El filósofo "nacional y popular" José Pablo Feinmann ha escrito en el diario Página 12 un alucinante artículo contra Mauricio Macri. Se llama "Represión y decretos" y comienza diciendo que por el momento considerar al gobierno de Cambiemos como una dictadura puede ser excesivo, pero que su lógica tiende a acercarlo cada vez más a la "Junta videliana".
En vez de cantar "Macri, basura, vos sos la dictadura", Feinmann podría entonar las estrofas de "Macri, basura, estás por ser la dictadura".
Luego agrega una de las frases (o clichés) más usadas por el progresismo K: la de que el modelo de Macri sólo "cierra con represión". Porque "no se pueden implementar medidas tan antipopulares sin tener gases, palos..."
Después, psicoanalítico, el filósofo dice que "lo que late en esas políticas de control es la muerte del otro. O el miedo a morir del otro, que por ese medio aceptará su destino de sumisión, (porque) cuando el miedo a morir entre en sus corazones, ya nadie saldrá a la calle".
Al fin, profetiza cuál es la medida extrema que pronto tomará Macri: "El mayor estorbo se visualiza en el Congreso... No se esperaba esto de una democracia, pero así están las cosas... Se acerca el objetivo que aún no se anuncia pero todo indica y señala la voluntad de llevarlo a cabo: el cierre del Congreso".
En síntesis, Feinmann expresa toda la vulgata reiteradísima por el kirchnerismo acerca de que el gobierno macrista es, o está a punto de ser, una dictadura, a pesar de haber sido elegido democráticamente. Nada nuevo bajo el sol. Y un delirio marca mayor, porque si bien a este gobierno se lo puede criticar mucho en varios temas -como por ejemplo en economía-, sostener que reprime, que quiere cerrar el Congreso, o más ridículamente aún, que induce el “miedo a morir”, son soberanas estupideces que condicen cero con la realidad.
Pero Feinmann, incluso a pesar suyo, siempre nos da alguna sorpresa. Podría decirse que leyéndolo de otro modo, su esquemático y simplón artículo deviene otro casi extraordinario.
Eso ocurre cuando las ideas de este filósofo, en vez de aplicarlas al gobierno "neoliberal" de Macri, se las aplica al gobierno "nacional, popular, socialista y bolivariano" de Nicolás Maduro, en Venezuela. Porque allí sí la descripción feinmanniana le cabe exactamente. Veamos si no.
Tal como se verifica todos los días, es indiscutible que el modelo venezolano sólo cierra con represión, ya que sin ella les sería imposible a los chavistas aplicar medidas tan antipopulares como las que matan de hambre a su población y llevan al exilio obligado a millones de personas.
También es por demás evidente que la oposición ya no sale más a la calle, por miedo a morir. Y no es para menos luego de que el gobierno ya asesinó a más de cien manifestantes.
Por otro lado, es obvio que Maduro vislumbra el mayor estorbo en el Congreso, única institución que aún controla la oposición. Y que avanza raudamente tras el cierre del mismo.
Incluso, estos chavistas se parecen mucho a la "Junta videliana", al menos en el aspecto de exterminar al que consideran enemigo usando el Estado y la razón de Estado. Así, a media docena de militares que se rebelaron los ejecutaron con un tiro en la cabeza a cada uno, como señal de advertencia.
Con todos esos elementos, si en Venezuela aún no se ha instalado una dictadura, estamos en sus vísperas.
Por lo tanto, entendiéndola así, la crítica pueril, reiterada y superficial de Feinmann a Macri deviene otra de lucidez superlativa cuando se aplica a Maduro. E incluso ofrece un gran aporte a las nuevas teorías políticas, porque esa opinión suya colabora en demostrar algo muy grave que hoy se discute en todo el mundo: la posible corrupción interna de la democracia.
Es que hasta ahora se pensaba que la democracia, mientras más avanzaba, más los ciudadanos la mejoraban a través de la práctica cotidiana de sus virtudes. Sin embargo, ha aparecido una enfermedad interna al sistema: la de que ciertos gobiernos elegidos por el pueblo, incluso con máximo fervor como ocurrió con Hugo Chávez, puedan degenerar en dictadura. No meramente desviarse hacia la demagogia como preveía Aristóteles, sino directamente hacia la dictadura. En un gobierno antidemocrático, represivo y antipopular. O sea, es posible que la democracia pueda negarse a sí misma.
En ese sentido, además de verificar que todo lo malo que Feinmann y el progresismo K le adjudican a Macri se cumple literalmente en Venezuela, observamos también que Maduro y su trouppe han avanzado incluso más allá. En una dictadura de nuevo tipo.
Porque lo original de este modelo represivo es que, en vez de suprimir las instituciones republicanas como hacen las dictaduras convencionales, las reemplaza por otras que se ven parecidas pero que son falsificaciones. Así, cada vez que un municipio cae en manos opositoras le inventan por decreto una especie de supermunicipio paralelo que asume todas sus funciones, vaciando al opositor. Al Ejército lo han ideologizado y corrompido transformando en ricos empresarios a sus jefes. A la Justicia la han partidizado. A la prensa la han oficializado por entero. Se sigue votando pero ya sin control internacional y con desembozado fraude interno. Pero su mayor invención es lo que han hecho con el Congreso en manos opositoras: le han puesto por encima una Asamblea Nacional Constituyente permanente, compuesta por lacayos de Maduro, que incluso puede negar la mismísima Constitución chavista en todo lo que se le venga en gana. O sea que han creado una institución “constituyente” en contra de todas las “constituidas”. Lo que es igual a decir que han creado una institución para impedir el funcionamiento del resto de las instituciones.
En síntesis, que gracias a Feinmann descubrimos que así como se ideó un cantito para gritar en las movilizaciones que Macri es la dictadura, quizá haya llegado la hora de un cantito parecido para Maduro, donde eso de la dictadura -a diferencia de la Argentina- parece que va en serio.