Soy uno de los tantos mendocinos que decidió partir de casa, del terruño natal de Luján de Cuyo, en busca en el exterior de una mejor oportunidad de vida para mí y los míos.
Elegimos por destino la isla de Tenerife, perteneciente a la comunidad española de las Canarias, en el océano Atlántico.
Fue una decisión difícil, complicada, no exenta de riesgos ya que partir implicó dejar atrás a otros integrantes de la familia de origen, amigos, afectos, costumbres y por sobre todas las cosas, tener que vender nuestra casa, en Perdriel Este.
Por todas esas razones y otras que no enumero, considero sin lugar a dudas que este fue el año más corto de mi vida.
Parece que fue ayer cuando en el aeropuerto El Plumerillo me despedía de mis familiares y amigos. Dentro de algunas jornadas se cumplirán los primeros 365 días fuera de la provincia que nos vio nacer a todos nosotros. Partir fue difícil, pero nos estamos adaptando.
Pero quizás la razón por la que este haya sido el año más breve de nuestras existencias se deba, no obstante el cimbronazo inicial del cambio, a que nos hemos sentido bien en el lugar que elegimos para probar suerte y afincarnos, y en tal sentido nos ha acompañado la sensación de que el tiempo pasa más rápido.
Desde que estamos aquí, quien escribe estas líneas, mi esposa Lorena y cuatro de mis hijos (la quinta y primogénita se habrá unido a nosotros para cuando este texto salga publicado en Los Andes), hemos hecho prácticamente de todo, especialmente tratar de adaptarnos a un lugar tan diferente del que nos vio partir, en noviembre de 2018.
Si bien Tenerife es una isla, prácticamente todo está contenido en ella: playas, buena gastronomía, lugares turísticos, seguridad, servicios, etc. Efectivamente, hace un año con mi esposa nos propusimos empezar de cero, buscar un lugar donde nuestros hijos pudiesen crecer, educarse y por sobre todo disponer de seguridad para poder caminar por la calle con sosiego. Creemos que en este corto lapso transcurrido hemos conseguido eso y mucho más. Realmente nuestras vidas cambiaron para bien, nuestros hijos gozan de buena educación pública, pueden salir a cualquier hora y estar tranquilos.
Además, en ese lapso, que como he referido, es corto hemos podido comprar un coche, pagar el alquiler del lugar donde vivimos y afrontar los servicios y además de todo eso, también nos damos nuestros gustos, salidas a comer en restaurantes o guachinches, como aquí se llaman los sitios de la gastronomía canaria, además de disfrutar de playas, muy reconocidas en Europa.
Es verdad lo que dicen sobre los empleos. Aquí se trabaja mucho… Yo realmente trabajo las mismas horas que en mi querida Mendoza, solo que aquí con mi ocupación me alcanza para el bienestar de mi familia. Creo que nuestro éxito es que nos apoyamos entre todos, ya que allá se quedó gran parte de nuestras vidas.