Entre los estados de Jalisco y Nayarit, en la costa oeste de México, la Bahía de Banderas se ha convertido en uno de los más atractivos destinos turísticos de primer nivel internacional sobre el océano Pacífico. La puerta de entrada es una ciudad que suma el fuerte acervo cultural mexicano a la belleza natural de sus playas, una vegetación atrapante desde las montañas al llano y, para sorpresa de muchos, un mar con aguas tan cálidas como las del Caribe.
La primera recomendación al turista es aprovechar las cortas distancias y combinar la visita a Puerto Vallarta con un recorrido por los pueblos de la Riviera Nayarit, cada uno con sus características y centros de interés. En toda la región, la temperatura promedio es de 27 grados, y en agosto y setiembre el clima ofrece lluvias refrescantes entre los atardeceres y las noches.
De aquel pueblo de pescadores que se llamó Las Peñas, por donde entraban los cargamentos de sal para refinar la plata que explotaban las empresas mineras en las montañas, hasta esta ciudad rebautizada Puerto Vallarta, de donde salen y llegan vuelos internacionales, la transformación ha sido asombrosa. La razón no es otra que el desarrollo del turismo, una industria que hoy representa el 90% de la actividad económica local.
Hasta el malecón
Instalado en Puerto Vallarta, el visitante tiene todo por hacer. Caminar por la ciudad, especialmente en el centro histórico, es una experiencia por demás pintoresca. Una arquitectura antigua y colorida, de casas bajas, calles de adoquines y la presencia constante de vegetación exótica, hacen del paseo un escenario cinematográfico. En ese itinerario hay que llegar al malecón, que se extiende a lo largo de un kilómetro frente al mar y es un espacio público con acceso a locales de artesanías, tiendas, cafés y restaurantes.
Allí se erigen las esculturas que más representan a la ciudad: desde delfines y tortugas, hasta alegorías como "La Nostalgia" o el "Ángel de la Esperanza", trabajos todos de importantes artistas mexicanos. El malecón es una galería de arte al aire libre.
En ese ambiente de cultura es bueno recordar que en el mismo estado de Jalisco, en el pueblo San Gabriel, nació uno de los más notables escritores de México, el inolvidable Juan Rulfo. Alcanzó fama mundial como autor, entre otras obras, de los cuentos "El llano en llamas" y la novela "Pedro Páramo". De ésta última invita a reflexionar su frase: "Hacía tantos años que no alzaba la cara, que me olvidé del cielo".
Las aventuras
Después de visitar -en pocos metros a la redonda- la plaza principal, la iglesia de Guadalupe y el faro de la calle Matamoros, desde donde se tiene una idea cabal del paisaje que ofrece Puerto Vallarta, el visitante puede afrontar algunos placenteros desafíos. Uno de ellos, que vale para todos los destinos de este país, es el de descubrir la extraordinaria cantidad de sabores que ofrece la gastronomía mexicana.
Hay un tour que se hace caminando con un guía oficial y que recorre puestos callejeros y pequeños comedores, donde pueden saborearse, al paso, varias especialidades de tacos que conservan tradiciones familiares. Eso sí, hay que tener cuidado con el aderezo que se elige porque el chile o picante -el muy picante- es el preferido de los mexicanos y está siempre al alcance de la mano.
El recorrido gastronómico incluye tacos de jaiva, que es un cangrejo de agua dulce, también de carne asada, de cabeza de res y de marlín ahumado, un pescado que se captura en la zona. No faltan los tacos de mariscos. Todos tienen aguacate (nuestra palta), tratada de diferentes formas. Para cerrar la expedición se puede almorzar o cenar en La Mara, con exquisitos ceviches de autor, y luego, como postre, unos churros en la esquina de las calles Uruguay y Perú, o deliciosos chocolates artesanales en la calle Libertad.
El tour gastronómico es original, de bajo costo y ayuda a conocer el paladar de los habitantes de la ciudad que se agolpan en esos puestos callejeros, comen a su gusto y siguen su actividad. Por cierto, estas especialidades servidas al paso no se encuentran en los grandes restaurantes y menos en los hoteles de lujo, que conservan la tradición gastronómica mexicana pero con platos refinados y calidad gourmet.
En libertad
La otra aventura que se torna apasionante para los que aman la naturaleza es el contacto con la fauna local. En una breve excursión hacia el interior del mar se pueden avistar grupos de delfines nariz de botella en estado salvaje. La lancha se acerca y es posible lanzarse al agua para nadar junto a ellos con la condición de no tocarlos. La experiencia es excitante y vivirla en mar abierto agrega una dosis mayor de adrenalina.
En los fondos del hotel Marriot cualquier persona, aunque no esté alojada allí, puede descubrir el vivero de huevos de tortugas y presenciar la liberación hacia el mar de las que acaban de nacer. Esto ayuda a la conservación de la variedad Golfina, cuyos ejemplares llegan a medir 80 centímetros y viven más de 100 años.
Hay actividades de aventuras para grandes y chicos y cómodas playas para el descanso. Cuando era todavía agreste, de ese lugar se enamoró el director norteamericano John Huston, quien construyó allí su casa en los años 60. En 1964 filmó en esos escenarios "La noche de la Iguana", con Richard Burton, Deborah Kerr y Ava Gardner. Como Burton vivía un tormentoso romance con la recordada Elizabeth Taylor, y ella lo acompañó durante el rodaje, la prensa internacional ayudó a que Puerto Vallarta se conociera en todo el mundo.