La ráfaga electoral está sacando discursos que son, en algunos casos peligrosos y en otros peligrosamente insensatos. Tantas cosas que se dicen no parecen tener fundamentos o racionalidad, ni política ni económica.
Desde la oposición se está alentando un acuerdo de precios y salarios, una fórmula que se probó muchas veces y nunca terminó bien, porque siempre se partió de un error fundamental: no había un sustento sólido y plan económico con medidas fiscales y monetarias consistentes para generar credibilidad. Es lo que le pasó a Gelbad (el acuerdo con el que sueña Cristina) y también a Alfonsín después del Plan Austral. En ambos casos el desborde del gasto fiscal terminó en estallido. El primero, con el “rodrigazo” y el segundo con la hiperinflación.
Cuando se difundieron los datos de la pobreza y el desempleo volvió a debatirse sobre las causas y la mayoría insiste que es un problema de pujas distributivas en una economía demasiado concentrada. Por eso los sientan a empresarios y sindicalistas y cuando se pregunta de qué manera se pagarán las promesas, aparecen propuestas de mayores impuestos. Para los políticos el Estado y el volumen del gasto público no forman parte del problema.
Congelar precios y salarios, con una inflación inercial que no bajaría del 50% es solo encender una bomba de tiempo ya que ni las empresas podrán soportarlo, además de tener mayores impuestos, ni los trabajadores estarán en condiciones de salir adelante con el atraso salarial que ya traen. Hay ignorancia, mucho voluntarismo o discursos vacíos, o una peligrosa mezcla de todos estos factores.
El problema de la pobreza en la Argentina tiene su origen en la inflación y la devaluación permanente del valor de la moneda. Ambos eventos están generados por los recurrentes déficits fiscales que asolan al país desde siempre por culpa de la cultura de la clase política. Esos déficits se financiaban con emisión monetaria, endeudamiento externo o aumentos de impuestos y todo este combo generaba inflación y devaluación.
Todas las promesas están indicando que los se viene son más impuestos y más Estado, lo cual es terrible ya que, en este momento, el mayor peso sobre los precios lo genera el mismo Estado. Cuando te enterás que el precio de la leche, entre lo que cobra el tambero y lo que paga el consumidor en la góndola, está afectado por 135 impuestos, entre nacionales, provinciales y municipales ¿quién piensa en bajar la inflación con más impuestos? Si el precio de una botella de gaseosa tiene un 55% de impuestos ¿quién pagará la nueva fiesta? Sin dudas los consumidores, a los mismos que los gobernadores justicialistas no quieren que les eliminen el IVA.
Pero, además, a todo esto hay que agregarle la clarificación de la posición argentina frente a la deuda. Una cosa sería declarar un default, que es lo que cree la mayoría de los acreedores y por lo que el riesgo país está casi en 2200 puntos básicos. El principal problema es arreglar con el FMI, con el cual hay vencimientos muy grandes en 2021 y 2022.
Macri piensa en pedir un acuerdo de facilidades extendidas, que es de mayor plazo, pero tiene la exigencia de avanzar en una reforma laboral impositiva y previsional, algo poco posible con la actual y futura composición del Congreso. Fernández no quiere esto y piensa en un nuevo préstamo Stand by, pero esto implicaría vencimientos elevados en plazos relativamente cortos, lo que requiere que el país retome un ritmo vigoroso de crecimiento, algo impensado para los próximos años, máxime con un mundo casi en recesión.
Los candidato deberán definir rápidamente cuál será la posición que adoptarán para refinanciar las deudas, tanto en pesos como en dólares y tratar de llegar a un acuerdo amistoso con los acreedores, porque eso haría bajar la tasa de riesgo país y abriría la posibilidad de créditos para las empresas y bajar el costo interno de los créditos una vez que se sepa cuál será la política monetaria y fiscal, además de la estrategia cambiaria.
Es muy peligrosa la intención de presionar con el impuesto a los bienes personales porque va a desalentar las inversiones. Mucho más grave sería el aumento de las retenciones a las exportaciones en un momento en que se quiere alentarlas para fomentar el ingreso de mayor cantidad de dólares, pero parece que es la única idea que se ve en el horizonte y no aparece ninguna iniciativa para comenzar a bajar el gasto público que, a su vez, permita bajar impuestos.
Pareciera que los políticos no comprendieran la gravedad de la situación. Siguen creyendo que la pobreza se elimina con subsidios, cuando estos son la causa de su sostenimiento y aumento. Además se aprecia otro problema, en el acuerdo que se pretende hacer no aparece la oposición, cuando es claro que ninguno que gane tendrá mayoría parlamentaria. Tampoco aparece la idea de trabajar para bajar los impuesto provinciales y municipales, que son los más distorsivos.
Quizás en campaña no sean temas para tratar por lo espinosos que resultan, pero no hay mucho tiempo para pensar. El que gane debe llegar con un plan bien diseñado. Los argentinos ya están hartos de vivir en crisis causadas por los políticos.