Al final solo fue una oleada azul, lo cual debería dar lugar a un examen de conciencia entre los demócratas, en especial cuando todos dirigen la mirada hacia las elecciones de 2020.
No escuchen a los demócratas que describen estas elecciones intermedias como un triunfo importante. En 2016, y de nuevo este año, los liberales se escucharon demasiado unos a otros y no lo suficiente al país en su totalidad; si eso vuelve a suceder en el periodo previo a los comicios de 2020, que Dios nos ampare.
El presidente Donald Trump estaba exagerando frenéticamente cuando tuiteó que la elección era un "Gran Triunfo" para él, pero le fue más o menos bien en términos históricos. Los demócratas ganaron la Cámara de Representantes, pero perdieron escaños en el Senado; en las 39 elecciones intermedias desde 1862, el partido del presidente había perdido escaños del Senado 24 veces y escaños de la Cámara de Representantes 35 veces.
Es magnífico que, por primera vez, se espere que al menos cien mujeres trabajen en la Cámara. Sin embargo, de los tres candidatos demócratas de más alto perfil que eran depositarios de las esperanzas del partido -Beto O'Rourke, Stacey Abrams y Andrew Gillum- no ganó ninguno. Sí, los márgenes fueron estrechos, y aunque se vale dar excusas, es mejor ganar las elecciones.
A fin de gobernar en serio, y de imponerse con los nombramientos judiciales, los demócratas también deben controlar el Senado y ganar las elecciones estatales en Estados como Arizona, Florida, Indiana y Misuri. Eso es posible, pero se necesitará más que bravuconería.
El despido del fiscal general Jeff Sessions por parte de Trump el miércoles destaca este punto. La mayor presencia de republicanos en el Senado facilitará a Trump confirmar un nuevo fiscal general y debilitar la investigación de Robert Mueller.
Entonces, ¿qué lecciones podemos aprender? Como lo señalaron Jonathan Martin y Alexander Burns en The New York Times, "Los candidatos que aportaron la mayoría en la Cámara procedían principalmente del centro político, que abordaba el tema de un gobierno limpio y las promesas de una mejora cada vez mayor del sistema de atención médica, y no el cambio transformacional social".
Cada vez que los demócratas mencionaban la palabra "destitución" o hablaban acerca de abolir el Servicio de Inmigración y Control de Aduanas, los republicanos resultaban beneficiados. El manejo inadecuado por parte de los demócratas de la nominación de Brett Kavanaugh fue un regalo para los candidatos republicanos, ya que los senadores Joe Donnelly, Claire McCaskill y Heidi Heitkamp perdieron su reelección después de oponerse a Kavanaugh.
No creo que los demócratas deberían de haber votado por Kavanaugh, pero sí creo que deberían de haber prestado más atención a la forma en que se interpretaba su postura en todo el país. La alusión a Espartaco del senador Cory Booker emocionó a algunos demócratas, pero dañó al partido.
Eso representa un riesgo para el futuro: los demócratas que se disputen la candidatura a la presidencia en 2020 arrastrarán al partido hacia rumores de destitución o hacia un alud de comparecencias, en formas que tal vez ayuden a Trump. Temo que empeore la polarización de Estados Unidos en los próximos años, y que haya más odio y probablemente violencia, y entiendo la rabia de los demócratas hacia el papel de Trump en esto. No obstante, una furia incontrolable de la izquierda simplemente le da más poder a Trump.
Una lección de las intermedias es que una candidata como la senadora Elizabeth Warren podría aumentar las probabilidades de la reelección de Trump. Tal vez sean una mejor opción un candidato con experiencia para manejar las cosas que no venga del círculo de Washington, como Mitch Landrieu, exalcalde de Nueva Orleans, o el gobernador saliente de Colorado, John Hickenlooper. O bien, entre los senadores, Sherrod Brown de Ohio, o Amy Klobuchar de Minnesota podrían tener una buena oportunidad de ganar los estados indecisos.
Además, si como se espera, los demócratas de la Cámara eligen a Nancy Pelosi para presidirla, será un regalo postelectoral para el Partido Republicano. Injusto, pero cierto.
Los demócratas deben ver los resultados del referéndum como un destello de un plan de acción futuro. Parece que tres Estados conservadores -Utah, Nebraska y Idaho- han votado por ampliar el Medicare. Otros dos Estados conservadores, Arkansas y Misuri, aumentaron el salario mínimo. Y Florida restableció el derecho de voto para la mayoría de las personas que han cumplido su sentencia después de haber sido condenadas por algún delito.
Esos resultados sugieren una atención no en la "resistencia" como tal, sino en las formas prácticas de mejorar la vida. Los votantes indecisos aceptan muchas ideas progresistas, desde los empleos hasta la atención médica e impuestos más altos para los ricos, pero los demócratas tienen el don de provocar a la clase trabajadora al dar la impresión de elitistas enojados y condescendientes. Los dirigentes demócratas entienden esto y están diciendo las cosas correctas sobre hacer hincapié en los costos de la atención médica, la mejora a la infraestructura y la limpieza de la política. En definitiva, también tienen que enfrentarse a Trump cuando sataniza a los inmigrantes o separa a las familias, pero hay que elegir las batallas.
Hay un problema: muchos demócratas viven en una burbuja urbana azul, sin un solo amigo que apoye a Trump. Desde las elecciones de 2016, un flanco progresista ha tachado de racistas, idiotas y fanáticos a todos los votantes y partidarios de Trump. No sorprende, entonces, que sea difícil obtener los votos de las personas a las que llaman fanáticas.
Entonces los exhorto: es gratificante pronunciar discursos heroicos que vociferan contra el fascismo, pero recuerden que lo que marca la diferencia en la vida de las personas es ganar las elecciones, promulgar las leyes y ratificar a los jueces. Para hacer esto, los demócratas deben ocuparse de blandir menos los puños y de escuchar con mayor atención.