Él quería ser como Grondona

Lerche dejó el cargo tras 7 años. Desde la AFA le soltaron la mano y no puede pisar Santa Fe.

Él quería ser como Grondona
Él quería ser como Grondona

Para construir lo que destruyó, Germán Lerche se valió de los empujones. Abogado -de escasa frecuencia en los pasillos de Tribunales-, militante del radicalismo, padre de familia, perfil bajo, recibió su primer empujoncito de la mano de José Vignatti. Este no hizo más que bendecir -más tarde se mordió la mano- la lista que encabezaba.

Lerche ganó las elecciones y enseguida la institución le hizo conocer que el traje de presidente era de plomo. Algo dubitativo en las decisiones y con problemas deportivos, a los pocos meses llamó a una conferencia de prensa anunciar que pediría licencia. Apremiaba la situación, se sentía acorralado. Pero otro empujón salvador lo sacó del barro.

Recibió un llamado de la Asociación del Fútbol Argentino, un allegado a Julio Grondona -santafesino y de origen radical- lo hizo cambiar de opinión, le dio un curso acelerado de dirigente de fútbol argento y empezó a cobijarse bajo el ala de Don Julio.

La nave -el club- se enderezaba. Y a mediados de 2008 Lerche llevaba a Grondona a dar un paseo por el imponente predio de Colón, terrenos adquiridos en anteriores gestiones, acompañado de cámaras de TV y un numeroso grupo de periodistas.

Lerche fumaba y su sonrisa cambiaba de la timidez inicial a la mueca de ganador. El hombre de familia iba menos a la casa, el abogado seguía con escasa frecuencia en los pasillos de Tribunales pero los trajes brillaban cada vez más y compró una casa en un country. El radicalismo había quedado atrás y ahora lo atrapaba el discurso K. Ganó las elecciones de 2008 pero deportivamente Colón, como casi siempre, se mancó a mitad de tabla. Sin embargo, su figura seguía a salvo.

En 2010 fue reelegido -en el momento de mayor poder- y aprovechó para reformar el estatuto del club y estiró de dos a cuatro años el mandato presidencial.

Con otro empujón de la AFA -y con la empresa constructora ligada a Grondona- remodeló a la europea el estadio y lo dejó presto para que el club fuera sub sede de la Copa América. Tras el fracaso de la Selección le durmió la oreja a Don Julio para que echasen al técnico Sergio Batista.

Para ese entonces ya había cambiado su estilo de vida y ostentaba con eso.

Colón es un club de orígenes humildes, nacido en las orillas del río Salado. Contrastaba mucho lo que decía y hacía Lerche con lo que sentía el hincha. Además, para Santa Fe, logró conquistar a periodistas locales que bajaron el discurso oficial con obediencia canina. Hasta fueron capaces de mentir con el episodio de la imagen de la Virgen de Guadalupe.

Nunca se sabe cómo empiezan estas cosas, pero los hinchas le empezaron a a adjudicar los malos resultados a la Virgen, hasta que un día la imagen desapareció. Parte de la prensa local alineada con Lerche dijo que la imagen se estaba restaurando y mostró fotos de la obra. No era la misma imagen de la Virgen. La del estadio había sido destruida.

Otro empujón de AFA le daba más poder. Era designado Secretario de Selecciones y él mismo hacía correr la versión de ser el sucesor de Don Julio. Siempre presto a aparecer delante de cámara para recibir a Messi, la figura del ex presidente crecía. Pero mientras se sacaba fotos con el Papa Francisco, en Colón germinaba un odio visceral a su conducción.

“Me sobran pelotas para cambiar la historia del club”, dijo cuando el asedio hacia su figura se volvía insoportable y lo obligaba a consumir pastillas para dormir. En ese contexto, pedía licencia por tiempo indeterminado por cuestiones vinculadas a su salud.

La gente reclamaba que se adelanten las elecciones cuando FIFA decidió descontarle seis puntos a Colón por una deuda con el Atlante de México. Esto -por presión- destapó una olla en el plantel que reconoció que los cheques rebotaban en todos lados desde hacía meses. Colón vive una crisis que -por la conducción Lerche- amenaza con arrastrar al club.

Y fue ahí cuando otro empujón -esta vez- lo tumbó. ¿Desde AFA? ¿Desde Agremiados? La ambición suele ser una enfermedad que no tiene más remedio que un puñado de tierra.

Pronto se descubrirá el autor intelectual de lo que sucedió ayer. O tal vez nunca. O quizá haya sido una trampa que Lerche mismo se preparó sin darse cuenta y sin medir el daño a la pasión de miles de hinchas.

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