, la psicóloga fue contundente: “El ser humano tiene siempre la necesidad de cuidar un espacio, de dar continuidad y de dejar un lugar mejor. Y si tiene a quien cuidar, se siente mejor”.
Por su parte, la psicóloga social Nilda Bautista resaltó que “el sujeto es un ser social que necesita de otros para satisfacer sus necesidades”.“Necesitamos de otros, no somos sujetos aislados. Esta es la base de la teoría de Pichon-Rivière.
La felicidad está constituida por momentos, situaciones en las cuales podemos sentirnos satisfechos y realizados. Pero estamos en constante búsqueda para sentirnos realizados. Y siempre el ser humano necesita de la compañía de otros”, sintetizó Bautista.