Por Gustavo F. Laies - Educador. Fundación CEPP. Especial para Los Andes
Ma... me mandaron un mala nota en el cuaderno de comunicaciones- le dijo Juan a su mamá cuando llegó de la escuela.
-¿Por? ¿Qué pasó?- preguntó Susana.
-La maestra dice que estuve molestando toda la hora.
-¿Y eso fue así?
-No, siempre se la agarra conmigo. Te juro que siempre me apunta a mí.
-¡¡No te hagas problema!! Yo voy a ir a hablar.
Susana decide ir a la escuela porque ve angustiado a su hijo. Pide hablar con la maestra y le dice que su hijo le dice que se la agarra siempre con él, que lo discrimina.
La maestra le dice que no es así, que no lo discrimina para nada, que realmente él estaba hablando y molestando.
¿Y por qué sentiría eso entonces?
No puedo saberlo, pero los propios compañeros me pedían que lo parara. Yo por eso te lo comuniqué, para que lo hablaras con él.
Vayamos viendo cómo avanza la situación, le dice Lucía, la maestra, y volvemos a hablar. Susana, con una actitud como "de educada", le dice que sí y se va de la escuela. Cruzando la calle sentía un profundo malestar, algo había hecho, algo le hacía sentir que estaba fuera de lugar.
¿Qué es lo que hizo? ¿Dónde está el malestar? En principio, el malestar esta en la ruptura de un orden, que los chicos ordenan a los adultos y les plantean lo que deben hacer. Cuando ella le dice a su hijo que no importa la mala nota, que ella va a ir a hablar con la maestra, rompió un acuerdo histórico, una definición social: que el maestro es la autoridad y dirige las relaciones de la escuela. De repente dejó de ser autoridad y cualquier mamá y papá puede ir a cuestionarle las decisiones.
Entonces, ¿son la autoridad? ¿Son la autoridad pero mi mamá y mi papá mandan más que ellos? De hecho debe ser así porque la mala nota perdió fuerza. Primera situación: se rompió una idea de orden.
¿Pero ella no tiene derecho a cuestionar sanciones? Puede, quizás sin Juan en el medio y asumiendo que la discusión en sí es un problema, el caso debería justificarlo.
Por otro lado, mi mamá y mi maestra han definido que no hay diferencias entre la autoridad y el poder dentro y fuera de la escuela, que la escuela no es un orden social aparte, que las mismas cosas que pasan afuera pueden pasar adentro.
Y esto es un salto, Susana y la maestra han entrado en un extraño vínculo por el poder y no logran diferenciar que Susana y la maestra puedan conversar en la vereda como pares, pero cuando entran a la escuela, entraron a un orden social diferente, ahí no son amigas, son maestra y mamá con derechos y responsabilidades diferentes que la sociedad ha puesto en ellas. La maestra debe garantizar que los chicos aprendan, no es la responsabilidad de los padres, aunque lo deseen.
Seguramente, la decisión de Susana parecía más inocente, hace 30 años que venimos cuestionando la autoridad, acomodando de a poco los derechos.
Y los chicos necesitan que les devolvamos un orden, deben saber quién manda sobre qué, quién debe darles lo que necesitan en la escuela. Y eso se los dará la maestra, más allá de la participación de todos los que queremos que eso ocurra.
Se generan más problemas detrás de la decisión de Susana, y de todas las Susanas de la Argentina; sería bueno reflexionar sobre ellas, pensando en los chicos.